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    Bajito simpático y con mucho arrastre

    “Corazón de León”, de Marcos Carnevale

    Esta comedia agridulce de Marcos Carnevale permite dos lecturas. La primera y la más fácil es divertirse con León Godoy (Guillermo Francella), que en las primeras escenas seduce limpia y ampliamente a la abogada Ivana Cornejo (Julieta Díaz) cuando la llama para decirle que encontró su celular y que le encantaría devolvérselo. Por teléfono, León es un tipo avasallante, de conversación inteligente y chispeante, que además tiene una ventaja: él vio cuando Ivana, furiosa, arrojó su celular en la plaza, así que la conoce, sabe que es joven, linda y de carácter fuerte. Ella sin embargo solo queda prendada de su voz, de su carisma, de su pasta de experto galán que sabe tratar a las mujeres y decirles lo que ellas quieren oír. Una cita es impostergable, y porque el espectador ve la cara de León en la pantalla, cuando la imagen se divide y muestra las expresiones de ambos en primer plano, tiene una apreciable ventaja sobre Ivana: está viendo a Guillermo Francella, con su amplia sonrisa y su labia compradora, pero todavía no lo ha visto completamente.

    Se supone que todo el mundo sabe de qué va la cosa, porque la sinopsis, las notas de prensa y el comentario boca a boca de quienes ya vieron la película (vendió 14.000 entradas el fin de semana), no permiten que nadie experimente la sorpresa de Ivana cuando ve que León mide 1,36 m y tiene que treparse a la silla del bar donde apenas asoma su cabeza al borde de la mesa. ¿Qué piensa ella? En principio estaba abierta a una nueva relación amorosa porque, aunque está divorciada, mantiene el estudio jurídico con su ex marido (Mauricio Dayub) y necesita desligarse de ese vínculo asfixiante. ¿Pero con ese tipo tan chiquito? Claro, él no es cualquiera. Estuvo casado con una mujer de estatura normal, tiene un hijo muy pintún (Nicolás Francella, hijo verdadero del actor), es un exitosísimo arquitecto, vive a lo millonario y todo el mundo lo conoce en los ambientes fiesteros. ¿Tiene complejos? Parece que no, porque actúa con toda la soltura de un tipo normal, pero… ¡qué chiquito!

    Y ahí es entonces donde se puede realizar la segunda lectura, no porque uno tenga que hacer un esfuerzo intelectual (por favor, esta es una comedia sentimental) sino porque la propia película lo proclama a los cuatro vientos, no solo por boca de la secretaria de Ivana (Jorgelina Aruzzi), que juega a favor de León, sino por todos los otros que juegan en contra, no solamente su propio ex marido, lo que sería comprensible, sino su madre (Nora Cárpena), tan hipócrita como para tener un marido sordomudo y pretender que esa discapacidad sea más “tolerable” que la de hacerse ver con un enano. Lo cierto es que el tipo es diferente y los prejuicios entran a tallar, y por más enamorada que ella esté, hay un obstáculo que es el mundo circundante, el prejuicio ajeno, la incomodidad propia, la vergüenza frente a la burla o las risitas furtivas. Y acá la cosa se pone seria. Ya no da para reírse, porque el drama de León sale a relucir en toda su crueldad, y la culpa de Ivana se expresa por medio de su indecisión, acaso de su falta de compromiso, seguramente por una notoria cuota de cobardía.

    Para hacer confluir estos dos aspectos de comedia y drama se necesita mano firme. Porque al principio todo es muy gracioso, los contrastes son divertidos, las réplicas ingeniosas, el juego actoral es impecable. Pero luego hay que definirse y transformar las risas en reflexión, porque la resolución del tema no es fácil y no se trata de un cuento de hadas, donde una varita mágica le va a otorgar a León los 40 centímetros que le faltan para evitar miradas suspicaces y comentarios burlones. Y acá es donde se nota la mano de Marcos Carnevale, que se mueve como pez en el agua con estos temas donde ya mostró la ternura de un amor en la ancianidad (“Elsa y Fred”), la delicada situación de una niña con síndrome de Down que queda desamparada en la enorme ciudad (“Anita”), la relación tragicómica de dos mujeres que han perdido al mismo hombre y ahora deben convivir forzadamente (“Viudas”) y ahora este tema que tiene varias puntas y no se sabe cómo va a terminar. ¿Hay que ser políticamente correcto o dejar que la cruda realidad marque lo que suele ocurrir verdaderamente en estos casos? Bueno, se trata de una comedia, no de un drama realista. Y en estos casos, el sentimentalismo suele primar sobre la lógica de los hechos, que no acostumbra ser tan dulce ni conveniente como la pinta el cine. O al menos este tipo de cine, que sabe ser elegante, gracioso y notoriamente popular.

    Afortunadamente, Corazón de León tiene varias cosas apreciables, y una de ellas es su elenco, porque Francella vuelve a demostrar que está muy cómodo en cualquier papel (“El secreto de sus ojos” fue reveladora en ese aspecto) y Julieta Díaz siempre está excelente, en cada uno de los estados de sorpresa-embeleso-confusión-amor que debe atravesar. Se nota que la película tiene mucho gancho, a juzgar por las largas colas en los nueve cines en que se exhibe. Francella es un fenómeno muy especial en el cine argentino: él y Ricardo Darín son quienes más público convocan en la actualidad. Si a ello se suma el truco que muestra al protagonista empequeñecido e interactuando con los demás actores (el mismo efecto empleado por Peter Jackson en “El señor de los anillos”, como confiesan los propios autores) se confirma un triunfo de la técnica que asombra y divierte. El cine argentino está pasando por un buen momento. En sus épocas de oro era malo pero popular. Ahora es sin embargo solvente, apreciable y digno de verse.

    “Corazón de León”. Argentina/Brasil, 2013. Dirigida y escrita por Marcos Carnevale sobre idea propia y de Betiana Blum. Con Guillermo Francella, Julieta Díaz, Mauricio Dayub, Nicolás Francella, Nora Cárpena, Jorgelina Aruzzi, María Nela Sinisterra. Duración: 94 minutos.