La estatua del ángel ubicada en la cúspide de la fuente de la Plaza Matriz anuncia con su trompeta la inminente llegada del segundo diluvio universal. El mito dice que cuando se cumpla el designio, ciudades enteras sucumbirán. Los grandes edificios de la humanidad quedarán sepultados bajo un manto de agua pero el Palacio Salvo se mantendrá firme con sus pies de mármol y su cuerpo de hormigón armado. Es que el edificio fue construido dentro de un triángulo místico diseñado por Francisco Piria para resistir la lluvia divina. Así lo pensaba su arquitecto, el italiano Mario Palanti, que construyó en las columnas de la pasiva frisos de bronces fundidos con figuras de animales acuáticos que indicaban el punto hasta donde creía que llegaría el agua.
El emblemático edificio de 18 de Julio y la Plaza Independencia, inaugurado el 12 de octubre de 1928 y nombrado patrimonio histórico en 1996, está lleno de ese tipo de simbología. Todo surgió de la mente de su creador, que además de masón era alquimista, relató a Búsqueda el secretario de la administración del Palacio Salvo, Juan Carlos Islas. Sin embargo ese funcionario señaló que, para alguien que supuestamente tenía la capacidad de transformar el metal en oro —como dicen que hacían quienes se dedicaban a estudiar esas artes ocultas—, Palanti murió solo y bastante pobre en su país natal.
El Palacio Salvo tiene decenas de anécdotas como esas. En el repertorio de historias —algunas más inverosímiles que otras— hay poetisas suicidas, vedettes seductoras y diplomáticos excéntricos. También hay leyendas de fantasmas que recorren los pasillos con trajes de la época. Pero lo que quita el sueño a sus habitantes nada tiene que ver con relatos místicos, espíritus o cuentos del más allá.
El prostíbulo del siete.
“Compré el piso porque es la imagen de lo que es un palacio, un castillo, de todo lo que te hace soñar, pero ahora estoy viendo cómo esa maravilla se degrada”, lamentó en diálogo con Búsqueda uno de los propietarios que, igual que un grupo de vecinos, está disconforme con el estado actual del edificio.
La humedad que pinta de negro la superficie del pozo de aire, los caños oxidados que recorren sus paredes descascaradas y los cables de tela que allí cuelgan son algunos de los aspectos que hacen que la imagen de patrimonio histórico que había formulado en su mente se aleje de la realidad. Fuentes de la Dirección Nacional de Bomberos dijeron a Búsqueda que el edificio carece de la habilitación contra incendios y que sus responsables nunca iniciaron el trámite para ello.
Los enormes portones de hierro que descansan en el suelo de la galería, y hace dos años esperan a ser colocados, los agujeros en las paredes de los corredores que dejan al descubierto las entrañas del edificio, el ascensor de cargas roto y los prostíbulos que allí funcionan tampoco ayudan a aumentar su atractivo.
En el 7º piso, donde dicen que, operado por fuerzas invisibles, el ascensor sube y baja sin nadie adentro, funciona al menos una vivienda donde se ofrecen servicios sexuales. La situación se repite en otros de los 401 apartamentos del Palacio Salvo, según confirmó Búsqueda.
Si bien los vecinos consultados reconocieron que el proceso de degradación del Salvo comenzó hace muchas décadas, acusaron a la administración anterior —que concluyó su período de gestión el 9 de marzo— de haber continuado una mala gestión. En concreto señalaron a su ex presidente, Abelardo García Viera, que ocupó ese cargo por primera vez en 1970.
“La decadencia”.
En esa década fue que García Viera se puso al frente del Salvo por primera vez y afrontó una deuda de $ 100 millones que había generado la administración que le precedió. En esa época empezó a descascararse la parte exterior del edificio y, para evitar más problemas, fueron retirando parte del ornamento que lo vestía. “La decadencia vino porque no pagaban ni la contribución inmobiliaria ni los impuestos municipales”, explicó García Viera a Búsqueda. Y contó que, cuando en 2013 lo volvieron a elegir como presidente, tuvo que enfrentar una situación similar. “Siempre tuve que venir a saldar yo las grandes deudas”, resumió.
Esta vez las deudas generadas por la administración anterior, que estuvo desde 2001 hasta 2012, dejaron un monto a pagar de $ 75 millones. En diciembre de 2013, el gobierno departamental otorgó una amnistía general por multas y cargos por el cual esa cifra se redujo a $ 45 millones. Pero la deuda era todavía demasiado grande. Entonces García Viera fue una, dos, tres y hasta cinco veces por día a la Intendencia para lograr un nuevo convenio. Y lo logró. Finalmente, la administración del edificio firmó un acuerdo que establecía una nueva amnistía —esta vez particular— según la cual debía pagar $ 17 millones en 24 cuotas de $ 743.972 por mes, de las cuales restan 16.
García Viera también tuvo que enfrentar deudas con otras dependencias del Estado. Pero de a poco la administración del edificio se fue poniendo al día, pese a que hay impuestos que deberá seguir pagando debido a la mala gestión que tuvo en el pasado. Entre ellos está el de la contribución inmobiliaria, de la cual ya abonaron la primera cuota de 2015, por un valor de $ 511.000.
El Palacio Salvo tiene el potencial de ser exonerado de ese tributo porque es patrimonio histórico, pero perdió ese derecho hace varios años debido a que las administraciones anteriores incumplieron su deber de mantener el lugar en condiciones decorosas. Ahora, luego de la gestión de García Viera, podrían recuperar ese beneficio. Así lo pidieron los directivos del Salvo, que esperan una respuesta por parte del gobierno de la ciudad.
El panorama para ello es favorable porque los jerarcas de la Intendencia valoraron que García Viera hizo bien los deberes y se preocupó por el edificio, dijeron a Búsqueda varias fuentes del gobierno departamental y nacional vinculadas a su mantenimiento.
La Comisión del Patrimonio del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), la dependencia Protección del Patrimonio de la Intendencia de Montevideo y la Comisión Especial Casco Histórico de la Ciudad Vieja de la Junta Departamental son algunos de los órganos que están vinculados al mantenimiento del edificio, aunque éste está en manos de privados en un régimen de sociedad anónima.
Como regla general, cada acción que se compra equivale a un metro cuadrado. El edificio de 110 metros de largo tiene, contando los espacios públicos, 37.000 metros cuadrados. Hay 17.500 acciones del Palacio Salvo en manos de 407 personas.
Paraíso prometido.
El gigantesco vitral del segundo y el tercer piso representa a los remeros del Volga: un grupo de hombres que se dirigen hacia una suerte de tierra prometida, simbolizada con un árbol lleno de frutas y un sol naciente. Al mismo tiempo, esa imagen representa la llegada de los inmigrantes a Uruguay. Al igual que el propio edificio que mandaron construir, el vitral es un tributo de la familia Salvo a la ciudad de Montevideo, donde, luego de venir sin nada desde el norte de Italia, lograron hacer una gran fortuna en base al comercio de telas.
Ahora el espacio que ocupaba el vitral está vacío. La obra de arte está siendo reparada con colaboración de la Comisión de Patrimonio del MEC. Esta acción, junto a la organización de eventos culturales, la restauración de la fachada del hall de los ascensores que fue realizada con ónix —un material semiprecioso— y la refacción de algunas de las rajaduras de la paredes, forma parte de las medidas emprendidas por García Viera para mejorar el edificio, que fueron vistas con buenos ojos por las autoridades.
Las fuentes consultadas evaluaron que, más allá del esfuerzo hecho por García Viera, es muy difícil manejar un edificio de esas proporciones. Para comenzar el proceso de recuperación y pedir a la Intendencia que le perdonara la deuda, García Viera tuvo que subir los gastos comunes.
Según los informantes, algunos vecinos están disconformes con la gestión por el aumento de los impuestos. En el Salvo viven personas con situaciones económicas muy diversas, y a algunos de ellos les cuesta afrontar los gastos, señalaron. Son varios los habitantes del Salvo que tuvieron que pagar multas en el pasado y ahora se enfrentan a un aumento tributario, por lo que se niegan a pagar. Pero hace poco más de dos semanas ocurrió un cambio que, esperan, modifique el rumbo de la administración.
El martes 10 de marzo se realizó la asamblea de accionistas, en la que eligieron a los seis nuevos directores y al síndico, quienes ocuparán esos puestos hasta octubre de 2016. Dos días después, el jueves 12, los miembros de la Dirección designaron a su nueva presidenta, Alejandra Arseniato.
Aunque reclaman más injerencia por parte del Estado, los vecinos —críticos con la gestión anterior— quedaron conformes con el nuevo gobierno del edificio y aumentaron su optimismo respecto al futuro. Así, esperan que sean historias de fantasmas y anuncios de diluvios universales lo que les quite el sueño, y no el mal estado del lugar.