N° 2035 - 29 de Agosto al 04 de Setiembre de 2019
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáQué cuestión, los arreglos de los tangos.
Cuando Aníbal Arias se presentó ante Troilo para sustituir a Ubaldo de Lío en el cuarteto que se había iniciado años antes con Roberto Grela, llegó con un cuaderno de notas musicales y partituras.
—¿Qué es eso? —dijo Troilo—. ¡Nosotros en la puta vida escribimos una corchea!
Fue un exceso. Ocurría cuando el personaje Pichuco pasaba con insólitas ocurrencias por encima del músico Troilo.
De otro modo no hubiese dado lugar en su orquesta iniciada en 1937 a los arregladores, músicos muy bien formados, y a sus orquestaciones. Tarea que encomendó en 1940 a un joven Astor Piazzolla y que, tras el retiro del autor de Adiós Nonino, heredó Argentino Galván en 1944.
Un arreglo modifica lo escrito por el compositor sin afectar la melodía ni lo esencial del tema. Pasa que mientras en la música clásica todo está escrito, en lo popular se suele escribir solo partes para piano, como una guía, agregando acordes rudimentarios. Hay partituras originales de míticos tangos que son muy pobres.
Una orquestación elige los instrumentos que intervendrán en cada parte y de qué manera: cuerdas, bandoneones o todos juntos; y si un pasaje será al unísono o con voces separadas.
Galván —nacido en Chivilicoy en 1913 y muerto en Buenos Aires en 1960— está considerado, junto al uruguayo Héctor María Artola, entre los mejores arregladores de toda la historia del tango.
Aprendió música en la niñez, tocó el violín y, aunque sentía predilección por Bach y Debussy, se sumergió en el tango por influencia de sus padres y del ambiente en el que vivió y llegó a formar una orquesta propia. Pero terminó entendiendo que lo suyo era el universo de los arreglos y las orquestaciones:
—No puede haber un tango sinfónico ni una orquesta sinfónica de tango, porque no existen piezas sinfónicas en el mundo de la música popular. No obstante, no me niego a ver un sutil cambio, a través del tiempo, en la riqueza musical del tango, que proviene del decisivo progreso de los arreglos.
Galván impuso rápidamente su estilo: predominio de las cuerdas sobre los bandoneones, incorporación, junto al contrabajo, de la viola y el cello, introducciones largas, exclusión del piano en la entrada, pasaje de mayor a menor en ciertas partes y relevancia de lo melódico por sobre lo rítmico. Y aplicó la cesura —del latín caedere, cortar— introducida en la poesía clásica como una pausa, un recorte, que se da al rigor métrico de una armonía. Todo ello convirtió a las obras donde posó su mano en menos bailables, lo que el tradicionalismo consideró “una osadía”.
Trabajó para Miguel Caló, Fresedo, De Caro, Pontier, Basso, Pugliese y, claro, Troilo.
Con Pichuco logró su trabajo consagratorio, una revolución en el tango: Recuerdos de bohemia, de Enrique Delfino, tema del que hay una placa de Fresedo que dura el tiempo exigible en esa época, tres minutos. Galván, con audacia, lo extendió a cinco minutos y medio. Hubo un infortunio discográfico: para la primera grabación debieron usarse las dos caras de la placa; la unidad del tema se logró cuando aparecieron los larga duración, el casete y el CD modernos.
Según Alejo de los Reyes, la orquesta de Troilo “va apareciendo por secciones; primero las cuerdas, después el bandoneón solista, enseguida la fila de bandoneones y al final el piano; el único instrumento que no desaparece nunca es el contrabajo”. El cantor, Alberto Marino —Recuerdos de bohemia tiene letra de Manuel Romero—, entra al final de la introducción, quizás la más larga que se recuerde. Y ahí recién se advierte un fuerte sentido rítmico por sobre la melodía.
Galván, como Artola, fue un adelantado. Sin embargo, a mucha distancia de Piazzolla, con quien disentía en el apego de este a la fusión, y de Rovira, al que calificaba de “demasiado intelectual”. Pese a ello, amaba no solo la música clásica sino también el jazz. Empero, dijo:
—El tango admite la incorporación de otros timbres, especialmente las maderas y algún metal y no puede prescindirse de la percusión, pero sin desplazar a las cuerdas y al bandoneón, que es la voz instrumental por excelencia. No creo en el tango moderno, sino simple y sencillo. Creo en la orquesta moderna que no se conforma con repetir siempre lo mismo.
El propio Troilo —famoso por su goma de borrar arreglos, que tanto sufrió Piazzolla— cuando vio el trabajo de Galván en Recuerdos de bohemia exclamó:
—¡A la perinola! Bueno… ¡que siga el corso!