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Viva la diferencia. Uno de estos días, escuchando El Espectador, me enteré de rebote que el presidente había concedido (o, quizás, pedido) una entrevista con un medio escrito de su confianza (se sabe que de todos los demás desconfía). En el curso de dicha entrevista —siempre según El Espectador— el presidente había afirmado que el asunto de Pluna no se podía comparar con lo que había sido el asunto de Greno y Cambón.
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Tiene razón Mujica, mucha razón. Ambos asuntos bochornosos difieren entre sí de forma muy nítida: no son en absoluto comparables ni parecidos. Aquel de hace veinte años fue encarado con rigor por el Partido Nacional. Los dos involucrados, Greno y Cambón, fueron sometidos al tribunal de ética partidaria y apartados de filas. En el caso Pluna, tanto Lorenzo, como Calloia, como el resto de los perpetradores, han recibido cobijo y caluroso apoyo desde la bancada oficialista y de las comisiones directivas de las diversas fracciones que componen el Frente Amplio. Todo se ha tratado de ocultar mientras se pudo y de minimizar cuando golpeó la evidencia.
El presidente Mujica tiene toda la razón; no se puede ni comparar una situación con la otra ¡faltaba más! Resulta gratificante que se reconozcan las diferencias: vamos a no confundir. Y recostándome un poco más en la reposera me digo, no sin cierto solaz, ¡Viva la diferencia!