Techo invisible y piso pegajozo.
Las decanas “han podido quebrar ese techo de cristal, por sus capacidades y talentos”, afirmó Barité, al aludir a una expresión que ya en 1970 empezó a circular en los ámbitos académicos y que hace referencia a la barrera invisible que impide que las mujeres accedan a los puestos más altos de las empresas. The glass ceiling o techo de cristal se volvió un lugar común a la hora de hablar del trabajo del sexo femenino a escala empresarial, y también universitario, según confirmaron las decanas, mujeres que lograron hacer un agujero en ese techo, asomar cabeza y hoy dirigir facultades.
Sin embargo, aseguran que el sexo femenino aún se ve limitado por un cuello de embudo laboral. Coincidieron en que ese “techo de cristal” comienza a notarse luego del grado 3 y lo vincularon a la edad en que muchas mujeres deciden tener hijos.
Así y todo, varias decanas marcaron distancia de las llamadas “políticas de discriminación positiva” y de los “cupos de género”, aunque repitieron varias veces la palabra “difícil” al relatar cómo llevaron adelante una carrera exitosa y una familia.
“En general, las mujeres no rompemos cosas para llegar a algo: empleamos otras estrategias para competir con los varones a fin de ocupar sus lugares”, dijo la decana de Enfermería. Pérez agregó: “Me generan dudas las políticas de discriminación positiva, y personalmente no comparto lo de las cuotas de género. Me parece que sería menospreciar algunos logros alcanzados por las mujeres con el trabajo”.
El porcentaje de mujeres que se desempeña en el área de la salud llega, entre estudiantes y docentes, hasta 95% en algunas profesiones. Enfermería presenta “características extremas”, según su decana, que no guardan relación con las estadísticas generales de la Universidad. “Soy parte de ese extremo: nunca ha habido un decano varón en mi facultad”. Recién hoy, por primera vez, hay un grado 5.
Pérez, reelecta decana en 2017 y que ocupó cargos destacados en el Ministerio de Salud Pública, combinó su actividad profesional con la docencia universitaria y “la jefatura de hogar”. Prefiere hablar de equidad de género en lugar de igualdad, y entiende que Uruguay “está mejor” que la región en materia legal, aunque pervive “una cultura totalmente androcéntrica”, y sostiene que más que un techo de cristal, su servicio tiene un “piso pegajoso”.
“Queremos despegarnos de una imagen asociada a funciones de la mujer sacrificada. ¡Esas enfermeras no existen más!”, afirmó, y lamentó que todavía se las siga viendo como “las amas de llave mutiuso” de los hospitales.
Apuntó que si bien en la Universidad hay cinco decanas, “solo dos tienen voto” y que “aún impera el ‘efecto Mateo’, basado en la “meritocracia”, según el cual “avanzan más los que más currículum tienen”. Dicho concepto, atribuido al sociólogo Robert K. Merton y referido a un pasaje bíblico, alude a un fenómeno de acumulación de bienes o fama, simplificado en la frase “el rico se hace más rico y el pobre se hace más pobre”.
Esposa, madre, ama de casa y decana.
“Quince años atrás acá no había decanas —la primera fue de la Facultad de Derecho— y hoy somos cinco. Estamos un poquito mejor”, valoró Ceretta, de Información y Comunicación. Hija de un inmigrante italiano, dijo recibir las mismas oportunidades que sus hermanos, por lo que ser mujer no fue para ella un escollo laboral, a pesar de haber vivido una época en la que “se formaba a las mujeres para ser esposa, madre y, sobre todo, ama de casa”. Ella cumplió todos esos roles, contó, a la vez que desarrollaba su vida académica y profesional: hizo dos carreras y llegó a decana.
Ceretta explicó que una carrera muchas veces requiere de extensas jornadas laborales, disponibilidad de tiempo para viajar a cursos y congresos, acaso estudios de posgrado, y una gran capacidad competitiva. Para muchas mujeres, compatibilizar estas prerrogativas con su vida familiar, su maternidad y su gusto por otras actividades sociales o recreativas, dijo, resulta un gran dolor de cabeza o, peor, una barrera para avanzar en su profesión.
Así y todo, coincidió con su colega de Enfermería sobre cuotas femeninas: “No estoy para nada de acuerdo con la existencia de cupos de género. Lo importante no es el género de las personas, sino lo que hacen”. Negó que en la Udelar haya problemas por brechas salariales, pero sí “límites para llegar a lugares” de poder. “No se trata de un planteo de mujeres contra hombres, sino de referir a ese techo de cristal que nos topea”.
En esa línea, Bagnasco (Psicología) aportó datos de su facultad: 268 docentes, de los cuales el 71% son mujeres. Ese predominio femenino prevalece en los grados 1, 2 y 3, y baja “notoriamente” en los grados mayores: solo el 12% de las mujeres accede a los cargos superiores. “Hay más posibilidades de ser decano que decana”, puesto que ese cargo solo puede ocuparlo un grado 5, dijo.
Bagnasco, la tercera mujer docente en doctorarse en su facultad, destacó que su equipo de decanato está integrado por siete mujeres. “No es que no le hayamos pedido a hombres que nos acompañen… Pero, tal vez, no se animaron, digamos”, sonrió. Psicología, destacó, cuenta con una “sala de alimentación”, inaugurada en su decanato, y “baños unificados para cualquier género”.
“La igualdad se trabaja y es un buen negocio”.
A su turno, Torre (Química) dijo que “hay reglas no escritas pero reales e internalizadas por las mujeres” que condicionan su trayectoria, y que “muchas profesionales”, bien preparadas, “aún temen competir con los hombres” por cargos de mayor grado o de dedicación total. “Muchas veces no es necesario llamar a los grados más altos —donde predominan los hombres—, porque hay investigadores igual de capacitados para la tarea. Pero aún existe miedo entre las mujeres. No hemos podido sacarnos de encima ciertos patrones”, afirmó.
Esta química farmacéutica es “la primera mujer que en 23 años ocupó cargos de dirección en el Pedeciba (Programa de Desarrollo de Ciencias Básicas), gracias a María Simon”, quien siendo ministra de Educación (2008-2010) la proyectó. “Competí con gente de otro sexo y salí decana. Y siempre reconozco que María dio el puntapié inicial”, dijo.
En la Facultad de Química el 65% de los docentes, el 62% de los no docentes y 68,9% de los estudiantes son mujeres. Aunque solo el 50% de los grado 5 lo son.
Torre alentó acciones para favorecer la equidad de género: “Las mujeres tenemos que prestar mucha atención cuando ocupamos cargos de jefatura o dirección para mover la pelota... Yo no digo ser tendenciosas, pero sí justas”. A vía de ejemplo dijo que en 2006 predominaban los hombres en el Consejo de su facultad, y que en su decanato la mayoría son mujeres, para concluir: “Esas cosas no son porque sí: se trabajan”.
“Si uno mira esos números con mente mercantilista, y que no se me malinterprete, no podemos permitirnos la inequidad de género, porque con más mujeres hay más investigación, proyectos y dinero: la igualdad es un buen negocio”, cerró la decana.
? Especial Día Internacional de la Mujer