Dirigido por Liz Garbus y presentado en los Festivales de Sundance y Berlín de este año, Netflix acaba de subir a su grilla el documental What Happened, Miss Simone?, sobre la vida de la famosa cantante negra de jazz Nina Simone (1933-2003).
Dirigido por Liz Garbus y presentado en los Festivales de Sundance y Berlín de este año, Netflix acaba de subir a su grilla el documental What Happened, Miss Simone?, sobre la vida de la famosa cantante negra de jazz Nina Simone (1933-2003).
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNacida en Tryon, un pequeño pueblo de Carolina del Norte, su verdadero nombre era Eunice Waymon. Desde pequeña sus dotes de pianista fueron tan evidentes que su profesora de piano y gente del vecindario crearon el fondo Eunice Waymon para recaudar recursos que le permitieran estudiar y perfeccionarse en las mejores escuelas de música de su país. En 1952 el Curtis Institute de Filadelfia rechazó su prueba de admisión, presumiblemente por discriminación racial. Con evidente cola de paja ese Instituto le mandará 50 años después, dos días antes de su muerte, un diploma de honor. Rechazada en Filadelfia, el dinero recaudado por el fondo le permitió estudiar durante 18 meses en la Juilliard Schoolde Nueva York. Su sueño siempre fue ser la mejor pianista clásica de raza negra. Pero la necesidad tiene cara de hereje y Nina debió transformarse en el sustento de su familia como pianista y cantante de bares en Atlantic City. Fue entonces que para ocultarle a su madre cuál era su verdadera ocupación, cambió su nombre por el de Nina Simone.
Tenía un talento innato pero era además distinta a las otras vocalistas de su raza por dos motivos: porque su voz tenía una profundidad y una oscuridad únicas, más próximas a las de un barítono que a las de una contralto, y además porque se acompañaba al piano como los dioses, haciendo gala de una técnica que ningún otro colega había podido exhibir. Sin embargo, dotada como era, su vida fue sencillamente desgarradora. Al principio cantaba por monedas, no sabía hacerse valer. Hasta que conoció a su marido, un ex policía que la encaminó comercialmente y la hizo ganar dinero, al mismo tiempo que la maltrataba y golpeaba.
Siguió en esa dicotomía de éxito por fuera y sordidez en lo íntimo hasta que al comienzo de los años 60, con los atentados a los negros en Birmingham, Alabama, su vida artística sufrirá un quiebre definitivo. Nina se pregunta: “¿Cómo se puede ser artista y no reflejar la época que uno vive?”. Se declara abiertamente como no pacifista, dice que quiere “exponer la enfermedad, el cáncer de la sociedad americana, que es el racismo” y —por si a alguien no le había quedado claro— agrega: “Quiero conmover a los que me escuchan para que cuando salgan del night club estén destrozados”.
La lucha por los derechos civiles de los negros la obsesiona y transforma su vida artística. Sigue siendo una gran cantante y una gran pianista, pero a partir de ese quiebre su música estará al servicio de esa lucha, al punto de perjudicarla artística y comercialmente. Ella misma confesará que su “cultura militante” con las canciones de protesta le hicieron daño a su carrera. Se separa de su marido, a quien le confía la hija de ambos, se va a Liberia, África, y de allí a Suiza porque quiere permanecer alejada de lo que ella llama los “United Snakes of America” (las víboras unidas de América). Pasa también por Holanda, donde le diagnostican trastorno bipolar y una personalidad maníaco-depresiva. Finalmente muere en 2003 en Francia.
El documental muestra excelente material de archivo y narra con buena ilación toda la peripecia de la artista gracias a testimonios enriquecedores de su círculo íntimo: marido, hija, músicos y productores. El propio título del filme se pregunta qué le pasó a la señora Simone y, como si fuese un puzzle, trata de dar respuesta a esa interrogante. Quien conozca la discografía de la artista podrá comprobar que su abanderamiento apasionado con la causa política dio algunos muy buenos frutos en su carrera musical, pero que en general estos han sido en calidad sensiblemente inferiores a sus logros ajenos al género de protesta.
Tres momentos musicales del documental ilustran esta conclusión con un resultado de 2 a 1 a favor del cancionero apolítico. La protesta está bien representada con Backlash Blues en una muy buena secuencia donde las escenas de represión violenta en las calles contrastan con el tranco cansino del blues. Pero atención a dos pequeñas joyas del cancionero tradicional: una notable versión de I love you Porgy, de los hermanos Gershwin, realizada para el programa de televisión de la revista Playboy, y la no menos impresionante —por lo que hace con el piano— versión de My baby just cares for me, de Donaldson y Kahn, en el festival de Montreux de 1987. Queda claro que, una vez más, el arte y la política no hacen buenas migas.