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Quienes frecuenten el canal Film&Arts podrán encontrar dentro del ciclo de documentales, un par de ellos sobre dos pianistas chinos que triunfan en la actualidad. Ambos son recomendables no solo porque tratan de jóvenes y exitosos artistas actuales, sino porque además nos presentan a dos pianistas con muchos puntos de contacto en sus vidas y algunos puntos de separación en su enfoque artístico, aspectos que se reflejan en las respectivas películas.
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En 2008 se filmó El joven romántico: un retrato de Yundi Li, una producción de Rhombus Media dirigida por Barbara Willis Sweete y editada por Robert Swartz. El documental indaga de forma inteligente y prolija en la vida del artista, nacido el 7 de octubre de 1982 en Chongqing, Sichuan, China. Abre con primeros planos de máquinas y obreros que fabrican y ensamblan las partes de lo que es la máquina interna del piano. Se estructura en torno a dos leitmotiv sobre los que la cámara vuelve varias veces, que marcan el éxito del artista cuya peripecia estamos a punto de conocer: uno es la trabajosa reproducción de su imagen en cera y otro es su llegada a Berlín, para tocar por primera vez con la Filarmónica local dirigida por Seiji Ozawa el endiablado “Concierto para piano N°2” de Prokofiev.
Mientras las cámaras vuelven una y otra vez a la reproducción de la imagen y al ensayo de Prokofiev, el espectador asiste a la infancia del artista, conoce a sus padres y a sus abuelos, se entera de que su primer profesor de piano le pegaba en los dedos con una vara de bambú si se equivocaba, que su madre hacía lo mismo pero con agujas de tejer, que practicaba cinco horas diarias pero cuando tenía exámenes llegaba a ocho, que empezó a tocar a los siete años y que a los 18 ganó el Concurso Internacional Chopin en Varsovia.
Conocemos también la intensidad musical de su primera profesora de música en una escena imborrable donde dirige a una docena de chinitos que tocan una sonata de Scarlatti en acordeón-piano. Asimismo nos enteramos por un video familiar de la vivacidad de su abuela cuando estaba sana porque ahora, se la ve después de un ataque cerebral y aparece muda, mirando fijo la pantalla junto al abuelo, que se queja de que el éxito del nieto hizo que los visite menos. Vemos la preocupación de su madre por el agotamiento al que puede llevarlo la fama y cómo el padre discrepa con ella y apoya al hijo en el camino que eligió. Todo muy bien narrado, muy bien editado, transmite un acogedor entorno familiar congruente con la figura del pianista que resulta ser un joven sonriente, sencillo, llano en sus opiniones y empeñoso en su tarea artística.
Mientras apreciamos toda esa historia, la figura de cera irá ganando en exactitud con la de carne y hueso y el armado del concierto de Prokofiev irá ajustando todas sus partes. Los amantes de la música disfrutarán algunos pasajes de Chopin pero especialmente estos ensayos de Yundi Li y Seiji Ozawa mano a mano, con el director tarareando la parte de la orquesta mientras el pianista hace lo suyo en el piano. La tensión aumenta en la hora previa al concierto, que nos muestra al pianista aflojándose, jugando un partido de ping pong en su camarín, luego haciendo un poco de respiración relajante y haciéndole sugerencias de último momento a Seiji Ozawa, que riéndose le contesta: “Ya es muy tarde”, como diciendo “estamos jugados”. Los dos salen de frac sonrientes hacia el escenario, hay un fundido en negro y luego vemos nuevamente la fábrica de pianos del principio en una vista panorámica desde el techo de unos enormes galpones, que nos muestran abajo las cajas de madera con los pianos adentro, prontos para salir a destinos varios.
El otro documental es Lang Lang: el arte de ser un virtuoso, una producción de Boomtown Media y Sony Classical, dirigido y editado por Thomas Grube. El enfoque es absolutamente diferente al anterior. Ya el título nos indica que la humildad y la sobriedad faltarán a la cita. Puede decirse que esto, más que un documental, es una película de promoción del artista. Los escasos apuntes de orden familiar dan cuenta de que el niño quiso ser pianista cuando vio el corto de Tom y Jerry “The Cat Concerto” (El concertista desconcertado), donde Tom toca la Rapsodia Húngara Nº 2 de Liszt; que el padre, policía militar, estudió piano pero nunca llegó a nada y que quizás por ese motivo era en extremo severo con los estudios de piano de su hijo, severidad que la madre del niño y su profesora de piano no compartían.
Lang Lang nació el 14 de junio de 1982 en Shenyang, China, y la película ya de entrada lo presenta desplazándose en coches de lujo con chofer, en jets privados, condecorado con el Doctor Honoris Causa del Royal College of Arts de Londres por el príncipe Carlos, visitando en Shenzhen el edificio “Lang Lang Music World”, dedicado a la enseñanza de la música, a las grabaciones y al merchandising del artista, o declarando que habría que buscar puntos de contacto entre la música clásica y otras actividades, como por ejemplo el deporte. Por momentos parece más un empresario que un músico. En una entrevista confiesa que duerme mal, lo que suena acorde al ajetreo en que vive. Solo las sesiones de fotos previas a la entrevista alteran hasta al espectador de la película.
En lo musical estricto se oye poco y casi todo de Liszt porque Lang estaba presentando su recital Liszt en la “Roundhouse” de Londres y esta película está producida por Sony, que también lanzó el CD y el DVD del referido recital. Los fragmentos del concierto muestran al pianista rodeado de efectos especiales, humo, luces, papelitos que caen del techo y jóvenes en la platea que gritan y aplauden entusiasmados. A él le gusta esto, parecería que cada vez más, lo que hizo decir a algún crítico que parece el “Liberace” de los tiempos actuales. Creo que es un poco una maldad, que no hace justicia a la enorme capacidad técnica y musical que tiene.
No obstante algo similar ocurre con el marketing del pianista y en ese sentido quizás lo más indiscreto y revelador del documental sea su maestra de piano mirando a la cámara y diciendo: “Siempre le he dicho y le sigo diciendo que no exagere”.