N° 1889 - 20 al 26 de Octubre de 2016
N° 1889 - 20 al 26 de Octubre de 2016
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáJuan Carlos había realizado una gran carrera corporativa dentro de una multinacional, llegando a ocupar cargos muy cercanos a la Gerencia General, pero un día la empresa se fusionó con otra de su rubro y no había lugar para dos ejecutivos en una misma posición. A Juan Carlos le dieron un jugoso cheque y le agradecieron los servicios prestados durante más de 17 años. ¿Y ahora, qué?
El gran ejecutivo, que tenía cientos de personas a su cargo, que había manejado presupuestos millonarios, cerrado negocios que solo se ven en las películas y ejercido un poder enorme durante años, ahora tenía que decidir qué hacer con su vida. Y no lo tenía tan claro.
Es que la vida corporativa es muy diferente a la vida de un emprendedor. Una cosa es tomar decisiones de inversión, manejar presupuestos de marketing y lanzar nuevos productos con la plata ajena, a hacerlo con tus propios ahorros. Por este mismo motivo recomiendan que el abogado no sea su propio defensor en un juicio o que el médico no opere a su hijo que está con riesgo de vida.
Suena contradictorio, pero la enorme experiencia que uno acumula en el mundo corporativo, no suele servir de mucho cuando ese mismo ejecutivo comienza su propio negocio. El mayor desafío es cambiar el “chip” y controlar las emociones. Las habilidades que se requieren en la etapa del start-up de cualquier negocio, son bien diferentes a las de gestionar una empresa madura.
Otro gran problema a enfrentar es el de la ilusión del dinero en mano. Las desvinculaciones corporativas suelen ir acompañadas de suculentas sumas de efectivo. En Uruguay, los bancos privados llegaron a pagar hasta setenta sueldos para bajar personal de sus plantillas. Era común ver que un funcionario de bajo rango se fuera con U$S 70.000 y un alto ejecutivo con medio millón en efectivo. Pero el dinero, si no se invierte bien, se acaba.
Y se acaba más rápido si uno no logra bajar el ritmo de vida al que estaba acostumbrado. Al ego personal, se le suma la presión familiar, los amigos y los compañeritos del cole de los nenes. El drenaje es imparable.
A esto se le suman las malas inversiones, que no son malas per sé, sino porque se invierte con el afán de “ganar dinero”, en vez de invertir en aquello que la persona disfruta, sabe o le apasiona hacer.
Por eso es tan importante fomentar el espíritu emprendedor y que las personas podamos vivir la experiencia —en carne propia— de los desafíos, angustias y pesares que los emprendedores viven para sacar adelante sus ideas.
Sería una buena manera que los ejecutivos corporativos (a veces tan altaneros), los políticos (a veces tan saqueadores) y los sindicalistas (a veces tan equivocados), tengan una mirada más respetuosa hacia el emprendedor, desde aquel que creó un imperio, hasta el que maneja su propio quiosco.
Ambos son, a mi entender, unos héroes.