El ejemplo de los viejos

El ejemplo de los viejos

La columna de Andrés Danza

6 minutos Comentar

Nº 2094 - 22 al 28 de Octubre de 2020

Alcanzó solo con una llamada de la vicepresidenta Beatriz Argimón a cada uno de ellos para que hubiera acuerdo. Se conocen bien y comparten ciertos códigos que están por encima de las palabras. Por eso, cuando el expresidente colorado Julio Sanguinetti le sugirió a su colega tupamaro José Mujica que renunciaran el mismo día a la Cámara de Senadores y Argimón les pidió que fuera presencial y no solo por carta, los dos sabían que no podía haber un no como respuesta. Ambos distinguen a la perfección lo importante de lo accesorio y saben que la historia manda.

Por eso cerraron su ciclo parlamentario juntos. No es que se vayan, es obvio que seguirán en política. Pero aprovecharon ese “retiro” del martes 20 para ingresar a otro plano, mucho más perdurable y representativo de una realidad que ha quedado un poco ajena a los medios masivos de comunicación y a las redes sociales en los últimos tiempos. Porque la renuncia conjunta de Mujica y Sanguinetti al Senado también es un reflejo de un Uruguay que todavía vive. Está golpeado, pero respira.

Representan a grupos muy distintos de la sociedad. Estuvieron enfrentados a lo largo de todas sus carreras políticas. Fueron y son adversarios ideológicos, aunque puedan tener puntos en común relacionados con una visión batllista. Cada uno se ubica a un lado de esa grieta que parece profundizarse tanto en Uruguay en los últimos tiempos. Son como íconos históricos de esos dos equipos enfrentados en una batalla sorda y constante, que empieza a hartar a muchos.

Sin embargo, en la sesión del Senado del martes pasado dejaron claro que lo que verdaderamente representan es otra característica uruguaya anestesiada por tanta estupidez contemporánea: la posibilidad de unirse más allá de las diferencias. Uno con dos presidencias a cuestas y otro con una, los dos con un presente de liderazgo y votos, cerraron el capítulo parlamentario con un canto a la alta política y a lo que los une.

Ese debería ser un ejemplo para muchos otros. No tiene que ser Twitter el que mande en política. Muchos dirigentes políticos y también periodistas y líderes de opinión están demasiado tiempo en redes sociales, exaltando y alimentándose de una guerra que fuera de esos ámbitos no es más que una discusión acalorada, o ni tanto. Han hecho de Twitter la realidad, y Twitter es un mundo minúsculo, inexistente para la mayoría.

Hay que aprender de los viejos. Y más si son figuras centrales de la historia política reciente de Uruguay y con un peso importante en los tiempos actuales. Sanguinetti y Mujica fueron, son y serán protagonistas de su tiempo. Le guste a quien le guste. Estas cosas son, no se borran ni se magnifican en función de los intereses de algunos.

Ellos dos lo saben. Por eso eligieron recibir en conjunto el aplauso. En tiempos de enemistades y brechas, de buenos y malos, de ellos y nosotros, resolvieron sacarse la última foto como senadores fundidos en un abrazo, como un acto de militancia a través de los gestos. Así, con ese detalle, también están construyendo futuro.

Está claro que representan tiempos políticos distintos y que sus lecturas sobre la historia reciente y los momentos actuales son contrapuestas. Sanguinetti es asociado con la “teoría de los dos demonios”, que atribuye a tupamaros y militares ser responsables de la dictadura. Mujica sostiene que nada tiene que ver con la dictadura porque cuando llegó él ya estaba preso. Sanguinetti evalúa que los 15 años de gobiernos del Frente Amplio, y en especial el período de Mujica, son causantes de lo que interpreta como una decadencia cultural y un retroceso general. Mujica acusa al Partido Colorado de ser el artífice de la peor crisis de la historia uruguaya en 2002 y el principal responsable de la debacle electoral posterior de los lemas históricos. Eso solo por poner dos ejemplos, pero la lista es larguísima y seguirá siéndolo.

Con todo esto a cuestas, igualmente ambos muestran que se puede hacer un poco de silencio y mirar más alto en los momentos importantes. Es gratificante saber que esa posibilidad todavía existe. Y que, pese al ruido de los fanáticos, la contaminación de la grieta todavía no llega a los que lucieron una banda presidencial en el pecho. Bueno o malo, es mucho lo que ambos hicieron y lo que siguen haciendo.

Sanguinetti fue uno de los primeros en visualizar un triunfo de Luis Lacalle Pou en las elecciones de 2019 y trabajar para que fuera a través de una coalición multicolor. Lo dijo en la redacción de Búsqueda en noviembre de 2018, frente a Lacalle Pou, en un encuentro entre ambos que organizó el semanario. “Acá hay un futuro presidente y un expresidente”, fueron sus palabras. Y tenía razón. Cierto es también que Sanguinetti tiene de las malas en su trayecto político desde ese día hasta hoy, y algunos lo acusan de ser el culpable de la caída del otro líder colorado, Ernesto Talvi. Es parte de su condición de líder carnívoro, de los que perduran.

Lo mismo ocurre con Mujica. Sobre él caen todas las maldiciones de algunos blancos y colorados, que lo ubican como representante de lo que no quieren para Uruguay. Algunas de sus declaraciones ayudan a causar esos resentimientos, pero otras no. Además, sigue siendo uno de los principales líderes de la oposición —el más votado, por lejos— y antes de que se instalara el actual gobierno tuvo charlas con varios de sus representantes principales. La idea acordada fue que haya confrontación, pero moderada, algo que terminó de consolidarse con la llegada de la pandemia de coronavirus a Uruguay. Y la realidad muestra que el país es ejemplo por haber actuado de forma responsable y sin fracturas importantes ante la delicada situación que se arrastra desde el 13 de marzo.

Capaz que eso también ocurrió porque los líderes políticos uruguayos de primera línea suelen estar donde tienen que estar cuando la situación lo amerita. Y hasta abrazarse si es necesario. ¿En cuántos países de la región se puede registrar esa foto? ¿Y del mundo?

“El Senado de la República despidió a los expresidentes Julio Sanguinetti y José Mujica. Ambos representando partidos diferentes y con miradas de la sociedad diferentes son referentes de un país que debe seguir construyendo con orgullo su democracia republicana”, escribió en Twitter la vicepresidenta Argimón. Que así sea.