Crepuscular

Poco importa cuánto del personaje es real o imaginario. Lucky es Harry Dean Stanton a los 90 años haciendo la última película de su vida. Y así quedará en la historia del cine. Lucky vive solo, rodeado por fotos familiares en las que destaca una de su etapa en la Marina muy parecida a la única que conocemos de Thomas Pynchon. Por la mañana hace sus ejercicios de yoga, se peina frente al espejo, ve la tele y se entrega a los crucigramas, estudiando cada palabra y resaltando una en particular: “realismo”. Luego se coloca el sombrero, enciende un cigarro y sale a la calle. La acción de esta vida crepuscular no pasará de los Bloody Mary que Lucky bebe en el boliche a la noche junto a los mismos parroquianos de siempre. Una existencia asordinada en la que pueden precipitarse un desvanecimiento o la discusión con un abogado, y donde impera la compañía de todas las horas de nuestro sabio anciano: el tabaco. Lucky espera sin miedo el momento de la sensación verdadera. Disfruta su soledad, los paseos por el pueblo o a ver unos enormes cactus que parecen esculturas, patear una lata en la vereda, fumar un porro a los 90 y cantar con acento gringo en un cumpleaños infantil Volver, volver (“Este amorr apasionado, anda todo alborrotado”).