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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHace unos días, en ocasión de disertar en el evento organizado por Somos Uruguay, denominado Desayunos Útiles, el ministro Astori manifestó que no comparte y discrepa con la afirmación de que ha habido “despilfarro de los recursos públicos” desde el año 2004 a la fecha. Para justificar su posición enumeró la evolución de varios indicadores sociales y de gestión, con los que la realidad no permite discrepar. Pero lo que el ministro aparentemente no entiende cuando se habla de despilfarro es de los 2.000 millones de dólares que en total le costó y cuesta al país la desastrosa gestión de Ancap, Alur y Cementeras (grupo económico que quebró contablemente), los millones dilapidados en Pluna, en Fondes, la regasificadora, el buque gasero, la gestión de ASSE, sumado a los sobreprecios en combustible y electricidad, etc., etc. Pero por si esto no alcanza para asegurar que estamos ante el mayor desastre económico que ha sufrido el país (paradójicamente en su mayor período de crecimiento), se le debe sumar las consecuencias negativas de la falta de inversión en obra pública para apalancar y potenciar el crecimiento económico. Se ha malgastado de tal manera que para que los números cierren se ha generado un déficit anual que ronda los 2.000 millones de dólares, cerca del 4% del PBI, se incrementa en forma permanente el endeudamiento externo, se recauda por IRPF e IASS (ajuste fiscal mediante), o sea de los salarios y las jubilaciones, más de 1.200 millones de dólares al año. A este gobierno, como a todos, hay que juzgarlo por lo que debió y pudo hacer con los recursos que la sociedad le dio para administrar, la exhibición de mejoras en algunos indicadores no necesariamente muestra el buen manejo económico, y en el caso de la gestión pública de los últimos años es por demás evidente. Ahora bien, el ministro sabe todo esto, lo sabe y por razones que solo el comportamiento de los políticos podrá explicar sale a distorsionar la realidad y con su elocuente tono catedrático nos falta el respeto a todos. Hay tanta hipocresía y cinismo que cuesta no ser irrespetuoso al calificarlo. Qué debe suceder para que se asuma la realidad, admitir que han tenido las mejores intenciones pero que han fracasado en administrar el país, que jactarse del buen manejo de la macroeconomía no es suficiente. Teniendo todo para hacerlo no han podido transformar el país y posicionarlo en el siglo XXI, y lo más lamentable, que traerá consecuencias que padeceremos por varias generaciones, es haber perdido por incapacidad, negligencia y desinterés la oportunidad histórica de llevar a la excelencia el sistema educativo. Debemos fortalecer el sistema democrático procurando rotación de partidos en el gobierno sin mayorías parlamentarias.
Daniel H. Báez