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“Mi abuelo fue agricultor en Fray Bentos y se encargó de sacar unas 600 toneladas de suelo por hectárea en 30 años. El no sabía que estaba haciendo algo malo. Ahora sí sabemos que vamos por mal camino con sistemas muy sojeros. Cambiemos. Ese cambio será muy recompensado”.
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Esa recomendación del director de la estación experimental Mario Cassinoni, de la Universidad de la República, y docente de la Facultad de Agronomía, Guillermo Siri, quedó dando vueltas en la cabeza de algunos de los productores y técnicos agrícolas que el martes 7 llenaron la sala del teatro Paz y Unión, de Dolores, en el departamento de Soriano. Ese día la empresa Erro realizó su jornada anual de actualización técnica para analizar temas vinculados a la innovación, el manejo productivo y los mercados de granos.
El precio de la soja en los mercados mundiales supera actualmente los U$S 600 por tonelada. Eso entusiasma a los agricultores locales, lo que favorece un aumento del área de siembra del grano en “por lo menos un 10% más que el año pasado, para llegar a 1,2 millones de hectáreas”, dijeron a Búsqueda consultores.
Pero esa oportunidad que se le presenta al productor de ganar hoy, le puede significar perder mañana, por el impacto negativo de la erosión de los suelos.
“En un sistema de monocultivo de soja, que cada vez se ve más en el agro uruguayo, la pérdida de suelo por hectárea al año puede ser de 15 y hasta 25 toneladas, dependiendo de las características del campo, entre otros factores”, destacó Siri en conversación con Búsqueda. Señaló que ese cálculo se realiza “en base a un modelo que estima una probabilidad de pérdida de suelo de 300 toneladas en un lapso de 20 años, pero que no precisa cuándo se registrará ese problema”.
“Si viene un período de varios meses sin lluvias significativas el productor puede pensar que no tendrá problemas de suelo, pero en caso que se registren precipitaciones abundantes lo podrá ver”, comentó.
Las lluvias, que pueden ser beneficiosas para la producción agropecuaria, en los campos sin cultivos que los protejan del impacto del golpe de las gotas es mayor el riesgo de erosión por escurrimiento de su superficie. Contó que en un campo ubicado en la localidad de Cañada Nieto, en Soriano, vio una cárcava (zanja formada por la erosión en el suelo) en la que una persona cabía perfectamente”.
Entonces, dijo, “cuando se plantea si es posible implementar sistemas agrícolas fuertemente sojeros en Uruguay, la respuesta es que no, eso no es sustentable, de ahí la necesidad de rotar los cultivos”.
Incluso la alternancia de plantar “trigo y soja y otra vez soja, también es un sistema que anda en el límite” en cuanto a pérdida de suelo, alertó. Aseguró que para ese caso el modelo de estudio muestra que la tierra perdida varía “entre 12 y 15 toneladas por año y hectárea”.
Respecto a la discusión de si los productores rotan sus cultivos o no, el técnico indicó que “la cuenta es fácil. Si hay un millón de hectáreas plantadas de soja, 120.000 hectáreas de maíz y 150.000 de sorgo y no hay más nada en verano, y todos los productores siembran, entonces la distribución es de siete u ocho años de soja, un año de maíz y otro de sorgo”. Según dijo, todos aseguran que alternan los cultivos, pero al final la relación de hectáreas plantadas casi no cambia.
Una alternativa es “ir haciendo cultivos que generen cobertura para protegerlo, pero el mejor camino es dejar de hacer soja un año”, afirmó. “El suelo es una fábrica de alimentos. No saquemos los ladrillos para maximizar el retorno. Seamos inteligentes”, les dijo a los productores.
El Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca impulsa el uso responsable de los campos, pero la exigencia de planes de manejo se ha postergado.
Momento decisivo.
En estos días los agricultores deben tomar la decisión de qué plantar, ya que en setiembre empiezan los preparativos de los campos y en octubre arranca la siembra de soja y los otros granos que desarrollan su crecimiento en los meses del verano.
Consultados por Búsqueda, algunos productores que asistieron a la jornada organizada por Erro en Dolores admitieron que dejar de plantar soja un año puede darle un respiro al campo para su recuperación, pero señalaron que eso supone resignar ingresos.