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El 2017 fue un “buen año” para la economía uruguaya, con un crecimiento estimado en más de 3%, el desempleo estabilizado, una “notable” declinación de los niveles de inflación y un “ajuste fiscal en marcha”, si bien persisten para el país algunas amenazas.
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Con esa visión, que elogia las “políticas prudentes que permitieron al país capitalizar las condiciones externas favorables para lograr buenos resultados macroeconómicos”, el Directorio Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobó el 22 de enero la revisión anual que hace del país. Esa declaración política, difundida el miércoles 31 de enero, vino acompañada de análisis elaborados por técnicos del organismo que incluyen algunas advertencias.
En uno de los estudios remarcan que en Uruguay la mano de obra “no se puede asignar de manera eficiente en todos los sectores de producción”, al comparar con otros países de América Latina. “Más preocupante es que los trabajadores uruguayos tienden a pasar de sectores de alta a baja productividad”, como el comercio, agregan.
Productividad.
Según los técnicos del FMI, las bajas tasas de inversión —“solo 17%” del Producto Bruto Interno en promedio entre 1981 y 2016, el segundo más bajo entre las grandes economías de América Latina— así como la debilidad en la educación —con baja finalización en niveles secundario y terciario por alta deserción— probablemente operen como un freno al crecimiento económico de Uruguay.
Ambos factores están estrechamente ligados con la productividad, que según el estudio ha sido el principal impulsor de las fluctuaciones en los niveles de vida uruguayos, contribuyendo un poco más que la acumulación de factores al crecimiento a largo plazo del país en las últimas cuatro décadas.
Compilando nuevos datos sobre el PBI, del número de trabajadores y los precios de producción en todos los sectores en Uruguay, constataron que en las últimas dos décadas el transporte, almacenamiento y comunicación tuvo la productividad laboral promedio más alta (US$ 20.000 por trabajador, en precios de 2005) y el crecimiento medio más rápido en productividad laboral (9,3%).
En Estados Unidos el diferencial en las productividades laborales entre los sectores es 43% más bajo que el de Uruguay, lo que para el FMI sugiere que en la economía uruguaya “es posible aumentar sustancialmente la productividad al eliminar las distorsiones a la asignación eficiente del trabajo entre los sectores de producción”.
Según remarcan los especialistas del organismo financiero internacional, la evidencia sugiere que el desempeño económico de Uruguay puede estar siendo “retenido por funcionamiento ineficiente” de su mercado laboral.
Los trabajadores tienden a migrar desde sectores con alta hacia los de baja productividad laboral. “El proceso de reasignación laboral de Uruguay produce una relación negativa entre la productividad laboral sectorial y el crecimiento del empleo sectorial en los 10 años subsiguientes”, a la inversa de lo que ocurre en Estados Unidos, según el estudio. Agregan que este fenómeno en Uruguay está particularmente impulsado por el comercial, restaurantes y hoteles, que atrae a muchos trabajadores a pesar de sus bajos niveles de productividad laboral, y el compuesto de manufacturas y servicios públicos, que experimenta descensos en el empleo a pesar de contar con niveles relativamente altos de productividad laboral.
Las políticas para eliminar las distorsiones y fomentar la movilidad laboral pueden mejorar la asignación de los recursos laborales en todos los sectores, sostienen los técnicos del FMI. Por otro lado, dicen que la “falta de flexibilidad salarial” impide que el mecanismo de precios reasigne trabajadores de sectores de baja productividad a los de alta productividad. En este sentido, plantean que garantizar la disponibilidad de programas de capacitación y mecanismos de seguro podría ayudar a la movilidad de la mano de obra entre los sectores de actividad.
Desde una perspectiva más amplia, el FMI señala que, como parte del desempeño de la productividad de Uruguay en las últimas cuatro décadas se explicó en alteraciones en los términos de intercambio, aumentar la flexibilidad cambiaria podría permitir una mejor absorción de shocks externos. Y agrega que las intervenciones oficiales en el mercado de divisas “son comunes, influenciadas por un deseo de suavizar la volatilidad a corto plazo en la tasa de cambio que podría tener efectos costosos sobre la riqueza y el consumo en esta economía dolarizada. Una evaluación del grado óptimo de alisamiento parece justificada, para garantizar que los beneficios del tipo de cambio como amortiguador se mantengan lo más posible”.
