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    Caricia y puñalada

    Otelo, la tanguedia, de Polizón Teatro

    Un círculo dentro de un óvalo. El espectador ingresa a la sala Delmira Agustini, espacio de forma oval en la planta alta del Solís, encima de la librería, y luego atraviesa otro portal para entrar a una estructura circular de telas blancas y butacas dispuestas en ronda. Comienza la acción. Aparecen en escena Esteban Cortez y Virginia Arzuaga, dos experimentados bailarines y coreógrafos uruguayos, destacados entre las figuras más recientes del baile de tango en Uruguay. Él es Otelo Rodríguez, un jefe de seguridad con altos galones que comanda un centro de monitoreo de la ciudad dotado con cámaras de ultra-mega-alta definición, como para espiar hasta al más pintado. Ella es Desdémona Miller, su prometida, la coprotagonista de una de las mayores tragedias de Shakespeare, aquí reducida a su célula madre. La pareja vive un amor de ensueño hasta que la semilla de la duda sobre la fidelidad germina gracias a la manipulación de un supuesto amigo; una vez que los celos infundados se instalan en la mente del protagonista, cambia drásticamente el modo en que percibe la realidad y termina asesinando a su amada.

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    Yago y el resto de las piezas de este arquetipo del thriller psicológico están proyectadas en la gran pantalla en 360 grados que se materializa en el lienzo blanco. El ingenioso dispositivo permite que la dupla interactúe en forma virtual con el reparto (Santiago Estellano, Darío Campalans y Etelvina Rodríguez, con la participación especial de Aureliano Folle como un cronista policial que cubre el caso).

    La síntesis de Enrique Permuy, alma mater de Polizón Teatro, es perfecta: reduce el texto a las líneas elementales y sustituye gran parte de la acción verbal con el gran poder expresivo de la danza de tango, a cargo de esta dupla experta en el género. Y si hay un conflicto humano familiarizado con el universo tanguero, es el de Otelo: fidelidad, amor incondicional, celos, traición y esa distorsión del sentimiento amoroso que lleva a la idea de la posesión de una persona. Estos conceptos son plasmados con gran elocuencia a través del baile, con un admirable trabajo interpretativo de Arzuaga y Cortez. La adaptación también es certera en lo macro, porque el Otelo original es un general moro contratado por la ciudad de Venecia para garantizar su seguridad, lo cual replica este actualizado jefe de seguridad.

    Otelo, la tanguedia no es un accidente en los 25 años de trayectoria de Polizón Teatro, la compañía que dirigen Permuy y su pareja personal y artística, Graciela Abeledo. Como dramaturgo, director, actor y docente de teatro, actualmente en la EMAD, Permuy ha participado en más de 70 espectáculos y performances en Uruguay y fuera de fronteras. Están en el mejor recuerdo de los teatreros sus versiones de Ubú Rey, de Alfred Jarry, Reis do sol, sobre la vida en el nordeste brasileño, y Cenizas de Sánchez, su semblanza del dramaturgo uruguayo.

    Llama la atención el despliegue de imágenes de Montevideo. La ciudad a cien metros de altura, desde un dron y desde las cámaras de vigilancia callejera. Playas, plazas, avenidas y esquinas. Desde la vista macro del tráfico pesado al atardecer, hasta el detalle micro de un cuidacoches recibiendo su propina o un par de tipos en una moto merodeando con actitud sospechosa. Como aquel viejo videoclip de El grito del canilla, la ciudad que late de noche, el submundo de las calles oscuras, la transa, las siluetas escurridizas, la presencia difusa de lo sórdido. Todo visto desde el panóptico digital de nuestro Otelo, que se pone cada vez más paranoico y se lanza a espiar a su propia mujer.

    Ese poder que le otorga la hiperconectividad se desvanece ante el impulso primitivo, el miedo a perder el control de la otra persona. La fuerza de la adrenalina que pone en acción al músculo es la misma. Así, el tipo se vuelve preso del instinto que lo baja, en un pestañeo, de la nube virtual a la caverna. Permuy logra que el espectador viva una potente experiencia emotiva en esta fusión de teatro, danza, imagen y sonido.

    Mención aparte merece la banda sonora, con gemas como Pasional, de Pugliese; Variación, de la Orquesta Astillero; Onetti, por el quinteto La Mufa; Desencuentro, por el bandoneón y el vozarrón rabiosos de Rubén Juárez, y varias piezas de Piazzolla, incluida la que da nombre a la obra. Aunque habrá más oportunidades en los próximos meses, quedan tres noches en este ciclo para ver esta inteligente y original propuesta escénica.

    Otelo, la tanguedia, por Polizón Teatro. Versión libre de Otelo: el moro de Venecia, de Shakespeare. Texto y dirección: Enrique Permuy. Teatro Solís, Sala Delmira Agustini. Hasta el sábado 21, 20.30 h. Entradas: $ 400, Tickantel.