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El control de armas es un tema en discusión en muchos países. El terrorismo islámico, pero también la violencia de ciudadanos locales, como el caso ocurrido hace un mes en Munich (Alemania) provoca la discusión de medidas para acotar la posibilidad de que se repitan.
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En Alemania, una investigación realizada esta semana por un equipo de la revista “Der Spiegel”, reveló que David Sonboly, el joven alemán de 18 años que mató a nueve personas en el Olympia, uno de los principales centros comerciales de Munich, el pasado 22 de julio, había comprado un fusil de asalto a través de Internet y que en el momento de ser abatido por la Policía aún disponía de 300 balas. La investigación de la revista ubicó al vendedor y comprobó cómo se había hecho la transacción ilegal.
Ya antes, Thomas de Maiziere, ministro de Interior federal y vicecanciller, había propuesto que se aumentaran los requisitos para acceder a armas de fuego.
En Estados Unidos, según un informe de “El País” de Madrid, la situación es mucho más dramática y cotidiana. Cada 20 minutos un niño es ingresado por herida de bala y al año 400 menores mueren por esa causa.
Aunque los amantes de las armas sostienen que igual que un cuchillo —o un camión, luego del atentado en Niza (Francia)— depende de cómo se emplee, lo cierto es que luego de varias matanzas de escolares, el tema del control de armas ingresó también con fuerza en la nación con más muertes violentas fuera de la guerra y más armas de fuego (unos 300 millones).
Desde que en 1997 el tema pasó a ser preocupación del Congreso, 427.000 personas fueron heridas por armas de fuego y 160.000 fueron víctimas de homicidio.
El argumento central del poderoso lobby encabezado por la Asociación Nacional del Rifle se basa en el respaldo de la Segunda Enmienda, que, a diferencia de Uruguay, integra la Constitución.
Mientras que en Uruguay la venta de fusiles de asalto fue recién prohibida pacíficamente a particulares el 1º de enero de este año por el Servicio de Material y Armamento (SMA), en previsión de la nueva reglamentación a estudio del Poder Ejecutivo, en Estados Unidos los defensores de la libertad de tener y portar todo tipo de armas se manifiestan de manera pública, aunque no todos los estados de la Unión son tan liberales como Texas o Arizona.
Luego de una de las masacres, que provocó la muerte de 27 escolares en 2013, el presidente Barack Obama pareció contar con viento a favor para lograr su vieja idea de un mayor control de armas de fuego a nivel federal. Sin embargo, a pesar de que logró que el Senado considerara el tema, la oposición de los republicanos y también de algunos senadores demócratas sensibles a sus electores fanáticos de las armas de fuego se lo impidieron.
Obama no estuvo solo. El ex alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, jugó su prestigio y dinero a favor del control pero hasta ahora fracasó.
“¿De verdad vamos a ser capaces de decir que no podemos hacer nada después de asistir a esta carnicería, que los entresijos de la política son muy complicados?”, se preguntó Obama en el discurso que ofreció en Newtown dos días después de un tiroteo. Con las encuestas de su parte, según el periódico madrileño, el presidente impulsó una ambiciosa campaña para lograr una legislación que restringiera el acceso a las armas y exigiera la supervisión de antecedentes penales y mentales en todas las ventas de munición y armas.
Nada de eso ha ocurrido hasta ahora. La campaña electoral encontró al candidato republicano Donald Trump en medio de una defensa a ultranza de las armas en manos de civiles.
Un senador demócrata, que se hizo famoso por su campaña que terminó con la posibilidad de fumar en los aviones en 1989, logró luego avanzar en restricciones contra el alcohol, pero falleció antes de ver éxitos en el control de armas de fuego.
