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    Denuncia contra el embajador Héctor Lescano

    Sr. Director:

    Motiva la presente poner en su conocimiento que el día 4 de diciembre del corriente año fui gravemente agraviada y violentada por el Sr. Héctor Lescano, embajador de la República Oriental del Uruguay en la Argentina, quien se dirigió a mi persona humillándome a viva voz mientras me amenazaba con su dedo índice a pocos centímetros de mi rostro, para luego terminar echándome de la residencia de la Embajada Uruguaya.

    Paso a relatar ahora el devenir de estos infortunados hechos: concurrí a la residencia de la Embajada Uruguaya, sita en Figueroa Alcorta 3316, invitada por mi amigo Oscar Bonilla a la presentación de su libro 100 Retratos de la Cultura Uruguaya, dicha presentación se realizó en conjunto con la del libro El Estadio Centenario. Templo del fútbol, de Alberto Magnone y Mario Romano.  Al culminar ambas presentaciones la Embajada ofreció un brindis, durante el cual nos encontramos con el Sr. embajador, nos saludamos cordialmente y entablamos una breve charla, quise aprovechar la ocasión para sincerarme con él y ponerlo al tanto de mi extrañeza y pesar respecto al hecho de que la Embajada jamás me cursara ninguna invitación para este tipo de eventos, aunque por mis actividades tanto del rubro artístico, como las de la gestión cultural, hemos estado en contacto en reiteradas ocasiones a lo largo de estos 10 años que llevo viviendo en Buenos Aires. En este punto el Sr. embajador se sintió agredido y así me lo manifestó, diciéndome: “Ya que Ud. me agrede me voy a defender, yo tengo aquí arriba a mi mujer muy enferma (sic)”. Perpleja ante tal reacción le respondí que no lo estaba agrediendo de ninguna manera, que simplemente quería ser franca y hacerle saber mi sentir, dirigiéndome a su persona con todo respeto, pero él literalmente me dejó con la palabra en la boca, alejándose escaleras abajo mientras invitaba a los autores de ambos libros a acompañarlo a una sala en la planta baja. Algunos amigos de los autores comenzaron a bajar para acompañar la comitiva, pero el Sr. embajador los detuvo aludiendo que irían a un ámbito que requería intimidad. Ante la ausencia tanto de los autores como del anfitrión, los invitados comenzaron a retirarse, sin poder despedirse de los homenajeados. Yo no quise retirarme sin saludar a mis amigos Oscar Bonilla y Alberto Magnone, así que esperé un buen rato. Como no aparecían pregunté por ellos al personal de la Embajada, quienes no me supieron responder. De modo que golpeé la puerta de la habitación donde se suponía que se encontraban. Allí estaba al Sr. embajador en compañía de Mario Romano —quien presenció toda la situación— pregunté por Oscar y Alberto y pedí permiso para pasar a despedirme, fue entonces que los aciagos hechos se sucedieron: el Sr. embajador comenzó hablarme en un fuerte tono que iba a cada segundo en aumento a la vez que se acercaba hasta vencer toda distancia tolerable, mientras me increpaba diciendo: “Ud. es una atrevida,  cómo me viene a tomar cuentas a mí de si la invitamos o no.  ¿A Ud. quién la conoce? Si quiere un lugar, primero se lo tiene que ganar… (sic)”. Más allá de desconocer que poseo una trayectoria profesional de 30 años, en la que he trabajado y trabajo junto a las más destacadas figuras del quehacer artístico y cultural del Uruguay, de la Argentina y de muchos otros países, el Sr. embajador pasó por alto, incluso, que Oscar Bonilla cerró la presentación de su libro agradeciendo públicamente mi presencia, a la vez que destacó con amorosa deferencia mi labor como poeta y gestora cultural.  Pero no suelo ir por la vida enrostrándole a la gente mi currículo y afortunadamente fui capaz de conservar la calma y volví a decirle que yo de ninguna manera había pretendido agredirlo y que en todo caso me sorprendía la virulenta reacción que estaba teniendo, considerando además que él es un diplomático; a lo que se enervó más aún y a viva voz, blandiendo con violencia su dedo índice en alto a pocos centímetros de mi rostro —como ya mencioné ut supra— me increpó diciendo que “yo no soy un diplomático, sino un político, un político, un político (sic)”. Cada vez más perpleja ante su reacción, le pedí que por favor me permitiera despedirme de mis amigos, que se encontraban en otra habitación a unos cuántos metros de allí, a lo que accedió de muy mala gana diciéndome: “Pase a despedirse sí, pero después váyase de esta residencia porque es también mi casa (sic)”. Me dirigí entonces a despedirme de Oscar y Alberto quienes charlaban animadamente, ajenos a los infaustos hechos que debí referirles de forma muy sucinta y ante los cuales quedaron absolutamente asombrados. Me consta que Oscar al despedirse le manifestó al Sr. Embajador su asombro y desacuerdo ante el destrato que me había propinado.   

    Para culminar quisiera manifestar que mucho lamento los quebrantos de salud de la esposa del Sr. embajador, a quien le deseo una pronta y total recuperación. Pero no creo que esta situación, por penosa que sea, lo habilite a comportarse de la manera que lo hizo. Quisiera, además, recordarle al Sr. embajador que “su casa” es y será la casa de todos los orientales, es suelo uruguayo, debiera pues considerar que en su despótico gesto me echó de mi propio país. Lamento enormemente que Uruguay, famoso por la cordialidad y amabilidad de sus habitantes, tenga por representante a una persona que no sabe recibir de buenas maneras un comentario que no le es grato y sobre todo que es capaz de tratar con tal violencia y desprecio a otro ser humano. Asimismo, como la mirada de género se hace insoslayable en estos tiempos, me pregunto si la reacción hubiese sido la misma si yo fuera hombre. Por último, quiero hacerle saber al Sr. embajador Héctor Lescano que este ha sido el peor agravio que he recibido en mi vida. Jamás podré olvidar el mal rato que me hizo pasar y que aún estoy procesando, pero como sé que errar es humano me gustaría que pueda reflexionar acerca de la humillación y violencia a las que me sometió y pedir las disculpas del caso.

    Sin más, me despido muy atentamente,

    Ana Isabel de la Fuente Bolumburu

    CI 2.012.202-4