N° 2042 - 17 al 23 de Octubre de 2019
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEsta es la historia de un barrio montevideano, de un café y de un hombre impar.
El barrio, Goes, comenzó como uno de los caminos de entrada a la ciudad, derivado de su cruce por un viejo comercio ubicado en la esquina de las avenidas General Flores y Garibaldi, y creció con el traslado de la feria agrícola ganadera de la plaza Cagancha a la entonces plaza Sarandí.
Alrededor de esa zona fueron apareciendo comercios variados. Allá por 1906, Jerónimo Vaccaro, uno de tantos inmigrantes italianos, instaló un café al que llamó Yurumín, en la esquina de General Flores y Blandengues, y que, a inicios de 1920, amplió y cambió su nombre por el de Café Vaccaro, que se convirtió en celebrado sitio de encuentro de intelectuales, peñas y espectáculos populares, y que pese a estar alejado del centro, el tranvía acercaba a sus puertas.
Allí, el hombre, aún de pantalón corto, fue estribillista de una de las principales orquestas de tango uruguayas, la de Américo Pioli, a comienzos de la década de 1930.
Comenzó imitando a Agustín Magaldi. Con los años mejoró su manejo vocal y asentó su registro hasta ser incluido —según los entendidos— entre los grandes cantores de “corte gardeliano”.
Muy joven, a fines de 1938, cuando ya había echado bases en Buenos Aires, tuvo el privilegio de cantar a dúo con Mercedes Simone —la mejor de todas— y el acompañamiento de la orquesta de Pedro Maffia, en la célebre Radio Belgrano.
Formó parte de las mejores agrupaciones de tango de su tiempo, a las que engalanó con un modo expresivo e innata simpatía.
Pero en su vida de disfrute entre las capitales del Plata, nunca deshonró su fidelidad cariñosa al Café Vaccaro —que ya, tristemente, cerró sus puertas— al que jamás olvidó como adelantándose a aquella nostálgica sentencia de Troilo: “¡Pero si siempre estoy llegando!”.
Nació en Montevideo como Carlos Belarmino Porcal, en diciembre de 1913, y murió en la capital argentina en junio de 1973. Cantó varios años presentándose como Carlos Porcal y en la vecina orilla adoptó para siempre el apodo de Carlos Roldán, el hombre símbolo del barrio Goes, el mismo que, aunque estuviese actuando con Canaro, siempre regresaba al histórico café de sus amores.
Carlos Roldán dio el salto que todos los artistas populares ansían, contratado por la orquesta de José y Luis Servidio, en 1933, para presentaciones radiales. Ya entonces, viajando poco menos que como un poseso, aparecía de pronto en el Tupí Nambá, suntuoso cabaré de la avenida 18 de Julio, con el conjunto de Luratti-Tobía y encaraba una breve gira por Brasil.
No se detuvo más. Su vida se convirtió en un frenesí.
Con Canaro tuvo numerosos encuentros, desencuentros y retornos; cantó con Roberto Firpo, Osvaldo Fresedo, José Pascual, Emilio Pellejero, Roberto y Miguel Caló, Francisco Rotundo, Roberto Zerrillo, Donato Racciatti, Luis Caruso, Hugo Di Carlo y Julio Arregui; y, claro, tuvo su exitosa etapa solista, generalmente acompañado por guitarras, dejando registros impecables de temas como Negra María, Sentimiento gaucho, Buenos Aires de ayer y hoy, Dos corazones, Yo solo sé y —su primera y muy celebrada grabación— La vida en mil gramos, entre decenas de clásicos más.
Fue un excelente actor radial, teatral y de cine, virtud que pocos recuerdan: figura protagónica del ciclo memorable El tango de oro, con guion de Homero Manzi en Radio Belgrano; integrante del elenco de exitosas revistas como las de Canaro y Pelay en la década de 1940 y en comedias uruguayas —El nombre más lindo del mundo, Muchachos que peinan canas y Lindo tiempo aquel de ayer—; y partícipe de dos películas inolvidables, Buenos Aires canta y Vidas marcadas.
Ya en la decadencia, abastecida por largas noches de alcohol y bohemia, el entrañable Carlitos, cantando en el Vaccaro, tuvo la fortuna de irse a otro espacio sin ver el cierre de su querida casa.
¡Qué cantor! ¡Qué personaje! El que siempre volvió a su cuna. Aquel cuya personalidad trepó encima de todos sus triunfos sin cambiar un ápice.
Y qué barrio, si uno recuerda aquel lejanísimo origen del camino Goes. Por él se retiraron las fuerzas de Vigodet en 1812, derrotadas por Rondeau en el Cerrito; él fue vía de transporte del ejército de Oribe cuando puso sitio a Montevideo en 1843; y en él ocurrió la muerte en batalla, en las cercanías de la playa de la Aguada, del coronel Marcelino Sosa.
Casi nada lo del ojo, como diría mi amigo Epifanio.