N° 1992 - 25 al 31 de Octubre de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáTiempo atrás, un hecho ciertamente inusual despertó el interés de nuestros medios periodísticos (y también de los extranjeros). Un peculiar personaje —de apenas 7 años— saltó abruptamente a la popularidad. Su carita fresca y sonriente tuvo una sostenida aparición en la televisión y los reportajes en la prensa se sucedieron durante varios días. El origen de esa particular situación estaba en un video, que prontamente se viralizó: en él se ve a un grupo de niños, con las camisetas de los dos grandes de nuestro fútbol, en un típico partido de baby fútbol. De pronto, alguien corre a buscar un pase profundo, domina la pelota y, antes que nadie pueda evitarlo, remata al arco venciendo al arquero rival. Luego, la habitual corrida festejando su gol, y detrás suyo todos sus compañeritos, en busca del alborozado abrazo de rigor. Hasta entonces, nada que llame la atención. Sin embargo, existe un detalle singular: quien hizo ese gol (el del triunfo, en un “clásico” de la Categoría Sub-11) y viste la casaca tricolor, con el 20 en la espalda y la cinta de capitán en un brazo… ¡es precisamente la nena de la tele! Se llama Mahia ¡y es la única en un partido de varones! De allí, su repentino salto al estrellato mediático, inserto en un mar de explicaciones y controversiales comentarios sobre un tema recurrente en estos últimos tiempos: la redefinición del rol de la mujer en nuestra sociedad y su legítima reivindicación para ganar terreno, en ámbitos que —como el del fútbol— tradicionalmente le estaban vedados.
Cabe suponer que este caso no sea el único, y que existan otras Mahias, con similar pasión y habilidades futboleras, que ya no se contentan con tener que acompañar pasivamente a sus sacrificadas madres, cada fin de semana, para ver como algún hermanito demuestra sus incipientes destrezas en un partido de baby fútbol. Pero, aunque llamativo, no ha sido este un hecho inédito en nuestra muy larga historia de país futbolero.
Ya a comienzos de la década de los 70, una muchacha sanducera (Claudina Vidal era su nombre) se entreveraba con sus colegas masculinos en los “picaditos” de barrio; y era tan buena en lo suyo que Sudamérica —un club local de Primera División— la integró a su plantel superior y hasta llegó a inscribirla en la Liga Departamental de Fútbol de Paysandú. El hecho tuvo, en aquel momento, una enorme repercusión mediática, porque no se conocían antecedentes similares; e incluso llegaron para entrevistarla varios medios periodísticos del extranjero, como El Gráfico de Argentina y la mismísima BBC de Londres. Sin embargo, el intento despertó una férrea oposición de buena parte de la sociedad sanducera de la época, y hasta de algún influyente medio periodístico local; y —según se cuenta— Claudina nunca llegó a jugar por su club oficialmente, sino solo en algunos amistosos.
Lo cierto es que, con el tiempo, las mujeres fueron abriéndose camino en el reticente mundo del fútbol uruguayo, habiéndose consolidado (y desde mucho antes de lo que puede imaginarse) su participación en torneos oficiales, tanto de carácter nacional como internacional, aunque en equipos exclusivamente femeninos. Pero, probablemente, el común de nuestros aficionados no tenga una noción siquiera aproximada de lo que ha sido ese ininterrumpido proceso evolutivo, y que recién se esté enterando de la realidad actual ante el hecho de que, en unos pocos días, Uruguay será sede del Mundial de Fútbol Femenino Sub-17 (que viene a ser el primer torneo organizado por la FIFA en nuestro país, desde el legendario Mundial de 1930).
Ocurre que —aunque ya desde 1970 existía en Uruguay una asociación amateur— el fútbol femenino recién fue reconocido por la AUF en 1996; que, a fines de ese mismo año, Rampla Jr. ganó el primer torneo oficial de esa rama (aunque de Fútbol 5); y que el año siguiente, Nacional obtuvo el primer Campeonato Uruguayo de Fútbol Femenino, con equipos de 11 integrantes. En ese ciclo inicial fue justamente Rampla el equipo dominante, y el que en el año 2009 representó a nuestro país en la primera edición de la Copa Libertadores de América. Los otros equipos más laureados localmente han sido Nacional, Colón y River Plate, en tanto que Peñarol recién se incorporó en el año 2013, obteniendo el campeonato una sola vez, cuatro años más tarde.
En el plano internacional, la primera participación celeste en mayores fue en la Copa América Femenina de 1998, y su mejor actuación fue en 2006, cuando obtuvo el tercer lugar. En tanto que, a nivel Sub-17, resalta el segundo lugar, en el Sudamericano del año 2012 —que le permitió concurrir por primera y única vez, a la Copa del Mundo de Azerbaijan— y la medalla de bronce en el reciente Sudamericano en Argentina. No obstante esa falta de resultados positivos, cabe anotar que son varias las futbolistas que han emigrado y hoy están jugando exitosamente en fuertes equipos del exterior.
A partir del 13 de noviembre, en Montevideo (Estadio Charrúa), Maldonado y Colonia comenzará a disputarse el Campeonato Mundial Juvenil Sub-17, con la participación de los mejores equipos y jugadoras del universo. Lo que puede ser propicio para que nuestros aficionados descubran que el fútbol femenino no solo tiene la gracia y elegancia propias de quienes lo practican, sino que —en clara contraposición con el masculino— la técnica individual predomina frente a la fuerza física (más pelotas jugadas en corto y a ras del piso, y menos pelotazos y fútbol aéreo); lo que suele generar partidos que suelen resultar muy atractivos para los espectadores. Por lo demás, estas últimas generaciones muestran una ostensible superación respecto de las que trazaron inicialmente el arduo camino, pues a diferencia de estas, han entrado en contacto con una pelota de fútbol ya en sus primeros años de vida.
Y ojalá también sea esta la oportunidad para que el fútbol femenino en nuestro país se torne más visible y pueda desarrollarse y profesionalizarse en debida forma, de modo de ir recortando la profunda brecha que actualmente le separa del fútbol masculino, en prácticamente todos los aspectos (algo que, con la solitaria excepción de Estados Unidos, también sucede en el resto del mundo). Es que aunque hoy resulte algo común ver, por ejemplo, en un cumpleaños infantil, que algunas niñas corran detrás de una pelota de fútbol, al igual que los varones, los prejuicios sociales a este respecto aún subsisten. Marta Vieira da Silva (la “Pelé con faldas” brasileña, cinco veces elegida por la FIFA como la mejor futbolista del mundo) lo ha expresado muy claramente en un reciente reportaje: “El fútbol femenino en muchos países carece de un nivel más elevado porque aún existen muchos padres que no aceptan que sus hijas puedan dedicarse a ese deporte de hombres”.