Transcurridos los primeros nueve hoyos del 150º British Open el norirlandés Rory McIlroy llevaba tres golpes de ventaja. Era la historia perfecta, el gran candidato de la gente, de los analistas, de los telespectadores cortaría una racha de ocho años sin ganar un Major y nada menos que en el emblemático Old Course de Saint Andrews. En el golf no hay mayor rival que uno mismo, y esa carga psicológica volvió a ser protagonista.
Jugando un grupo adelante, el australiano Cameron Smith hizo cinco birdies seguidos entre los hoyos 10 y 14 para tomar la punta de un campeonato que a partir de ese momento fue totalmente distinto. Ahí entraron en escena los fantasmas pasados del norirlandés, los ocho años de sequía, el mal cierre de campeonatos. McIlroy ya no embocó ni un putt definitorio de los varios que tuvo en la ronda final.
Una espectacular ronda de 64 golpes, con un recorrido de 30 en los segundos nueve hoyos, le dio a Cameron a los 28 años el primer Major de su carrera. El favorito de todos, en contraste, terminaba en tercer lugar, totalmente abatido y frustrado en un nuevo mal cierre de torneo.
“Nadie estaría más contento que yo de ganar hoy la Claret Jug. Eso seguro”, afirmó McIlroy en conferencia de prensa mientras sobre el propio green del hoyo 18 se llevaba a cabo la ceremonia de entrega de premios. El paso del tiempo y las competencias futuras dirán cuánto dolió esta derrota para el norirlandés, que era líder con clara ventaja a falta de nueve hoyos por jugar y a quien el ansiado trofeo se le escurrió como arena entre los dedos.
El clima y la fiesta
En una jornada histórica, el jueves 14 comenzó una nueva edición del torneo de golf más antiguo del mundo, que tuvo su edición inaugural en 1860. Los fuertes vientos y lluvias, típicos en esta época de esa parte del mundo, faltaron a la cita y los 156 participantes que salieron en busca de la Claret Jug —uno de los trofeos más significativos en el mundo de los deportes— se encontraron con un panorama totalmente distinto al habitual.
Con esas condiciones climáticas, no resultó extraña la gran cantidad de scores bajo el par del Old Course que se dieron en la jornada inaugural, que al final del día dejó como líder con 64 impactos al estadounidense Cameron Young. En su vuelta a la actividad Tiger Woods terminaba con un largo día un recorrido de 78 golpes que lo dejaba prácticamente fuera de la competencia de cara al corte clasificatorio de la segunda jornada.
El buen clima acompañó también esa segunda vuelta en la que el australiano Cameron Smith saltó a la punta con un acumulado de 131 golpes, marcando un récord para los 36 hoyos en el British Open. De acuerdo a las condiciones de la competencia, el corte clasificatorio se estableció en 144 golpes y quedaron los primeros 70 scores más los empates en competencia para las dos rondas finales.
La caminata de Tiger Woods con lágrimas en los ojos a lo largo de todo el hoyo 18 del Old Course es una de las postales que marcó una jornada histórica para el mundo del golf. Dentro de cinco años, conforme a una de las tantas tradiciones que encierra este campeonato, el British Open volverá a Saint Andrews, pero difícilmente Tiger sea de la partida.
Los enormes tableros amarillos colocados en lugares estratégicos del trazado mostraban al final del tercer día de juego un empate en el primer lugar entre Rory McIlroy y el noruego Viktor Hovland con un acumulado de 200 golpes para los 54 hoyos, pero con la presencia de varios jugadores separados por pocos golpes a falta de 18 hoyos.
Una definición increíble
El British Open tiene un aura muy especial, sin importar en cuál de las 11 canchas se juegue; ya sea por el entorno, por el fanatismo del público, por los grandes golfistas o por su serie impresionante de tradiciones. Toda esta mística del torneo se potenció al máximo por tratarse de su edición 150a.
En ese panorama se jugó el domingo 17 la vuelta final del abierto británico ante un marco de público impresionante. La gran pregunta era si McIlroy soportaría la enorme presión de jugar ante su gente, más los ocho años sin ganar un Major. Junto con él saldría el joven noruego Hovland, quien nunca se había ubicado dentro del top 10 en un Major.
Las cosas comenzaron de la mejor manera para el norirlandés. Ninguno de los golfistas que jugó en los grupos de adelante logró despegar. Todo era calma para el gran favorito. Un bogey de Hovland en el hoyo 5 dejó a McIlroy solo en la punta ante el delirio del público. Terminó su recorrido en 34 golpes, con dos birdies, ningún bogey y una ventaja de tres golpes a falta de nueve hoyos.
Lo que nadie esperaba —mucho menos McIlroy— eran los cinco birdies consecutivos que hizo Cameron Smith para alcanzar la punta del campeonato a falta de cuatro hoyos. Ahora entraban en escena los fantasmas y los reproches por haber fallado cortos putts en los hoyos 7, 9 12 y 14 que le hubieran dado otra tranquilidad al norirlandés. La realidad mostraba que McIlroy ya no era el líder de la competencia y que, por ende, su posibilidad de levantar la copa ya no dependía exclusivamente del desempeño que tuviera.
Demostrando gran clase y categoría, Smith cerró el campeonato de la mejor manera con tres pares y un birdie en el hoyo final para terminar con un formidable recorrido de 64 golpes, ocho bajo el par del Old Course, y esperar a lo que ocurría con McIlroy en los hoyos finales. El norirlandés siguió fallando putts claves y terminó con una tarjeta de 70 golpes relegado al tercer puesto, Cameron Young se coló en segundo lugar.
Las verdaderas leyendas se destacan en la vuelta final.
Para quienes gustan de los números Cameron Smith hizo 27 putts (12 en los segundos nueve hoyos), mientras que McIlroy hizo 36 putts. Allí está una de las explicaciones de una arremetida extraordinaria del australiano que lo llevó a descontar una ventaja inicial de cuatro golpes a falta de una ronda. Esos 30 golpes realizados por Smith en la vuelta representan una nueva marca para el ganador de un British Open. Asimismo, sus 268 golpes para los 72 hoyos igualan la mejor marca de 20 golpes bajo el par que hasta el momento tenía el sueco Henrik Stenson.
En otra de las tradiciones que encierra el Abierto Británico, se destacó la actuación del italiano Filippo Celli, quien con apenas 19 años se convirtió en el mejor golfista aficionado de la competencia, por lo cual fue distinguido con la tradicional medalla de plata.
La palabra del campeón
En una emotiva conferencia de prensa, Cameron Smith declaró que llevará la Claret Jug al club donde comenzó a jugar al golf de niño, en la ciudad australiana de Brisbane. Al campeón le costó incluso contestar las primeras preguntas de la prensa.
“Ganar el British Open en Saint Andrews es algo muy especial. Solamente dos golfistas compatriotas lo lograron antes que yo. Es un gran orgullo. (...) Tener mi nombre grabado en la Claret Jug es algo increíble, ahí están golfistas que marcaron época”, dijo.
Smith se mostró muy satisfecho con su juego en los últimos cinco hoyos y en particular con la forma en que logró manejar la presión. “La atmósfera era algo increíble, costaba respirar, aunque cueste creerlo”, relató.
El campeón se refirió también al desempeño de Mcllroy, a quien le dedicó palabras elogiosas. “Rory es el jugador más consistente de la última década, no tengo duda de que pronto volverá a ganar un Major”, dijo.
Smith repasó su victoria, en la que consideró clave la “paciencia” por las particularidades del Old Course, que muchas veces lleva a los jugadores a “tirar la toalla” ante un contratiempo. La confianza, señaló, fue el otro diferencial con el que logró despegarse de sus competidores en esta ocasión.
“Después de embocar el putt para birdie en el hoyo 11 desde seis metros empecé a ver el hoyo más grande”, dijo entre risas.