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A fines de los 70, el guitarrista británico Robert Fripp estaba viviendo en Nueva York. Tras saltar a la fama como líder de la banda King Crimson a finales de la década previa, Fripp había decidido disolver el grupo en 1974 y, tras tomarse un año sabático, dedicarse a colaborar con distintos artistas que apreciaba. Había grabado guitarras con David Bowie para el tema Heroes, producido y tocado en el dos primeros discos de Peter Gabriel (con quien además salió de gira durante todo 1976) y también colaborado en distintos trabajos de Brian Eno, ya entonces un reconocido productor y miembro de Roxy Music.
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En 1977 Fripp se encontraba inmerso en la escena punk y new wave que comenzaba a eclosionar en esa ciudad estadounidense. Además de haber trabajado con un puñado de compinches, como Peter Hammill, Phil Collins y Tony Levin, había sido el productor de Sacred Songs, el debut solista de Darryl Hall, un disco tan arriesgado que en su momento fue cajoneado por el sello, temeroso de que el aura pop de Hall se evaporara en medio de tanto experimento sonoro y compositivo. Con esa clase de vibración en su entorno, no era raro que la new wave, la música industrial y el pop comenzaran a filtrarse en la cabeza progresiva y siempre abierta del guitarrista británico.
Buena parte del material que Fripp grabó con Collins y Levin terminó siendo parte su debut solista, Exposure, que se editó en 1979 y con el que salió de gira durante todo ese año. En 1980 todavía tendría tiempo de colaborar nuevamente con Bowie en su disco Scary Monsters y en el tercer disco de Peter Gabriel. Sin embargo, su tarea más interesante sería el nuevo proyecto grupal que comenzó con el baterista Bill Bruford (con quien ya había trabajado en King Crimson), el cantante y guitarrista Adrian Belew y el bajista y “stickista” Tony Levin, a quien conocía de la banda de Peter Gabriel. Originalmente el grupo se iba a llamar Discipline y no iba a tener conexión alguna con King Crimson. Sin embargo, Discipline (1981) terminaría siendo el nombre del disco debut de una nueva etapa del rey carmesí, con un sonido completamente distinto que, sin embargo, mantenía algunas de las constantes de la obra de Fripp. Ese disco acaba de cumplir 40 años y para entender de manera cabal su impacto e importancia, será necesario remontarse a 1968, año en que Fripp creó King Crimson.
Ese año la escena del rock progresivo británico comenzaba su despegue: se formó Yes, otro de los mastodontes del rock sinfónico, y también el año en que Genesis editó su debut, From Genesis to Revelation. También debutó Jethro Tull en 1968 y fue el año en que Syd Barrett abandonó Pink Floyd debido a sus problemas mentales. Un año que también tuvo su cuota de densidad musical: en 1968 se formaron Black Sabbath y Deep Purple. En ese contexto rico y diverso fue que se creó King Crimson, bajo la batuta del visualmente reticente Robert Fripp.
Además del guitarrista, la formación original de Crimson incluía a una de las futuras luminarias del rock progresivo: su cantante y bajista Greg Lake, quien más tarde sería parte del trío progresivo Emerson, Lake & Palmer. La banda se completaba con el baterista Michael Giles, el multiinstrumentista Ian McDonald y el letrista Peter Sinfield. El disco debut del grupo llegó un año más tarde, en 1969: In The Court Of The Crimson King, y es hasta la fecha su trabajo más influyente y exitoso. Desde el comienzo, el sonido estuvo marcado por el particular estilo de Fripp y su cruce con el melotrón, una suerte de sampler analógico que en vez de usar muestras digitales (faltaban aún 13 años para que se inventara ese formato) usa fragmentos de cinta grabados, cuyo sonido se controla a través de un teclado.
El éxito del grupo, al menos dentro de la crítica y el ambiente musical británico, fue casi inmediato y muy pronto se vieron abriendo un show de los Rolling Stones en Londres. Sin embargo, esto trajo también los primeros cambios en la banda. De hecho, Fripp ha sido el único miembro constante y el grupo es considerado como su creación, más allá del reconocible espacio creativo que el guitarrista suele dejar a sus distintos colegas. Giles y McDonald abandonarían la banda inmediatamente después de la primera gira por EE.UU. y Lake haría lo propio algunos meses después, para formar el famoso trío que incluye su nombre. Sin embargo, tanto Giles como Lake serían parte del equipo de músicos que grabó el segundo disco de King Crimson: In The Wake of Poseidon.
El disco fue bien recibido por la crítica pero la situación de Fripp y el letrista Sinfield (que seguía colaborando) era bastante insólita: tenían entre manos un gran disco pero no tenían una banda para tocarlo en vivo. Fue así que Fripp convenció a su amigo Gordon Haskell, quien ya había grabado voces en el disco, que permaneciera como cantante y bajista. A ellos se sumó Andy McCulloch en la batería. En ese mismo 1970 el grupo editaría su tercer álbum, Lizard, en donde ambos, Haskell y McCulloch, serían por única vez miembros estables, sumándose también el flautista Mel Collins. Como en las otras grabaciones de King Crimson, la lista de músicos participantes iba mucho más allá de estos miembros estables, incluyendo hasta media docena de instrumentistas extra.
En esa primera etapa de su existencia, King Crimson editaría cuatro discos más: Islands, Larks Tongues In Aspic, Starless and Bible Black y Red. Contando con las poderosas vocales y el bajo de John Wetton (quien luego formaría las bandas UK y Asia) y con la presencia estable del baterista Bill Bruford (que venía de Yes), así como la incorporación del violinista eléctrico David Cross, el grupo consolidaría su estilo denso y angular, capaz de alcanzar momentos de calma extrema que, por lo general, contrastaban con pasajes especialmente ruidosos y experimentales. De hecho no es un exceso decir que en ese sentido, el de lograr la intensidad sonora a través de la distorsión, esa primera etapa de King Crimson adelantó lo que luego sería conocido como noise.
A comienzos de 1974 y a pesar de haber comenzado la composición del disco Red, Robert Fripp se encontraba cada vez más desilusionado con la industria discográfica e incluso con la propia banda. Esto hizo que el guitarrista no asistiera a varias de las sesiones de grabación del álbum, dejando la dirección artística del mismo en manos de Wetton y Bruford. Más adelante, ese mismo año, Fripp expresó su deseo de no continuar con el grupo, aunque no fue hasta finales de setiembre que se hizo el anuncio oficial. Según declararía el guitarrista entonces, King Crimson estaba “completamente terminado, por siempre y para siempre”. Sería un para siempre que duraría exactamente siete años.
Tras su año sabático y sus colaboraciones de alta gama, inmerso en las nuevas músicas que brotaban y se desarrollaban en su entorno neoyorquino, Fripp aceptaría relanzar el grupo con una impronta bastante diferente. Según diría en ese momento el guitarrista, para él King Crimson siempre había sido más “una forma de hacer las cosas” que un grupo específico de músicos y esta nueva encarnación cumplía con esa premisa. Es importante recordar que para comienzos de los 80, la escena del progresivo se encontraba por completo agotada en términos de búsqueda y popularidad. Las nuevas corrientes como el punk, la new wave, el new romantic y hasta el post punk marcaban la cancha de forma evidente. Por eso, el desafío de muchos grupos consolidados dentro del estilo progresivo fue adaptarse o perecer. Algunos lo lograron y mantuvieron sus carreras, incorporando con naturalidad esos nuevos elementos (tal es el caso de Rush) y otros vieron sus carreras disueltas en medio de la indiferencia del público.
Quizá por su larga pausa previa, quizá por el particular background musical de sus nuevos miembros, el caso de King Crimson es bastante único en el rubro. Adrian Belew venía de tocar con los Talking Heads, Tony Levin venía de la banda de Peter Gabriel, por lo que la paleta de sabores que introdujeron en el caldo fripperiano dio como resultado algo que iba mucho más allá de simplemente intentar actualizar un estilo. Es así que el King Crimson que grabaría Discipline y los otros dos discos que producirían en los 80, Beat y Three of a Perfect Pair, era un animal completamente diferente. Por un lado era claro que los temas eran más breves, acordes con el modelo de canción pop radial de tres o cuatro minutos. Pero al mismo tiempo, lo que ocurría dentro de esos minutos no se parecía a nada de lo que sonaba entonces.
Discipline salió a la venta a finales de 1981 y su particular mezcla de influencias africanas, post punk, pop, música industrial y funk tomó a todo el mundo por sorpresa. Por supuesto, no fue un hit a nivel de listas de ventas pero sí en cuanto a la crítica y logró convencer a los melómanos de las nuevas generaciones. El disco también tuvo detractores entre los puristas del progresivo, que vieron esas canciones como concesiones al momento. El tiempo, como ocurre tantas veces, puso las cosas en su lugar y hoy Discipline es considerado uno de los discos fundamentales no solo de la carrera del grupo sino del rock en esa década. Uno de los elementos que aún hoy se siguen destacando es el particular juego de guitarras que surge del cruce de estilos tan dispares como el de Fripp y el de Belew. Esta encarnación de la banda suena increíblemente ajustada, con una base rítmica tan virtuosa como nítida. Pero, como recuerda la funda del álbum, “la disciplina no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar un fin”.
Un año más tarde vendría Beat, en donde el funk rock, el minimalismo y lo cíclico de la música africana se desarrollaban en canciones de perfil más pop, como Heartbeat. La interna del grupo no era precisamente la mejor entonces: frecuentemente Belew se sentía saturado en su rol de frontman, guitarrista y principal compositor, y solía tratar con aspereza a Fripp. Luego, en 1984, llegaría Three of a Perfect Pair, en donde se comienza a notar un nuevo cansancio de Fripp y sus ganas por cerrar lo que parecía el comienzo de otro ciclo largo pero que terminó siendo corto otra vez. La cara A del álbum es un breve muestrario de canciones más convencionales, mientras la cara B es un espacio de improvisación con aires industriales. Para finales de ese 1984, exactamente diez años después de haber bajado a cortina de su banda por primera vez, Fripp anunciaba el fin de King Crimson.
El grupo volvería para un nuevo ciclo discográfico, que iría entre 1995 y 2003. Los discos THRAK, The Construkction of Light y The Power to Believe cerrarían la trayectoria discográfica de una banda que, con Fripp al frente, sigue saliendo cada tanto de gira. Sin embargo, ninguno de estos trabajos significaría el quiebre artístico que significó hace 40 años Discipline, un disco en el que un renovado Robert Fripp, de la mano de los mejores socios posibles, fue capaz de aggiornar sus raíces artísticas y al mismo tiempo cartografiar, de manera contundente, territorios musicales para los cuales aún no existía un mapa.