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La inflación en Uruguay se ha caracterizado a lo largo de la historia por su inestabilidad, reubicándose recién desde 2003 por debajo de los dos dígitos. Como respuesta a este fenómeno, los acuerdos de congelamiento de precios han sido un instrumento recurrente en los últimos años; el más reciente, que involucró a cerca de 4.000 artículos de la canasta familiar, duró tres meses y venció el martes 11. Sin embargo, las políticas de control de precios, además de generar distorsiones, pueden ser difíciles de aplicar, concluyen el estudio Dinámica de la estructura de precios en Uruguay, realizado por investigadores del Instituto de Estadística (Iesta) de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración.
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El estudio fue publicado por académicos del Grupo de Investigación en Dinámica Económica (GIDE) del Iesta, y será presentado el jueves 27 en las Jornadas anuales de Economía del Banco Central. Su objetivo es aproximarse al fenómeno inflacionario desde un enfoque “complementario”, como lo define uno de los autores, Pablo Mones. En particular, el trabajo busca identificar eventuales “comunidades de precios” que permitan realizar proyecciones del Índice de Precios al Consumo (IPC) con base en subdivisiones.
Para ello, se basan en la economía de la complejidad, disciplina que “levanta algunos de los supuestos con los que se trabaja en la economía estándar”, como la concepción de esta como un sistema cerrado y que alcanza siempre un equilibrio. A partir de los datos del IPC del Instituto Nacional de Estadística (INE) para los años 2011 a 2018, los autores tienden una red que relaciona a cada una de las clases de productos entre sí, según cuan similar fue la evolución de sus precios en cada año.
Estructura de precios
Un sistema complejo –si bien no existe un “consenso 100% absoluto” en su definición– se caracteriza por estar compuesto por una “gran cantidad de elementos relativamente similares” que se relacionan entre sí, estableciendo patrones de “conexión o interdependencia”, explicó Mones a Búsqueda. En este caso, se trata del dato de IPC para cada una de la clases y años estudiados.
Los resultados del trabajo muestran que, para el período considerado, “no parecería existir una estructura de precios subyacente”, sino que esta parece ir evolucionando. Además, las comunidades de precios con dinámicas similares no resultan constantes, por lo que las “proyecciones del IPC con base en subdivisiones tendrían validez solamente por períodos cortos de tiempo”.
Sin embargo, sí resulta relevante en la formación de estas comunidades la categorización de los bienes entre transables y no transables. En efecto, los primeros (como la educación) tienden a agruparse en la “comunidad 1”, mientras que aquellos cuyo precio depende de lo que ocurra en los mercados internacionales (frutas y verduras, por ejemplo) se concentran en las “comunidades” 2 y 3.
A su vez, en línea con sus supuestos, el estudio no detecta clases de bienes y servicios “centrales” en la estructura de la red que se mantengan en el tiempo. En este caso, los resultados muestran además que la centralidad de un nodo (bien o servicio) dependerá de cómo se la considere. Por ejemplo, en 2018, la clase central fue “Pan y cereales” si se mide la cantidad de veces que estos productos actúan como “puente” entre otras dos categorías. Sin embargo, si se toma en cuenta la importancia de sus vecinos, los bienes “de mayor relevancia” durante ese año hubiesen sido los “Artefactos de cocina para el hogar, eléctricos o no”.
Una implicancia en materia de política económica de estas conclusiones es, según el trabajo, que los planes de control de precios para manejar la inflación serían difíciles de implementar. La corta validez de las categorías de productos en el tiempo “limita severamente las acciones tendientes a influir sobre la inflación a partir de medidas gubernamentales de control de precios con información sobre el pasado”, ya que no resulta sencillo elegir qué bienes y servicios regular.
Además, otra característica de los sistemas complejos es la dependencia de caminos (path dependence), por lo que la dinámica del sistema –lo que pase en el futuro– dependerá del punto de partida, explicó Mones. “Aplicar las mismas políticas en dos países con características distintas no va a dar los mismos resultados, porque justamente son países distintos. Esto va un poco en contra de la idea de ‘liberalizar el mercado y después vemos’”, señaló.