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El viernes 25 se presentó en Punta del Este el libro “Damiani/Visiones”, un exhaustivo trabajo de revisión de la obra del pintor Jorge Damiani, realizado por Emma Sanguinetti, Sandra Devoto y el argentino Roberto Amigo, quien escribió un texto crítico sobre la fabulosa obra de este pintor nacido en el poblado genovés de Nervi y criado en Uruguay.
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Amigo es historiador del arte, investigador en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y ha sido el curador de exposiciones con gran repercusión de público, como “El arte argentino en la encrucijada. Informalismo y nueva figuración” (Pinacoteca de San Pablo, 2009), “Territorios de Estado. Paisaje y cartografía”, en la Trienal de Chile, y la gran retrospectiva “Berni: narrativas argentinas”.
En los últimos tiempos el trabajo de Amigo cobró mayor relevancia pública al ser el responsable del guión museográfico de las salas permanentes del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) de la capital porteña, que convoca a dos millones de personas al año. El criterio que empleó para seleccionar las obras expuestas fue otorgarles mayor relevancia a algunas obras latinoamericanas que se encontraban en reserva en el Museo, entre las que había cuadros de Joaquín Torres García, de Rafael Barradas y de los peruanos Sabogal y Camino Brent. Dos de las salas son temáticas: una aborda la naturaleza en América y la otra el arte y la violencia.
Fuerza y vivencia religiosa
De la extensa y profusa obra de Damiani, al investigador le interesa especialmente la que creó durante los años 50 y comienzos de los 60, dijo a Búsqueda. “En particular el clasicismo de posguerra, resultado de su estadía en Brera pero con fuerte lectura regional. Son imágenes de alta calidad formal y fuerza patética, y a la vez contienen una vivencia espiritual religiosa. Son obras resultado de una tensión entre la realidad y la idea, entre el misticismo y la racionalidad. La beca Guggenheim lo impulsó a una estadía en New York donde comenzó una internacionalización de su obra a partir de la materia, que es, en sintonía con su tiempo, un desarrollo formal propio. Así, la obra de Damiani permite pensar los años clave del arte latinoamericano entre la internacionalización y la identidad regional. Y Damiani ofrece una solución singular a esta cuestión”.
En cuanto a su trabajo en el MNBA, Amigo relató que determinó qué obras se exhibirían en las salas de la planta baja que están dedicadas al arte europeo y al arte argentino del siglo XIX. “En estos momentos finaliza el montaje de las salas del siglo XX, en cuyo guión se ha montado conjuntamente el arte argentino e internacional”, dijo. “Las salas se han organizado a partir de ideas que permiten una lectura cronológica pero también temática, en dos áreas centrales separadas por el año 1945: comienzo de la posguerra pero también inicio del peronismo”.
De esta manera, hay una sala principal dedicada a Antonio Berni, que funciona como nexo de los tiempos, que suma tres nuevas adquisiciones y donaciones. “He dado principal relevancia a la incorporación de obras latinoamericanas que estaban en reserva, entre ellas de Torres García, Barradas, de los peruanos Sabogal y Camino Brent, por ejemplo. He montado también obras de arte europeo y norteamericano rara vez exhibidas”, agregó el historiador, cosa que es facilitada por la gran calidad de los espacios de este recinto, que hace que “obras siempre exhibidas adquieran una nueva visibilidad”, afirmó.
Amigo afirma que quien se acerque al MNBA podrá hacer un recorrido simple pero intenso que permite tanto un goce estético como un análisis histórico. “Lo central, ya que los guiones se modifican en el tiempo y son lecturas temporales de una colección, es la reforma arquitectónica del espacio del MNBA, llevada a cabo como uno de los ejes principales de la gestión del director Guillermo Alonso”, señaló.
La cantidad de visitantes del MNBA se modifica según la exposición temporaria: en los últimos meses la cantidad de personas que se acercaron a ver “Caravaggio y sus seguidores” fue extraordinaria.
La retrospectiva de Berni se realizó en el año 2010 y fue una de las actividades llevadas a cabo por el Museo para el Bicentenario. “La elección de 30 pinturas de gran formato permitió una lectura de la obra de Berni entre 1930 y su muerte en 1981, tanto para dar cuenta de los cambios estilísticos del siglo XX, como del trágico derrotero político de la Argentina”, dijo el investigador.
“Tenía un alto impacto en el espacio la reunión de las tres obras clave de los años 30: ‘Manifestación’, ‘Desocupados’ y ‘Chacareros’, algo que no ocurría desde hacía muchísimo tiempo”, señaló Amigo. Ha sido la muestra más visitada de Argentina en los últimos años, debido a la suma de la enorme convocatoria del artista —el más conocido por el gran público— y a la de la propia MNBA.
Paraguay en la mira
Amigo trabaja en la Universidad de Buenos Aires desde hace más de 20 años, enseñando arte argentino del siglo XIX. Desde hace cinco integra el Instituto de Desarrollo Humano de la Universidad Nacional General Sarmiento, donde radica sus proyectos de investigación académicos, actualmente referidos al arte en el Paraguay de mediados del siglo XIX. “Es un momento en el que confluyen los grabados de trinchera populares con la retratística erudita, y me interesa el momento de gobierno de los López. En este marco, en el Museo del Barro —uno de los más interesantes de América Latina— junto con Osvaldo Salerno realizamos una exposición llamada ‘El Mariscal. El cuerpo del retrato’, en la que recuperamos pintura y fotografía olvidada del siglo XIX paraguayo”.
Amigo afirma que hoy hay una mayor visibilidad de los artistas latinoamericanos. “Desde las dinámicas y necesidades del mercado, existe una inserción en una organización ferial del mundo del arte. Nuestro desafío es evitar que el mercado y el espectáculo funcionen como mecanismo de producción, control y consumo cultural”, previno.
Frente a esto, comentó, se observa una “renovación intelectual” de los museos de Sudamérica, notablemente en el Museo de Arte de Lima, en la Pinacoteca de San Pablo y en el MNBA. A esto se suman los “nuevos” espacios ya consolidados que han generado una agenda más intensa, como por ejemplo el Malba y los museos del interior argentino, como los de Córdoba, San Juan y Neuquén, que modifican el mapa cultural.
Para ello, afirmó Amigo, se necesitan presupuestos y una política que los ejecute. “El desafío planteado es cómo potenciar colectivamente la región y cómo generar políticas comunes. Sin duda, para el arte latinoamericano y su lectura internacional es sobresaliente la política curatorial del Museo Nacional de Arte Reina Sofía”.
Por lo pronto, concluyó Amigo, hoy “no se plantea el arte latinoamericano en los términos identitarios de otros tiempos, sino que se vuelve algo más complejo que una esencialidad de paisajes, tipos y estéticas populares, abarcando también nuevas territorialidades, exilios, migraciones, violencias y ciudadanías”.