Del embajador de Alemania

En la última semana aumentaron los informes en los medios que —en sus relatos sobre el destino individual de refugiados sirios— reprochan a los Estados de la Unión Europea en general, a Alemania en particular, oponerse a recibir refugiados sirios en sus respectivos países. Los hechos dicen otra cosa: desde el comienzo del conflicto en Siria, 100.000 personas de este país han encontrado asilo en Alemania. Tan solo en los meses de enero a marzo de 2015, se reconoció a 15.000 personas de Siria como personas con derecho a protección. Muchos de los previamente mencionados 100.000 refugiados gozan del derecho, estipulado por ley, a reagrupación con su núcleo familiar. Para poder garantizar un alojamiento y un aprovisionamiento dignos en Alemania a estos nuevos ciudadanos —junto a otro gran número de refugiados del norte de África y de algunos países de los Balcanes— se requiere de esfuerzos considerables que Alemania asume con gusto. Pero aun con los mayores esfuerzos, las posibilidades de integración de semejante número de refugiados o solicitantes de asilo tienen un límite que requiere de un reparto de las cargas entre los Estados de acogida. Por eso, Alemania no puede recibir —salvo en el caso de reagrupación de núcleos familiares— refugiados a quienes ya se les haya reconocido el estatus de tales en otro país o que se encuentren en ese país con una visa de ingreso expedida por razones humanitarias. Definir esto como “bloqueo” no se justifica si se considera lo que Alemania ya ha hecho y lo que todavía está dispuesto a hacer en el terreno de la reagrupación familiar.