Cormac MacCarthy, un genio visceral

En 1965 llamó la atención con su novela El guardián del vergel y posteriormente publicó obras como La oscuridad exterior, Hijo de Dios y Suttree, que le valieron comparaciones con la literatura de William Faulkner y Flannery O’Connor. En 1982, escribió Meridiano de sangre, por la que recibió el premio MacArthur Fellowship. Su consagración llegó en 1992 con la publicación de Todos los hermosos caballos, ganadora del Premio Nacional del Libro de Estados Unidos, y el primer volumen de su Trilogía de la frontera, que continuó con la publicación de En la frontera y Ciudades de la llanura. Otras obras destacadas de su carrera incluyen La carretera, adaptada al cine en 2009 y convertida en una de sus novelas más populares en la última etapa de su carrera. Al cine también se llevó No es país para viejos, adaptada en la galardonada película Sin lugar para los débiles, dirigida por los hermanos Coen y con un Javier Bardem como Anton Chigurh, uno de los desquiciado más memorables del cine.

McCarthy no creía en darle un lugar a la esperanza en su literatura y consideraba que, para escribir sobre la violencia, debía hacerlo con precisión. Buscó descubrir la verdad detrás de las palabras y encontrar belleza incluso en los lugares más oscuros, planteando preguntas difíciles y profundas sobre la naturaleza humana. Se negaba a respetar las reglas formales a la hora de escribir conversaciones y, en su lugar, enviaba los guiones de diálogos al olvido, brindando a sus personajes y atmósferas palabras impactantes con las que expresaba sus ideas de manera poética, dramática, concisa y sin adornos retóricos.