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    El embajador Héctor Lescano

    Sr. Director:

    Corría el fin de 1985 o comienzo de 1986 y el PDC (Partido Demócrata Cristiano) celebraba su Convención Nacional en el local del Platense Patín Club. Transcurrió todo normal, hasta el momento que se trató la postura del partido en lo concerniente a la determinación que debían tomar los delegados designados al Congreso de los Partidos Demócratas Cristianos de América a celebrarse en el mes de febrero de 1986, en San José de Costa Rica. Dicho congreso, como punto saliente, era la situación de El Salvador y juzgar la conducta de su presidente, el ingeniero Napoleón Duarte. La Convención del PDC necesitó tres votaciones para aprobar su decisión. Al final triunfó la posición, por escasísimos votos, de expulsar a Napoleón Duarte de la unión de los PDC americanos. Mi situación era de total apoyo al presidente de El Salvador, por lo tanto voté la moción que resultó en minoría.

    Lescano (único diputado del PDC y presidente de la Junta Nacional) y Carlos Vassallo (diputado suplente y secretario general de la Junta) fueron los designados al Congreso en San José de Costa Rica como delegados del PDC.

    Lescano y Vassallo votaron a favor de Napoleón Duarte que, en buen romance, significó lisa y llanamente no cumplir con el mandato imperativo de la Convención Nacional. De regreso a nuestro país, muy sueltos de cuerpo, adujeron olímpicamente y con total desparpajo que, como todos los demás delegados estaban a favor del presidente salvadoreño, no quisieron dar la nota discordante y se sumaron a la unanimidad junto a todos los otros delegados.

    Nadie en el PDC le expresó (salvo la excepción de un “loco”) que la votación significaba la traición a la Convención y, con ello, a los estatutos del Partido. Pero ahí apareció el “loco”. El “loco” quien sin ser letrado, ni licenciado ni nada, que estudió todo lo reglamentario y estatutario y que, basándose en su artículo 4to., dijo que tendrían que ser juzgados y, en el 5to., expulsados del PDC, y ahí no había dos bibliotecas. Ergo, el tribunal de disciplina se lavó las manos (Pilatos hay muchos) y no les pasó nada al diputado y su suplente. El “loco”, quien pidió la expulsión de los susodichos, votó en la Convención a favor de la moción vencida y por tanto en el concierto de los PDC americanos fue la moción triunfante. Estaba contento, pero, como nadie de la moción triunfante en Uruguay objetó la actuación de traición de los delegados de nuestro país, no quisieron darse por enterados y trataron de “barrer debajo de la alfombra”, el “loco” tomó al toro por las guampas y, lo dicho antes, ni el Tribunal, ni la Comisión Nacional se animaron a hacer cumplir con el mandato estatutario, y Lescano y su suplente y, con soberbia, faltaba más, siguieron en el Partido, otrora glorioso, y el “loco” por esa actitud renunció al PDC. El “loco” fue así como se refirieron a mí cuando presenté la acción de expulsión de los citados.

    Mi solidaridad y total consideración y apoyo moral a la Sra. Ana Isabel de la Fuente Bolumburu por el trato recibido por el “fabricado” a dedo como embajador en Argentina, el indeseable machista Héctor Lescano.

    Dicen los letrados “que a confesión de parte relevo de pruebas”. Pregunto qué hace Lescano en el edificio uruguayo si él dijo a la prestigiosa y orgullo de la cultura intelectual de nuestra país que: “Yo no soy diplomático, sino un político, un político, un político (Sic)”. Ver pág. 45 en Búsqueda del 12/12/2019.

    Si él dice que no es diplomático, ¿qué está haciendo y qué hacen los diplomáticos de carrera?, y nosotros seguimos siendo los nabos de siempre que pagamos el sueldo y casa gratis a un embajador que según él mismo dice que no es embajador. Esto da para mucho más.

    Agradecido a la Sra. Ana Isabel de la Fuente Bolumburo por su esclarecida carta y a Lescano que como político lo único que hizo fue colaborar para que el PDC esté donde está: poco, poquito menos que inexistente.

    Esteban G.Los Santos

    CI 956.521-7