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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl 9 de febrero dejaremos una ofrenda de flores en el monolito a la memoria del contralmirante Juan José Zorrilla Camps, en la rambla frente al Mercado del Puerto.
Recordando ese día, cundo el comandante en jefe y los valientes marinos se mantuvieron leales a su juramento de honor de respetar y defender la Constitución y las leyes.
Solos, como en su momento estuvieron los corsarios de Artigas, se opusieron al golpe de Estado, cerraron la Ciudad Vieja y desplegaron toda la flota de los buques de la Armada en orden de batalla, defendiendo las instituciones y las leyes y así evitar la tiranía.
Los tupamaros, una de las guerrillas urbanas surgidas desde la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia en Sudamérica, en los 60, fueron derrotados principalmente por la inteligencia del comisario Otero y la inteligencia naval de Zorrilla en 1972.
En octubre de 1972 surgieron contactos entre los tupas presos y militares que no querían dejar de ganar el doble sueldo de tiempo de guerra.
Jorge Batlle lo denunció, y fue imputado de mentir por un juez militar.
En las fiestas de fin de año de 1972 y en enero de 1973 los cuatro generales siguieron haciendo asados de camaradería todas las semanas, contactando jefes militares para tramar un golpe. Inteligencia naval los detectó, el comandante Zorrilla los denunció a su comandante supremo, el presidente. Bastaba una orden suya en enero, para que la Inteligencia naval los detuviera e hiciera procesar por subversión, y ninguno de los tenientes coroneles del Ejército con mando de tropa los apoyaría.
El presidente no dio la orden, prefirió cambiar al ministro de Defensa y le dijo al comandante Zorrilla que él se ocuparía del tema. Mientras, Trabal, el coronel jefe de Inteligencia militar, graduado en Panamá en Desinformación y Guerra Sucia, armaba un plan de acción diabólico que engañó a un pueblo.
Para la izquierda, simuló una posición peruanista, y contactó a dirigentes pidiendo apoyo para un gobierno militar izquierdista que pondría ministros y dirigentes de izquierda en puestos claves. Incluso cuando el Partido Comunista contactó al mismo peruano, estos le confirmaron que Trabal los había llamado a los militares peruanos pidiéndoles consejo. Y a los generales Baliñas y Seregni, coroneles afines les dijeron que esa era la posición de los generales.
Para el Partido Nacional, dolidos aún por lo que sospechaban habían sido estafados en la elección de 1971, a través de generales blancos como Aguerrondo le aseguraron el movimiento era para sacar a Bordaberry y llamar a nuevas elecciones para que Wilson pudiera ser presidente.
Para los colorados, la historia que armó Trabal, para que no se sumaran a Vasconcellos, que denunció el atentado contra la democracia, era corta. Sin mayoría parlamentaria, los colorados no conseguían aprobar leyes fundamentales para recuperarse tras la guerra interna. Con los militares, el gobierno tendría la fuerza, y una vez encaminado se llamaría a elecciones. Un partido colorado que no había defendido a su líder Jorge Batlle, y en su momento nombrado generales discutidos por golpistas como Cristi, tampoco hizo nada.
Hubo oficiales de la Armada que quisieron abrir los ojos de la izquierda, y no lo consiguieron.
El capitán Carlos Camps, socialista, tomó él una metralleta y cuando el presidente no quiso ir a la Ciudad Vieja para ser protegido por la Armada, salió para el Palacio de Gobierno para suicidarse delante del presidente, para mostrarle lo que debía hacer como Allende, como hombre de honor, antes de ceder a unos militares golpistas. Fue convencido, de parte de Zorrilla, de que eso no valía la pena.
El capitán Ernesto Ocampo se presentó ese día al Comando, y quiso convencer del engaño a jerarcas de la izquierda, pero no tuvo éxito. Fue perseguido después por la dictadura, y reconocido por la democracia.
Cuando los “cuarenta traidores” dividieron el monolitismo de la Armada, a pesar de los actos heroicos del Fusna y otros, hubo actos reservados que no trascendieron nunca.
Es cierto que la República es la más desagradecida de las formas de gobierno.
La República Oriental del Uruguay tuvo que esperar a que con la Leyenda Patria se terminara con la leyenda negra de Artigas y homenajearlo como él se merece.
En recuerdo del contralmirante, más que monumentos que demoraron 50 años, dediquemos un propósito: vivir más educados y juntos en lo mejor de lo nuestro. Nunca más terroristas, nunca más dictaduras.
Ing. José Martín Zorrilla