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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEstas líneas quieren mostrar mi consternación ante la ambigüedad del último pronunciamiento del papa Francisco respecto a la masacre de “Charlie Hebdo”. Ahora él busca justificar o mitigar o atenuar la repulsa unificada judeo-cristiano-islamista que se levantó ante una de las más recientes y terribles muestras bárbaras de Al Qaeda-Yihad Islámica. Resulta que el papa Francisco le da cabida al término “provocación”, ahora declara que “hay que respetar a quien profesa la fe” y añade a la discusión una analogía muy pobre. Esta consiste en decir que si le insultaran a su madre, él reaccionaría dándole un puñetazo a quien de ese modo insultara, como si pudiera aproximar una masacre de indefensos dibujantes, cuyas únicas “armas” eran sus lápices, ante un comando armado para la guerra, artillados y protegidos sus rostros y sus cuerpos, y dispuestos a matarlos. Los dibujantes del hebdomadario francés se manejaban con el humor y se amparaban en la libertad que provee un Estado laico. Esta función de siembra de humor es una de las operaciones espirituales más elevadas que tiene el hombre. Seguramente más elevada que una plegaria. El papa Francisco la ha rebajado, peyorativamente en el último comunicado, usando el término “provocación”. Y, ¿dónde queda su pronunciamiento en pro de la libertad que hizo no hace ni dos semanas?
Quizá sea difícil pedirle demasiado a un líder espiritual, tanguero, matero, hincha de San Lorenzo, amigo de una campechanía cercana a una demagogia pobrista, muy alejado de la hondura del saber teológico del cardenal Rätzinger, quien no se anduvo con medias tintas tanto si tuvo que autoanalizar críticamente la pedofilia de la Iglesia como pronunciarse contra el brazo armado de Al Quaeda. Rätzinger supo pronunciarse con justas palabras ante los atentados fundamentalistas de islámicos fundamentalistas.
El papa Francisco debe pensar que fue muy lejos en sus primeras declaraciones y ahora anula lo dicho, cosa frecuente de comprobar en muchos ámbitos. Sin ir más lejos, su amiga, la presidenta CFK, quien sigue postergando una y otra vez el poder echar el guante a quienes perpetraron el atentado de 1994 contra AMIA, la mutualista israelí-argentina donde murieron 95 personas y que dejara un saldo similar en número de heridos graves. Y esa postergación para llevar a los presuntos culpables a los tribunales lleva miras de no tener fecha. Al parecer incidiría en esa postergación que el gobierno argentino se quiere mantener en buenos términos con el gobierno de Irán, como medio de conseguir prebendas respecto a las compras de petróleo.
Importa destacar que una cosa es un ámbito seglar y otra un ámbito secular. El ámbito secular está enmarcado en el laicismo y la apertura al escenario del mundo. El ámbito seglar está enmarcado en la ilusión religiosa que todo lo torna más fácil respaldada en un gran Otro, y en ese lugar pone a Dios como Señor supremo, y en ese mundo clausurado, no abierto al mundo —aunque los sacerdotes vayan a trabajar a los asentamientos—tampoco consigue verse libre de una ideología, que por asestarle un golpe bajo a un “ateísmo espiritual” —más espiritual aún, si cabe, que una religiosidad estrecha de miras— y que supo posicionarse, pagando con su vida, ante la barbarie fundamentalista religiosa como fue la muerte de los periodistas de “Charlie Hebdo”.
Se podría construir una pirámide del horror con lo que tienen para ocultar Al Qaeda y/o el yihadismo islámico (no parecen discrepar mucho entre ellos). Desde el secuestro y violación de niñas, más la masacre de cientos de niños en una escuela de Peshawar en Pakistán, con el trato a dar a las mujeres que incluye la lapidación, más la decapitación de representantes de las democracias occidentales, más los atentados del 11 de setiembre y ahora este 11 de setiembre francés. “No se puede tomarle el pelo a la fe”, ha trascendido que ha declarado el papa Francisco. No se puede tomarle el pelo a la gente, diremos más prosaicamente, defendiendo el derecho a blasfemar, porque el blasfemar no justifica la masacre. Los Beatles se compararon con Jesús, un tango reza “que la chiva hasta a Cristo se la han afeitado”, entre los rioplatenses es muy común decir (blasfematoriamente) “me cache en Dié” y ya sabemos todos de qué se trata. ¿Dónde quedó, insisto, la declaración del papa Francisco de hace dos semanas, no más, que declaraba que “matar en nombre de Dios es una aberración”?
Juan Carlos Capo
CI 653.367-1