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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáUn edificio lleno de frío y vacío. El Hospital de Clínicas es un símbolo nacional. También lo son, entre otros, el Palacio Legislativo y el Estadio.
Estos edificios-símbolo al cabo de un tiempo comienzan a dar sus problemas difíciles de solucionar, es necesario ocuparse de ellos teniendo en cuenta lo que significan y para qué sirven. El Palacio Legislativo sirve de sede al Parlamento. Si se construyera hoy se haría de modo distinto, seguramente más funcional. Pero ahí está y nos sigue diciendo algo a pesar de sus incomodidades en el uso y su gasto de funcionamiento y mantenimiento.
En otros países hay edificios emblemáticos que se mantienen con su función original o modificada. Entre nosotros sucede con el Cabildo, que desempeñó su función gubernativa en la época colonial y también en la republicana. Desde 1830 fue sede de las Cámaras. Casi 100 años después, 1925, ya era inviable esa función y se decide construir la actual sede para el Poder Legislativo.
El Estadio Centenario vive y lucha desafiando el tiempo, sin embargo se mantiene. Su costo de mantenimiento es alto pero cumple su función deportiva.
El Hospital de Clínicas es un gran volumen de vacío (nunca se ocupó totalmente) construido hace más de setenta años con una concepción hospitalaria y logística hoy desechada. Nunca se utilizó plenamente, siempre fue excesivo para nuestro medio y las concepciones hospitalarias actuales no se adaptan a su planta física. Sin embargo, no se duda que debe hacerse todo lo posible, cueste lo que cueste, para que se adapte a lo que hoy necesita la Facultad de Medicina.
Se habla de una inversión de U$S 120.000.000 para recuperarlo en parte. Se afirma que este gasto no cubrirá todas las necesidades y que seguirá habiendo partes del edificio sin utilizar.
Me parece que la primera pregunta a resolver sería: ¿con ese dinero no será posible realizar algo más próximo a las necesidades reales de lo que se necesita? ¿Algo más adecuado, más funcional que parta de un proyecto hospitalario moderno, ajustado a las necesidades y costos de mantenimiento? ¿Es posible y conveniente seguir usando el 50% del presupuesto universitario para mantener un edificio ya inadecuado para la función que se pretende?
En los últimos cuarenta años he tenido que ir al Clínicas por distintos motivos: llevar enfermos, consultar médicos, asistir a ateneos médicos, visitar internados. Estuve a distintas horas del día, incluso tuve que hacer uso de las escaleras para subir o bajar muchos pisos por distintas circunstancias. Todas las veces salí impactado por lo visto allí dentro. Enormes espacios no utilizados pero que deben ser transitados para llegar donde uno se propone, puertas y ventanas rotas, baños en lamentables condiciones de higiene y mantenimiento. Enfermos ubicados en precarios corredores con una instalación deprimente. Mobiliario vetusto e inservible. La altura de las extensas habitaciones hace imposible mantener una mínima temperatura adecuada a la mejor recuperación de los enfermos. No es posible el rápido acceso a un gabinete higiénico por la distancia de la cama, y cuando se accede este no está en las mínimas condiciones de uso por su deterioro.
Junto a la cama de los enfermos se encuentra la vasija donde orina y esta permanece durante largo tiempo. En muchísimos casos no hay una mesita próxima a la cama donde el enfermo pueda guardar sus pertenencias personales, como cepillo de dientes, un vaso de agua, un paquete de galletitas o una manzana, todo esto se hace reposar sobre una silla deteriorada que en caso de necesitarse obliga a encontrar lugar para lo que reposa en ella.
No dudo que la atención médica sea excelente, que los paramédicos y los funcionarios cumplan una esforzada tarea superando lo indescriptible. Pero la acción de curación no se apoya solo en estos abnegados profesionales; se necesita el entorno adecuado que prevea la temperatura, la funcionalidad y existencia del mobiliario, el buen gusto y arreglo de las paredes, la existencia de puertas que contengan la sala.
¿Necesita la Facultad de Medicina este elefante blanco para cumplir su tarea? ¿Quiere y puede la Universidad seguir haciéndose cargo de esta misión imposible? ¿Qué autoridad tiene el Poder Ejecutivo, que financia lo imposible, para poner condiciones realistas y posibles? ¿La autonomía universitaria va más allá de la confrontación ideológica con la realidad?
Los uruguayos nos preciamos de ser campeones en laicidad y desmitificadores pero generamos nuestros “monstruos sagrados”, que revestimos de intocabilidad. Nos gana la inercia anulando nuestra capacidad de superar lo que conocemos por realidades nuevas y mejores.
En nuestros discursos aparece la búsqueda de lo nuevo, que se frena cuando hay que pasar a la acción, a gestar lo nuevo.
Lic. Jorge Scuro