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La ley que habilita y regula el comercio de marihuana puso a Uruguay en la vanguardia de un movimiento que busca modificar la política “prohibicionista” que domina la estrategia mundial contra las drogas. Pero la norma que se aprobó hace más de un año y medio abrió otras posibilidades, sobre las que las autoridades tienen expectativas y que poco a poco, pese a las trabas burocráticas, empiezan a concretarse.
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El Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Ircca) recibió en los últimos meses decenas de consultas de empresas que quieren presentar proyectos vinculados al cáñamo, un tipo de cannabis que tiene menos de 1% de tetrahidrocannabinol (THC) —la principal sustancia psicoactiva de la marihuana—, y cuyos derivados pueden ser utilizados en vestimenta, alimentación humana y animal y biocombustibles, entre otros rubros.
Con la aprobación de la ley, Uruguay “se dio una ventana de cuatro años de ventaja” sobre el resto de los países y tiene que “aprovechar la oportunidad de ser el primero” en seguir ese camino, declaró a Búsqueda Julian Strauss, presidente de Jardín de Invierno SA, la primera empresa que recibió autorización para importar semillas de cáñamo.
Normativa.
Los riesgos de permitir la comercialización legal de marihuana, el máximo aceptable que se autoriza a comprar, las dificultades de controlar su autocultivo, el posible incumplimiento de las convenciones internacionales sobre estupefacientes a las que el país está suscrito, la decisión de recurrir a las farmacias como puntos de venta. La ley de marihuana y sus provisiones fueron objeto de ásperas controversias en el Parlamento.
Algunas pocas pasaron casi sin objeciones. Ese fue el caso del inciso C del artículo 5º de la norma, en el que se autoriza la “plantación, cultivo y la cosecha así como la industrialización y comercialización de cannabis de uso no psicoactivo (cáñamo)”. Y agrega: “Las plantaciones o cultivos, en tal caso, deberán ser autorizadas previamente por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y quedarán bajo su control directo”.
Al igual que en otros aspectos de la ley, como la venta de marihuana en farmacias, el desarrollo del sector del cáñamo avanza lento. El Ircca se encuentra “en proceso de implementación y ajuste de los procedimientos de evaluación de proyectos” vinculados a esa planta, explicaron a Búsqueda fuentes del Poder Ejecutivo. Las autoridades resolvieron, por ejemplo, que los interesados deberán inscribirse en el Registro de Operadores de Cannabis.
Según datos oficiales, hay dos empresas con habilitación para producción de cáñamo industrial. Otras diez expresaron a las autoridades su interés en trabajar en el rubro. Además, ya se autorizó el ingreso al país de cuatro variedades de semillas de esa planta.
Los interesados deben presentar un plan de cultivo en la asesoría técnica de la Dirección de Servicios Agrícolas del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP). Si esa repartición ministerial aprueba el plan de plantación lo notificará al Instituto Nacional de Semillas. Ese paso es obligatorio incluso para las empresas que no planean plantar cáñamo y pretenden vender la semilla a terceros, según indica un instructivo del proceso divulgado en la web del Inase.
Algunos interesados reaccionan molestos por la necesidad de realizar esos trámites, especialmente el correspondiente al registro en el Ircca, porque entienden que fue creado por el gobierno para la regulación del consumo de marihuana, comentaron las fuentes.
Oportunidad.
Una de las empresas que consiguieron las autorizaciones es Jardín de Invierno, liderada por Strauss, quien posee el 100% de las acciones. La compañía tiene su “base operativa” en el Polo Tecnológico Industrial de Pando. Por ahora se trata de un laboratorio —en proceso de montaje— con oficinas para sus investigadores, aunque en el futuro también contará con un invernadero de 200 metros cuadrados y siete hectáreas de chacra para el inicio de la producción industrial.
Strauss tiene experiencia en la producción de cáñamo en Canadá. “No queremos reinventar la rueda. Países como Canadá, España y Francia han cultivado cáñamo desde hace muchos años. El problema es que la guerra a las drogas que impulsó Estados Unidos en los 70 alcanzó a esa planta y restringió mucho la investigación”, explicó el empresario. “Lo que Uruguay hizo con su proceso político fue moverse más rápido y llegar más lejos que el resto”.
El cáñamo es “un mercado emergente” igual que lo fue el software en la década de 1990, opinó Strauss. Para aprovechar esa “ventana de cuatro años” que le da la ley uruguaya, Jardín de Invierno prevé iniciar los trabajos de investigación genética para tener una semilla que “crezca mejor” en la zona. “Las variedades que han sido plantadas en Europa y Norteamérica fueron muy restringidas en cuanto a su composición genética, por lo que tienes que usar una cantidad enorme de fertilizantes para que crezca una plantita”, explicó.
Una vez que el proceso de investigación esté consolidado —para el cual prevén contar con asesoramiento extranjero y han firmado un acuerdo con la Universidad de la República—, Jardín de Invierno prevé pasar a una segunda etapa. “Nos imagino usando a Uruguay como base de investigación científica, tecnología y de innovación, registrando nuevas especies de cáñamo, validando modelos de cultivo y después patentando variedades y sistemas para venderlos a otros países a medida que los mercados se abran”, añadió Strauss. “Uruguay no tiene un tamaño como para impactar en el mercado mundial con cantidad, tiene que apelar a la calidad”.
Las líneas de trabajo en las que está pensando esa empresa incluyen el área farmacéutica, la alimentación humana y animal y hasta la nanotecnología. “La planta tiene unas características impresionantes”, explicó Daniel Sztern, ex director nacional de Medio Ambiente y asesor de Jardín de Invierno.
Burocracia.
Los responsables de Jardín de Invierno, que consiguió capitales en la bolsa de Australia para financiar el inicio de su proyecto, son optimistas en cuanto al futuro, pese a que han tenido que lidiar con la burocracia estatal.
En las últimas semanas, y después de varios meses de espera, el Poder Ejecutivo autorizó a la empresa el retiro del puerto de las semillas que importó para iniciar los trabajos.
“Entendemos las demoras, pero no las compartimos”, dijo Sztern. “El tema de traer semillas nuevas al país no es algo fácil; hay pedidos que son puramente burocráticos”.
Strauss señaló que comprende las trabas porque “traer especies sobre las que no se entiende mucho es un riesgo” y las autoridades lo saben. “Si la gente abusa de esta oportunidad o crea un ambiente en el que no hay evidencia apoyando sus decisiones como grupos o empresas, las consecuencias pueden ser muy caras para Uruguay”, advirtió.