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    Brasil suma retos económicos, sin riesgo de crisis, según expertos

    Río de Janeiro (Gerardo Lissardy, corresponsal para América Latina). La seguidilla de problemas económicos y noticias adversas para Brasil ha sido implacable desde el inicio de 2014: pérdidas de 7,5% en la bolsa de San Pablo en enero, déficit comercial histórico para el mismo mes, el dólar en alza, una sequía que impulsa el precio de la energía y amenaza cultivos, inestabilidad cambiaria en Argentina y Venezuela, sus dos grandes socios del Mercosur… La lista podría continuar, pero por sobre los datos aislados ha cobrado fuerza una pregunta impensable un tiempo atrás: ¿enfrenta un riesgo de crisis la mayor economía latinoamericana? 

    Varias de las dificultades que experimenta Brasil están lejos de ser nuevas. El crecimiento débil de su economía se arrastra desde 2011 y hace meses que se observan presiones al alza de la inflación y el dólar, con el real depreciándose cerca de 17% frente a la moneda estadounidense en el último año. El país tuvo en 2013 un déficit público de 3,28% del PBI, sin poder alcanzar su meta fiscal, registró su peor balance comercial en 13 años y la mayor salida neta de dólares en más de una década (más de U$S 12.200 millones salieron del país). 

    Tampoco se trata apenas de problemas que atañen solo al gigante sudamericano o que estén provocados exclusivamente por factores domésticos. La economía mundial en general ha comenzado este 2014 bajo nubarrones poco alentadores, con cifras económicas frustrantes en China y Estados Unidos, así como por repentinas alzas de tasas de interés en economías emergentes como Turquía, India y Sudáfrica. Todo esto ha puesto en guardia a los inversionistas y ha enfriado las esperanzas de una recuperación global robusta. 

    Pero Brasil y algunos otros emergentes enfrentan retos particulares que han quedado en evidencia tras la decisión de la Reserva Federal estadounidense de frenar la inyección de dólares en la economía. Eso causó más presión al alza del dólar y encareció los subsidios al petróleo en varias naciones. En las últimas semanas algunos analistas y medios especializados se han hecho eco de la expresión de “cinco débiles” acuñada el año pasado por el banco de inversión estadounidense Morgan Stanley para advertir sobre los problemas de cuentas corrientes e inflación en Brasil, India, Indonesia, Turquía y Sudáfrica. Un término que, por cierto, fue rechazado por el ministro brasileño de Finanzas, Guido Mantega, que sostuvo la semana pasada que su país tiene recursos suficientes para enfrentar “volatilidades” de mercado. 

    Sin embargo, los analistas creen que Brasil seguirá este año con un crecimiento débil similar al del año pasado y algunos ya revisan a la baja sus proyecciones, en torno de 2% o incluso menos, lo que denota poca confianza en las promesas oficiales. “Sin duda, la situación no es favorable para Brasil”, dijo Luciano Rostagno, estratega jefe del banco Mizuho do Brasil. “A pesar del discurso del gobierno indicando que va a elevar las inversiones y reducir gastos, los números indican que la política económica adoptada por el gobierno de Dilma no funcionó bien”, añadió en diálogo con Búsqueda

     Pero, ¿cuánto podrían empeorar las cosas?

    “Llevar la situación”

    Las cifras sobre la economía de Brasil conocidas en lo que va de febrero tampoco anticipan mejoras. El lunes, la bolsa de San Pablo tuvo una caída de 3,13%, la mayor desde julio, en medio de pérdidas en los mercados de valores de varios países. Y el martes se conocieron datos oficiales que indican que la producción industrial creció solo 1,2% en 2013, superando la retracción del año previo pero generando nuevas dudas para este año, sobre todo porque en diciembre tuvo una caída de 3,5% respecto a noviembre, el peor dato mensual desde fines del difícil 2008. 

    “En líneas generales, el cuadro sigue nada alentador”, dijo Alessandra Ribeiro, economista socia de la consultora Tendencias, con sede en San Pablo. Sus cálculos son que este año Brasil crecerá 2,1% y la inflación será de 6%, medio punto debajo del techo previsto por las autoridades. 

    Ribeiro sostuvo que la economía del país experimentará algunos cambios importantes en los próximos meses. Por un lado previó que el consumo de las familias aumentará este año apenas 2,5%, la mitad que la media de expansión registrada entre 2004 y 2012, cuando fue un motor clave de la economía. Pero por otra parte señaló que el sector externo puede contribuir a aliviar el menor dinamismo, con las importaciones creciendo más lento y las exportaciones subiendo 4,5% tras dos años de debilidad.

    Los economistas estiman probable que la depreciación del real contribuya a mejorar el comercio exterior de Brasil. Pero por el momento la situación es otra: el déficit comercial de enero alcanzó U$S 4.100 millones, el mayor jamás registrado en un solo mes. También existe la esperanza de que las inversiones crezcan algunos puntos porcentuales por efecto de la finalización de los estadios y otras obras asociadas al Mundial de fútbol que se disputará entre junio y julio, y a los primeros efectos de concesiones de carreteras y aeropuertos al sector privado. Empero, eventuales protestas callejeras durante el Mundial como las que hubo el año pasado contra los grandes gastos en estadios pueden complicar las cosas y causar más dudas en inversionistas.

    Los analistas advierten además que una eventual crisis de proporciones en Argentina o Venezuela traería más problemas a Brasil, sobre todo en el sector industrial (cerca de 90% de las exportaciones brasileñas de automóviles van al mercado argentino). 

    Sin embargo, los expertos descartan la posibilidad de que una crisis en alguno de sus dos grandes socios regionales pueda desatar en Brasil una tempestad financiera como las de antaño. Una garantía, sostienen, es el colchón de reservas por unos U$S 375.000 millones con que cuentan las autoridades para enfrentar cualquier turbulencia. “No vemos una contaminación de mercado por problemas en Argentina o Venezuela”, sostuvo Ribeiro y afirmó que los fundamentos económicos y el escenario político e institucional del país son bien distintos. 

    Rostagno, a su vez, evaluó que un agravamiento de la situación en Argentina o Venezuela podría llevar el dólar hasta cerca de 2,7 reales desde los 2,4 que cotiza actualmente, pero desestimó la posibilidad de una gran devaluación brasileña. “Sin dudas que una eventual crisis en un país emergente va a reflejarse en Brasil, con un aumento de la desconfianza y menor flujo de inversiones”, dijo. A su juicio, el gobierno está a tiempo de corregir el rumbo pero carece de voluntad política para hacer un ajuste fiscal, al menos este año de elecciones. “Van a intentar llevar la situación de la forma en que está”, indicó, “y evitar que se instale una crisis”.