Cuando el gobierno decidió traer a Uruguay a más de 100 refugiados sirios que huyen de la guerra civil, sabía que la tarea no sería fácil. No solo se trataba de familias que escapaban de una situación traumática y que debían adaptarse a un drástico cambio cultural. Además las autoridades se comprometían a darles apoyo psicológico, económico, educativo, a conseguirles donde vivir, a ayudarlos a conseguir trabajo y a acompañarlos con equipos de especialistas durante al menos dos años.
Pasaron casi cuatro meses desde la llegada de las primeras cinco familias y el gobierno tiene desplegado un numeroso equipo de asistentes sociales, psicólogos, médicos y funcionarios que monitorean a las 42 personas que hoy intentan acostumbrarse a que Uruguay es su nuevo hogar. Para algunos no ha sido fácil.
Por eso el Poder Ejecutivo, que se había propuesto trasladar a las restantes familias —unas 80 personas— a mediados de febrero, resolvió ir más despacio. Varias fuentes que trabajan en el programa de reasentamiento informaron a Búsqueda que el gobierno está ajustando algunos aspectos de la segunda etapa del proyecto.
Los próximos refugiados llegarán al país “en forma escalonada”, en grupos pequeños de una o dos familias. Además, no vivirán por un tiempo todos juntos en un hogar —las primeras familias convivieron durante dos meses en el Colegio San José de los Hermanos Maristas, y eso generó algunos roces—, sino que se instalarán apenas lleguen en sus hogares definitivos.
Eso, explicaron las fuentes, hace que la coordinación y el trabajo previo que tiene que realizar el equipo sea mucho mayor, lo cual también incidió en la decisión de atrasar la llegada de las nuevas familias.
Aunque no hay un fecha definitiva, el gobierno está trabajando para que “antes de que termine el primer semestre del año se pueda traer a las primeras dos familias”, indicó una fuente que trabaja en la coordinación del programa desde Cancillería. “Pensamos que es mejor atrasarlo y que lleguen a una situación concreta, que apurarnos y que no sea lo más adecuado para esa familia”.
Por otro lado, en marzo cambia el gobierno y habrá que coordinar el trabajo con las nuevas autoridades, lo cual hace más difícil manejar plazos concretos, explicaron las fuentes consultadas.
Además indicaron que a partir de la experiencia con las primeras familias, el gobierno está revisando el perfil de los próximos refugiados. En vista de algunas dificultades de adaptación que se experimentaron con el primer grupo, el Ejecutivo considera que se debe insistir en explicarles a los candidatos cuáles son las “posibilidades reales” que tendrán en Uruguay.
El gobierno pretende que quienes viajen al país tengan claro qué es lo que pueden esperar, y así evitar que haya “expectativas desproporcionadas”. Esa, consideran, fue una de las “principales enseñanzas” de la primera etapa del proyecto.
Cambios.
Las autoridades también implementaron algunos cambios en el equipo de trabajo que coordinas el programa. La tarea de reasentar a las familias sirias fue asumida en principio por la Secretaría de Derechos Humanos, con el liderazgo de Javier Miranda. Cancillería apoyó en la selección y el traslado de las familias, y varias secretarías del Estado —Salud, Educación, Desarrollo Social— colaboraron desde sus áreas de especialidad.
Ahora el gobierno designó a una coordinadora ejecutiva que les da seguimiento diario a todas las familias y a cada uno de los equipos de trabajo. Además, se encarga de coordinar entre la Cancillería —que se volvió a incorporar para monitorear y apoyar en las tareas— la Secretaría y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que también se sumó al trabajo.
En noviembre el gobierno firmó un proyecto de “Fortalecimiento de la Secretaria de Derechos Humanos” con el PNUD, por el cual le transfirió a ese organismo U$S 678.781 para apoyar el programa.
Por el momento las distintas oficinas del Estado embarcadas en el programa continúan trabajando con el primer grupo de refugiados. “En la medida en que todavía estamos trabajando en este primer grupo, no hemos podido definir las condiciones específicas del segundo grupo. Si bien está claro que van a venir, todavía estamos trabajando con los primeros”, explicó una fuente del programa.
Las familias que hoy están en Uruguay ya viven en casas particulares. Una familia está instalada en Juan Lacaze, otra en Piriápolis y tres en Montevideo. La prioridad del gobierno ahora es el aprendizaje del español, para que los adultos puedan insertarse en el mercado laboral.
Algunas empresas ofrecieron empleo a los sirios adultos y están brindándoles “cursos de inserción laboral” por un período de tres meses. Les muestran cómo funciona la empresa, qué tareas van a desempeñar y qué compañeros tendrán “para que se vayan insertando de a poco”, explicó una fuente que monitorea a las familias.
Evitar el desencanto.
A partir de la experiencia de estos primeros meses, los encargados del programa se replantearon algunas estrategias. “En función de los resultados que se tuvieran se iba a ir afinando, perfeccionando y buscando soluciones más adecuadas”, dijo uno de los informantes.
El énfasis para los próximos en venir será que tengan un perfil más rural, es decir, que estén interesados en dedicarse a este tipo de tareas, más allá de las labores que hacían en Siria. Por eso la insistencia en que estén claras las expectativas de los refugiados.
Representantes del gobierno transmitieron estas inquietudes a Acnur —la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados que trabajó en conjunto con las autoridades uruguayas en la selección de las familias— para que evalúe “la posibilidad de ajustar los perfiles” de los que vendrán. Todavía no han recibido la respuesta de la agencia. “Estamos esperando para ver qué sugieren y luego trabajar con ellos en ese tema”, explicó un fuente.
“Queremos que esté claro desde un principio cuáles son sus intereses, y qué es lo que el país y el gobierno les puede ofrecer”, añadió, para prevenir “cualquier tipo de desencanto o de malentendido una vez que estén en el país”.
Por eso el gobierno también prevé que a partir de lo que se les informe en Líbano a los refugiados seleccionados para venir, algunos de ellos “puedan cambiar de idea” y “no sean todos los que vengan”.
Es que muchos refugiados sirios son recibidos por países desarrollados, como los nórdicos, y no tanto por países del tercer mundo. “Eso puede generar algún tipo de desilusión”, señaló una fuente.
A fines de diciembre, el diario “El País” informó que uno de los refugiados había planteado al gobierno su deseo de dejar el país y radicarse en una nación europea.
Asimismo, en noviembre Búsqueda publicó que el proceso de adaptación no había estado exento de problemas. Según relataron fuentes que trabajan en el proyecto, en las primeras semanas algunos sirios empezaron a “exigir un poquito más y un poquito más”, y fue necesario que los funcionarios se pusieran “firmes”. Además hubo algunos “problemas de convivencia” entre los mayores (Búsqueda Nº 1.790).
Las fuentes aseguraron, no obstante, que todos se sienten “agradecidos” de la oportunidad y valoran la tranquilidad de vivir en un país en paz. Pero aun así, “como todo ser humano, ven la calidad de vida que hay en el país, y se preocupan por su futuro, y porque les alcance” para vivir, explicó una fuente. “Son familias muy numerosas, y obviamente que se preocupan”, añadió.
“El programa es el mismo, se va a seguir trabajando en el mismo sentido que hasta ahora, con los mismos grupos interdisciplinarios”, explicó una fuente gubernamental. Más allá de los cambios, la ambición es “culminarlo”.