—¿Esperaba el fallo del juez por el delito de tortura?
—Fue una situación rara. Después que se ve el video hubo una presión importante de varios sectores: el Poder Ejecutivo, las organizaciones de derechos humanos, hasta de pronunciamientos internacionales, y sabíamos que esto venía medio complicado, pero hasta ese momento nadie de nosotros sospechaba que fuera por el delito de tortura, una ley que fue creada para el genocidio, los crímenes de guerra y de lesa humanidad. Creíamos sí que podía haber algún procesamiento por la alarma pública, por el abuso de función y trato desmedido. Cuando los abogados se enteran por dónde venía la mano, no daban crédito. Ese fue el primer cimbronazo fuerte, porque que te pidan el procesamiento por el mismo crimen que a Gavazzo, que a Silveira y a toda esa lacra humana que tanto mal le hizo al país, te pega fuerte. Y ahí yo tenía un olfato raro. Veía que esto venía muy digitado.
—¿En qué sentido?
—Empezás a atar cabos y ves cómo se armó el operativo: el video sale once días después que había sucedido, en el medio de una movilización de nuestro sindicato donde nos enfrentábamos con la administración de (Gabriela) Fulco, sale el día antes de un paro general del PIT-CNT en el que yo era visto como una de las personas que más había cinchado para que se concretara, y después los pronunciamientos del Poder Ejecutivo, la ministra de Educación dice lo que dice y sale el fiscal de Corte —es decir, habla la jefa y el subordinado— diciéndole claramente a la fiscal qué hacer. Se veía que la cosa iba a estar fea. Tengo un sentimiento de culpa porque el objetivo político era yo y evidentemente, para llegar a mí, todos los que habían hecho algo más que yo tenían que tener una sanción superior a la mía.
—Usted y varios de sus compañeros del sindicato hablan de que hay un operativo político. ¿Quién lo hace? ¿Por qué es usted el objetivo?
—Por varias cosas, suponemos nosotros. Hemos tenido una trascendencia a nivel sindical por no estar subordinados al gobierno. Lo que hemos planteado, nuestra línea sindical de la corriente 41, es que las cosas que el gobierno hace bien, no tenemos vergüenza en aplaudirlas, pero las cosas que hace mal las tenemos que enfrentar. Hubo una serie de seudo reformas del Estado, con las que fuimos críticos, porque queremos una verdadera reforma del Estado. Y a partir de tener un cargo de vicepresidente del PIT-CNT, creo que a algún sector del gobierno le molestó demasiado. En ese poco tiempo pudimos articular todo el departamento de estatales y municipales, lo que ha tenido una relevancia muy importante y en dos meses sale un paro general de 24 horas, ahí cierra todo el espectro de una visión crítica del gobierno hacia la línea de acción que estamos desarrollando. Después hay una situación clara: nos enfrentamos duramente a la administración del Sirpa porque entendemos que las cosas que anunció la presidenta del organismo son nefastas para la institución.
—El relacionamiento comenzó siendo duro. El sindicato se opuso a la designación de Fulco y lo hizo llegar al Poder Ejecutivo. ¿Por qué fueron por ese camino?
—Le dijimos al presidente de la República antes de que asumiera, que el pasado de la señora Fulco tenía más sombras que luces (se refiere a un sumario que se le realizó en 2003 en el Ministerio del Interior). Eso fue el detonante de toda esta situación, porque tocamos a una protegida del sistema, la protegida directa del ministro del Interior, Eduardo Bonomi, la cual fue impuesta a la ministra Marina Arismendi, y como ella tenía la decisión de cambiar la administración del Sirpa, compró ese paquete y ahora lo respalda, cosa que me parece lógico. Nosotros tuvimos cuatro reuniones con ella y le planteamos, en función de que los anuncios que ella venía haciendo iban en otra dirección de lo que se venía actuando, que era necesario tener los protocolos de actuación definidos para que los trabajadores no cometieran errores, y en la segunda reunión nos dice que está trabajando en esos protocolos. Y en el medio de eso sale a decir algunas cosas que le salimos al cruce, como por ejemplo mandar a los gurises al Comcar cuando cumplan 18 años y luego reabre el centro SER. Eso a la señora no le gustó mucho y se armó toda esta operativa.
—Cuesta creer que haya una estrategia tan meditada, donde usted es procesado solo para quitar a quien diga lo contrario al gobierno.
—¿Qué les cuesta creer? Son hechos concretos. ¿Esperaban que el gobierno decretara la esencialidad en la educación? Hubo 59 días de huelga con (Julio) Sanguinetti y no se decretó. Acá por un paro de cuatro días se decreta la esencialidad. ¿Esperaban eso de este gobierno? Tres decretos de esencialidad en 20 días. ¿Qué es el decreto de esencialidad? Limitar el derecho de huelga. Se aplicó el 6 de agosto a Meteorología por los vuelos comerciales para proteger a las empresas aeronáuticas, tomamos una medida acá y porque abandonamos los puestos de trabajo se decreta la esencialidad y a los tres días se decreta la esencialidad en la educación. ¿Eso es de un gobierno de izquierda?
—¿Para usted este es un gobierno de izquierda?
—Claro que no. Está claro que estas decisiones no son de izquierda. Limitar el derecho de huelga no es de un pensamiento de izquierda, es todo lo contrario, es de un pensamiento fascista. Se quiere tener el control sobre las organizaciones sociales.
—¿Usted cree que el presidente Tabaré Vázquez busca eso?
—No es que lo crea, es que lo veo. No conozco ningún antecedente de que en 20 días se haya decretado tres veces la esencialidad.
—¿Y dónde termina todo esto?
—Todos los días, después de ese escarnio público al que fuimos sometidos, pensábamos que se terminaba y al otro día aparecía otra cosa. Se llegaron a meter con mi familia.
—Se habló de que fue votante colorado.
—En 1994 ni siquiera voté, pero estaba en una lista del Partido Colorado porque hacía poco había entrado al INAU y el director de mi centro iba de candidato y me dijo si no le firmaba y lo hice. Nunca milité en el Partido Colorado. La única militancia política partidaria que tuve fue en un trayecto muy corto en la Liga Federal Frenteamplista y en la Corriente de Izquierda. Después me dediqué de lleno a la militancia sindical. Lo he dicho 74.000 veces. A mí no me queda cómodo jugar con dos camisetas, la de un partido político y la de dirigente sindical. No sé hasta dónde se va a llegar con todo esto. Vienen por más. A gran parte del gobierno, no a todo, le molesta que los sindicatos no digan amén.
—Volviendo a lo que pasó el 24 de julio, las imágenes son fuertes. ¿No se arrepiente de lo que pasó?
—Hay que ver el video completo. Yo era la primera vez que venía al centro. Vine porque hubo un intento de fuga que dejó a cuatro compañeros lastimados. Vinieron los compañeros de la mesa sindical del Sirpa y ahí se generó un chisporroteo con la dirección porque para los compañeros no estaban dadas las garantías y los directores querían que se cumplieran las funciones. Como se generó todo ese lío arranqué para acá. Llegamos acá, los compañeros no pudieron hacer una asamblea y ahí lo que se estaba haciendo era labrar un acta donde se pusieron las cosas que estaban sucediendo. Ahí leo el acta, y como estaba tan quilombeado todo y la administración había dispuesto el traslado de 40 gurises, es que vienen los compañeros de la Unidad de Traslado que ni siquiera trabajan acá. En el medio de todo eso, cuando se empiezan a hacer los traslados, ahí en el centro, que está del otro lado, nos reunimos y cuando nos sentamos para darle las reivindicaciones, suena el handy diciendo “motín en el C, motín en el C” y salieron ellos disparados. En el video se ve que los gurises rompen el candado, van a buscar las puntas que tenían en las otras celdas y con una de esas puntas levantan la tapa de la cámara, la rompen en mil pedazos y luego van a romper los candados. El de monitoreo de las cámaras va diciendo por handy “abrieron los candados”, y por eso ingresa tanta gente. ¿Cuál es el modus operandis cuando pasan este tipo de cosas? Hay dos que se hacen los que se entregan y cuando vienen a reducir —generalmente son cinco o seis— salen los otros y los toman de rehenes. Cuando vieron entrar a ese malón no salieron. Yo dije una cosa que se me criticó mucho cuando hablé en “El Observador”. Todo eso no lo vi en vivo y en directo, ni me había enterado de cómo había sido. Me entero el día que sale el video. Cuando lo veo, me impresiona, todo el malón que entró no lo había visto. Yo le digo al periodista que lo único extraordinario es la cantidad de gente, porque normalmente no hay tantos. Pero no conozco ninguna reducción en la que no se utilice la violencia. Puedo decir que he visto reducciones mucho más violentas que esta y ni que hablar de las que participa el GEO. Hemos tenido que ir a rescatar compañeros que están como rehenes, en situaciones límites. Y en ese momento no detecto que hay un funcionario que le pega en el piso a uno de los gurises. Cuando lo veo, rebobino y digo: “esto es un exceso y no tiene ningún tipo de justificativo”. Capaz que hay un uso desmedido de la fuerza, pero ninguno de los gurises tuvo lesiones de gravedad. Y después se da la situación del bomberito. Hay un compañero que grita que hay fuego y se usa el bomberito. Con el diario del lunes te digo que debería haber declarado de otra manera. Pero igual, creo que había un objetivo.
—¿Cree que hay hipocresía cuando se habla del trato entre los funcionarios y los menores?
—Eso es normal. Está la hipocresía para un lado y para el otro. Muchas veces la gente lo que quiere es que estos gurises estén muertos, y después para quedar bien dicen “pobres niñitos, qué mal los trataron”. Pero tampoco me subo al carro de los otros que dicen que merecen la pena de muerte y que hay que matarlos. Nosotros, cuando hay excesos, los condenamos. Y en esto hemos sido claros, pero también hay un direccionamiento, donde operan mucho los medios de comunicación y las organizaciones de derechos humanos, que cuanto peor estén las cosas, para ellos es mejor porque lucran con esto. Ellos lucran. Hay ONGs que cobran más de $ 300.000 por mes para atender a hasta 25 gurises y no llegan a atenderlos. Entonces siguen dando bombo a esto, porque de eso viven. Hay algunas críticas que me duelen mucho, como la declaración de Familiares, que para mí es una entidad que respeto mucho. Las otras me chupan un huevo, me chupan un huevo porque ellos son los que mercantilizan con esto.
—Con estas situaciones de violencia y motines, ¿cómo se recupera al menor infractor?
—No hay que ir al exterior a ver cómo trabajar en un sistema de privación de libertad donde los gurises puedan prosperar. Hay que ir a la Colonia Berro o al Hogar Ituzaingó y el Hogar Paso a Paso. Pero eso no tiene prensa y ahí hay muchos más que acá. El problema es que cuando alguien viene y dice que hay que refundar el sistema, para refundar el sistema no podés mostrar lo que se hace bien, porque si no, para qué vas a querer refundar. Hay un error de imprenta en la frase, no fue hay que refundar, es refundir el sistema. Muchas de las cosas que están pasando acá son responsabilidad directa de la administración. Acá alguien definió que había que hacer el operativo y nosotros sabemos quiénes estaban y lo vamos a presentar en la denuncia para que se investigue. Porque si fue tortura que haya un compañero con mirada intimidante y puños apretados sin tocar a un gurí y hoy esté en cana, yo quiero saber qué pasa con los que dieron la orden.
—Cuando Fulco ingresa al Sirpa (Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente) al mismo tiempo se producen motines y fugas que en la administración anterior no se dieron. Esto puede generar suspicacias. ¿Por qué pasó?
—Se dijo que el sindicato tenía un pacto de paz sindical con la anterior administración. Si alguien lo puede comprobar que lo corrobore. Nosotros no teníamos ningún pacto. Tuvimos reivindicaciones que se consiguieron: pasamos de 600 a 1.400 funcionarios, las construcciones de 300 plazas se hicieron, aunque no son de la mejor calidad porque los propios gurises las rompen, pero se construyeron, y hay un programa de inserción por el que pasaron más de 400 privados de libertad. Después hay mil diferencias. Pero no es el sindicato el que promueve los motines. Seríamos terribles vejigas si hacemos eso cuando los compañeros nuestros son los que salen lastimados. No venimos a promover el desorden acá, lo está promoviendo la administración con sus hechos.
Nosotros ahora vamos a discutir el protocolo. ¿Por qué? ¡Porque no hay! En la última negociación un compañero explica que el uso de la fuerza no está prohibido, puede ser usado para la contención sin ser desmedido, y como no existe protocolo lo que hay son medidas que se usan en la práctica. Cuando hay un chiquilín cometiendo un desorden, cuerpo a tierra, se engrilleta las piernas y se lo esposa. La señora Fulco nos dijo que eso es lo que hay que seguir haciendo. Y por eso hay más de 17 compañeros presos.
—¿Cómo interpretó que Richard Read renunciara al PIT-CNT como consecuencia de este episodio?
—Él aparece en el Secretariado Ejecutivo cuando hay temas de atención pública. Arma escenarios para estar permanentemente en los medios. Pidió licencia, pero hacía tres meses que no iba. Fue porque apareció este tema. Estamos convencidos que el sindicato actuó bien. Me quieren pedir la renuncia, yo renuncio, si me quieren desterrar del mundo, no paso nunca más por la sede. Pero que tomen la decisión ellos y no yo. Nosotros teníamos que estar en el lugar donde teníamos que estar si había cuatro compañeros heridos. Read planteó que haya consenso y llegamos a un acuerdo. Ahí él recula y sale en cadena nacional.