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Río de Janeiro (Gerardo Lissardy, corresponsal para América Latina). Un spot publicitario de apenas 58 segundos, con un actor cubierto por telas celestes como un fantasma que se pasea por Río de Janeiro y asusta a la gente con el número 50 en su espalda, logró en la última semana lo que difícilmente habría provocado por sí sola la clasificación de Uruguay al Mundial 2014: que los brasileños —incluido el técnico de la Seleção— volvieran a hablar de aquella final que perdieron en 1950 contra su pequeño vecino del sur. Pero, en medio humor y la polémica, afloraron algunas preguntas básicas: ¿Qué representa la derrota de Maracaná hoy para los brasileños? ¿Y a quién inquieta realmente que se agite el recuerdo de aquel partido épico?
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A diferencia de Uruguay, donde la simple mención de la palabra Maracaná evoca al instante el último Mundial ganado por la Celeste, en el Brasil de estos días el mítico estadio está mucho más asociado al costo desmedido que tiene la gran fiesta del balompié del año próximo. Hoy es mucho más probable que cuando un uruguayo conversa sobre fútbol en Río, el carioca le mencione a Suárez, Cavani o Forlán antes que a Obdulio o Ghiggia. Después de 63 años y cinco copas del mundo ganadas desde aquella final, para los brasileños la tragedia del 50 es mucho más historia lejana que presente vivo.
“Brasil evolucionó mucho en fútbol y el fútbol como representación colectiva de la sociedad brasileña también creció desde 1950”, dijo Mauricio Murad, un sociólogo del deporte y profesor de la Universidad Salgado de Oliveira-Universo en Río de Janeiro consultado por Búsqueda. “Ese episodio del Maracanazo refleja la relación entre el hombre y la historia: la historia que está más lejana es vista como una posibilidad, pero no tanto como amenaza. (…) Recordamos que es una posibilidad mítica del fútbol que pierda el mejor contra aquel que no es mejor, como fue el caso de Uruguay en 1950. Aunque la selección uruguaya fuera muy buena, la brasileña era considerada favorita y mejor”.
No obstante, quizá las cosas cambien de algún modo en los próximos meses.
“Ni había nacido”
Los comentarios sobre la derrota de Maracaná comenzaron a aparecer aisladamente en Brasil con la Copa de Confederaciones que se disputó en junio en el país. Dos días antes del comienzo del torneo, fue el “rey” Pelé quien aludió al asunto al inaugurar un reloj con la cuenta regresiva para el Mundial en la playa de Copacabana. “Espero que no tenga la misma experiencia que tuve a los nueve años, cuando vi a mi padre llorar porque Brasil había perdido”, señaló el exfutbolista tricampeón del mundo.
Murad indicó que aquella derrota 1-2 dejó una huella en Brasil más allá del fútbol. “Como nación representó una de las mayores tragedias colectivas de la vida brasileña. ¿Por qué fue tanto? Porque se invirtió mucho en aquella época en la victoria: era el momento de empujar a Brasil a la cima y probar que era el país del futuro. Todo eso se vino abajo con la derrota, entonces representó un sentimiento de atraso nacional”, explicó.
El tema volvió a asomar en la semifinal de la Confederaciones entre Brasil y Uruguay. Antes del juego en el estadio Mineirão, el técnico del combinado anfitrión, Luiz Felipe Scolari, sugirió que le inquietaba más el Uruguay de 2010 que logró el cuarto puesto en Sudáfrica que el del 50. “Yo ni había nacido en 1950”, bromeó (en realidad, sí lo había hecho un año y ocho meses antes). Los medios locales recordaron que, de los 70 partidos disputados entre las selecciones de ambos países, Brasil llevaba ganados 32 y Uruguay 19, con 19 empates. “No existe duda de quién es la potencia dominante en la historia de la confrontación”, afirmó entonces la revista “Veja” en su edición digital. Brasil volvió a ganar el siguiente juego, pero periodistas e hinchas locales coincidieron en que ese 2-1 fue el triunfo más difícil de La Canarinha en el torneo, que conquistó al humillar a la España campeona del Mundo y de Europa con un 3-0 en la final de Maracaná.
Sin embargo, fue la publicidad del “fantasma del 50” lo que evocó con más fuerza el Maracanazo en Brasil. El spot de la marca de ropa que viste a la selección uruguaya comenzó a circular el miércoles 20, cuando los dirigidos por Oscar Tabárez aseguraban su pasaje a Brasil 2014 superando a Jordania en la repesca mundialista. Aunque no se transmitió en la TV brasileña, el aviso corrió de inmediato por las redes sociales y varios medios informaron sobre él en sus ediciones digitales. El diario “O Globo” sostuvo al día siguiente que, con la clasificación de Uruguay al Mundial, los recuerdos del Maracanazo “serán inevitables”, pero destacó que comenzaban con buen humor. Algunos lectores celebraron esto, pero otros parecieron molestarse. “¿Cuántas copas del mundo tiene Uruguay? Provocación innecesaria y sin propósito”, escribió un lector identificado como Hélio de Araújo Boavista Abalde. De todas maneras, el tema careció de menciones en la edición impresa del periódico.
Pelé volvió a aludir a la derrota del Maracaná el jueves 21, cuando dijo que el próximo Mundial sería una buena ocasión para la revancha, aunque acotó: “Primero tenemos que ver si Uruguay llega a la final”. Scolari, a su vez, comentó que le parecía “interesante” la propaganda uruguaya pero descartó que el fantasma del 50 pueda influir en su selección. “Mis jugadores nacieron más o menos en 1985 y ni saben que la Copa del 1950 existió”, dijo durante un evento publicitario en São Paulo. “Cuando alguien me venga a hablar de fantasma y del gol de Fulano, voy a responder que Brasil llegó a la final. Eso es lo que voy a hablar a mis atletas, porque es algo que debemos valorar”.
“Obligación de vencer”
Parece claro que el entrenador brasileño procura aliviarles a sus futbolistas el peso que puede suponer para ellos jugar un nuevo Mundial en casa, con la obligación de ganarlo: “No hay presión”, aseguró este mes. “Brasil va a ser campeón”.
Marcos Guterman, un periodista, historiador y autor del libro “El fútbol explica a Brasil”, evaluó que Scolari procura resucitar el vínculo entre su selección y la sociedad brasileña, que se ha debilitado con los años por la emigración de los mejores futbolistas y la cada vez menor presencia de espectadores en los estadios: los partidos del torneo de primera división tuvieron el año pasado un promedio de menos de 13.000 espectadores, inferior al de Estados Unidos. “La relación del hincha con su equipo es muy distinta de lo que era en el 50”, señaló Guterman a Búsqueda. “A menos de un año de la Copa estamos más preocupados con los costos, las denuncias de corrupción y las promesas no cumplidas de mejoras en la movilidad urbana y otras cosas que son exigencias mayores del brasileño”.
Esas inquietudes provocaron las manifestaciones masivas en varias ciudades de Brasil durante la Copa de Confederaciones. Y aunque nadie sabe exactamente qué ocurrirá con las protestas a la hora del Mundial, es posible que el malestar de los brasileños por los gastos del torneo continúe: esta semana se supo que los costos de construir o remodelar los 12 estadios ascienden a unos U$S 3.480 millones según cifras oficiales, o U$S 435 millones más que la estimación previa realizada en diciembre, en gran medida debido a atrasos en las obras.
Según Guterman, el clima mundialista irá en aumento en Brasil, y cuando la bola comience a rodar el 12 de junio, aparecerá la sensación de que existe “una cuenta que saldar con el pasado, sea cual sea el adversario”. Pero advirtió que, ante una eventual nueva derrota, la discusión sobre los gastos de la Copa y las críticas a la organización pueden aumentar.
No obstante, en los últimos tiempos ha sido frecuente escuchar en Uruguay que el “síndrome del Maracaná” también perjudicó los intereses nacionales. Los argumentos han sido varios, como que aquella hazaña inculcó en generaciones la noción equivocada de que solo con la “garra charrúa” alcanzaba para asegurarse el éxito, o que cualquier resultado diferente al de salir campeón debía tomarse como un fracaso. Esta última idea pareció quedar definitivamente enterrada durante la fiesta colectiva que vivió el país por el cuarto puesto en Sudáfrica. Pero ahora el capitán de la selección, Diego Lugano, sugirió que el spot del “fantasma del 50” puede contribuir a generar un “clima adverso” a la Celeste en Brasil. “Hay que ser inteligentes”, sostuvo en un comunicado el viernes 22. “La mejor manera que tenemos de respetar a nuestros héroes pasados (que jamás hicieron alarde de su victoria) es llegar con humildad, respeto y el sueño intacto de llegar a lo más alto. ¡Es la manera de ser de los uruguayos!”.
En Brasil, algunos tomaron las palabras de Lugano como un indicio de que a Uruguay también puede pesarle la mochila de la historia. “Si Brasil llega a la final con cualquier equipo, el fantasma de 1950 reaparece; pero si es contra Uruguay, pasa a tener carne y hueso”, sostuvo Murad. “Asusta a los dos por el mismo motivo: el compromiso del éxito. Agitar el fantasma del 50 es como si Uruguay tuviese la obligación de vencer o de hacer un gran campeonato. Y para Brasil es lo mismo: tendrá que hacer un gran campeonato y vencer. Esa obligación pesa mucho, en el fútbol y en la vida”.