El despotismo de los gerontes (nuestro ministro Eleuterio Fernández Huidobro). Hace ya un buen tiempo leí un artículo del profesor Juan José García terriblemente hereje para el país en el que habitamos que se llamaba tal como se titula el mío.
El despotismo de los gerontes (nuestro ministro Eleuterio Fernández Huidobro). Hace ya un buen tiempo leí un artículo del profesor Juan José García terriblemente hereje para el país en el que habitamos que se llamaba tal como se titula el mío.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEs curioso: de todos los problemas que asuelan a la sociedad nadie parece percatarse de este que no por inofensivo puede tildarse de nimio o fútil.
Para los que estamos en los 30, la falta de pasaje generacional, como bien lo decía Facundo Ponce de León citado por el nombrado ut supra, es toda una cuestión a resolverse porque el Uruguay pone peajes y eso lo vemos más que nada en el ámbito político. Es como que hay un derecho de piso por el cual prácticamente tenés 30 años y todavía tenés que esperar y esperar y el entusiasmo se va perdiendo. Los viejos son para escuchar; los que tenemos que hacer somos los adultos. Hoy sos adulto desde los 30 hasta los 60; después hay que empezar a saber retirarse.
Estas apreciaciones a nivel de nuestra sociedad en la actualidad caen así, como decir que viva el capital en la Rusia comunista de los años 60. Y más increíble aún si quien lo dice, que en definitiva fue el autor del artículo, es quien precisamente tiene esos tan “codiciados” 60 años y por lo tanto es quien tiene en definitiva en su poder el control de lo que se hace y lo que no a nivel nacional.
¿A qué viene todo esto? Bueno, lo primero es que desde mi óptica, la de los adultos —ya no digamos jóvenes—, la lucha por encontrar nuestro lugar jamás es tarea fácil o limpia. Muy por el contrario, está llena de obstáculos y dificultades de todos aquellos gerontes que no sientan cabeza en el dificilísimo arte de saber ubicarse.
Algunos de mis coetarios lograran su cometido y saldrán airosos de esa batalla. Otros tendrán el gran estigma de sentirse derrotados, desesperanzados, abatidos y, en definitiva, abandonarán la lucha justo cuando recién empieza, justo cuando los más indefensos, los niños que dependen de nosotros y son el verdadero futuro y tesoro de la sociedad, más nos necesitan. Y en lo que respecta a ellos, como abuelos recogen simplemente los intereses del capital depositado en sus propios hijos (pero ojo que quienes los crían somos nosotros).
El artículo del precitado escritor sigue pues su curso y analiza lo que parece ser nuestro mayor obstáculo o, en definitiva, excusa para trancar el relevo generacional y es precisamente la falta de experiencia. Y sigue diciendo que al no haber ese recambio, la sociedad se esclerotiza y pierde los resortes para reaccionar ante un mundo cada vez más cambiante.
Por estos días asistimos a una patética demostración de adónde puede llegar la vileza de ese nombrado despotismo, gracias al endilgamiento de nada más y nada menos que del ministro de Defensa hacia el rescatista Héctor Bado de estar emborrachado de vedetismo cuando este último, con un fin pura y exclusivamente altruista, debió abandonar sus compromisos laborales en el exterior y acudió al llamado de rescate de los familiares de los pilotos desaparecidos. Probablemente, el secretario de Estado no dijo lo mismo de los antropólogos que vinieron (honorarios mediante) a buscar restos de los detenidos desaparecidos en la dictadura.
Retomo, pues, frases del artículo de Juan José García que habló del resentemiento como una de las principales características de esos gerontes, que cuando no han procesado un material que con el paso del tiempo se vuelve abultado acumulan experiencias negativas, pases de facturas y acaban generando un clima resentido, desconfiado, mezquino.
El buzo Héctor Bado lo definió como mediocre, diciéndole, además, que con su actitud se va hundiendo más y más lo que a la postre deja en evidencia la segunda y más deleznable característica citada por el filósofo, que es la envidia. Horrible actitud que también puede aparecer a cualquier edad, decía este, y qué mejor ejemplo que el nuestro, donde lo que pasa en sentido figurado es que las cumbres tienen pocos metros cuadrados y admiten poca gente. Entonces comienzan las zancadillas, las indirectas, la crítica destructiva, una ironía que no tiene nada de graciosa porque es casi el arma del verdadero incompetente y ese es un agregado mío, propio de nuestro subdesarrollo social y vital al estar conducidos por hombres que probablemente no sepan manejar siquiera la red de redes en el año 2000 y tantas cosas más.
Al parecer, en esta batalla (la de Bado) la diferenciación, los conocimientos, la fe y la esperanza pudieron más que todo el escepticismo de esos gerontes y la verdad finalmente salió a flote, literalmente hablando. Se impuso al fin y al cabo a esa acumulación de experiencias negativas de los mayores y en acto heroico pasó ese milagro, surgido a raíz de esa locura que ha de coronarse con la frase de García: ¿qué sería de la humanidad sin las imprudencias juveniles?
Ojalá cambiemos. Ojalá nos den el lugar que nos deben, aun bajo riesgo de equivocarnos y tener que aprender de nuestros errores. Y comprendan, los gerontes, lo doloroso que es para nuestro orgullo cuando nada se espera de nosotros. Y sepan, en definitiva, aportar desde el lugar que les corresponde, cediendo un poco en la tan destructiva y generalizada codicia, resumida en la célebre frase “Bebe del pozo y deja tu lugar a otro”.
Dios, cuántos males y daño se podrían evitar si así se hicieran las cosas desde un principio.
Dr. Julio F. Moro
Abogado