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    El gran enigma

    N° 2043 - 24 al 30 de Octubre de 2019

    Sigue siendo —pese al discurrir de los años— un gran enigma en la historia del tango.

    ¿Quién fue, en un mundo patriarcal, machista, la primera mujer en grabar un tango, música todavía marginal y prostibularia en los albores del siglo XX?

    El historiador Néstor Pinsón ha dicho, recientemente: “En general se repiten opiniones, se difunden invenciones o falacias y no se encuentran investigaciones serias”.

    Sin embargo, eso no ha impedido que se haya logrado un precario consenso: fue Andrée Vivianne, cuya voz aún puede escucharse pero de quien jamás se obtuvo un documento que probase si era su verdadero nombre, ni fechas y lugares de nacimiento y muerte o si se casó y tuvo hijos. Y hasta pesa sobre algunas fotografías supuestamente suyas que llegaron a circular la sospecha de falsedad.

    Donde la verdad resplandece es, precisamente, en las grabaciones.

    El investigador y editor Héctor Lucci obtuvo un listado oficial de temas de la “señora misteriosa”. Para imprimir música se usó inicialmente fonógrafo, máquina que registraba los sonidos mediante profundas incisiones en un surco sobre un pequeño cilindro. Es bueno aclarar que el primer sello que registró motivos populares en el Río de la Plata fue Royal Records, en 1902, pero apelando a cantantes líricas que incluían, de modo aislado, algún motivo campero. En Phrinis, en cambio, figuran, entre 1903 y 1908, tangos como El porteñito y Amores de un gaucho y el estilo En la pampa cantados por Vivianne. Por otro lado, en Zonófobo, que incorporó el disco usado de un solo lado, está, datado en 1905, otro estilo, Mi guitarra; y en Odeón, que impuso el disco de ambos lados y de 27 centímetros de diámetro —todas grabaciones de 1909—, aparecen Después de tanto penar, La tapera, Rubia risueña, Estilo pericón, El pampeano, Mi conquistador, El arroyito y Justicia criolla.

    Otro historiador, Hugo Lamas, logró recuperar una página del diario argentino La Nación, del 27 de octubre de 1903, donde se anuncia la actuación de Vivianne en el Teatro Casino y se comenta una anterior en el Royal: “La hermosa cantante francoargentina viene haciendo las delicias de los habitués al music hall; artista joven, de hermosa voz, sin descuidar su nutrido repertorio de canciones francesas, cultiva con exquisito gusto la música de nuestra gente”.

    Lamas pudo comprobar que esta artista se presentaba como nacida en París y afincada tempranamente en Buenos Aires y que era opinión general que poseía “un registro de soprano lírica y buena entonación, con un fraseo porteño y un afrancesado dejo en ciertas partes de cada canción”.

    También ha sido probado que Vivianne se presentó con frecuencia en El Pabellón de las Rosas y que, años más tarde, poco antes de desaparecer sin que nada más se supiera de ella, actuó en la obra teatral Juan Moreira junto con Ignacio Corsini y Carmen Moreno.

    A partir de ese mutis por el foro, disolviéndose en la nada tras imponer el estilo femenino en la música popular, y pese a que en su época no se escribían letras sino “letrillas” —así se las llamó hasta el nacimiento del tango canción con Mi noche triste, de Pascual Contursi, en 1916— contribuyó notoriamente a su difusión y se convirtió en leyenda.

    Hay que decir que, más allá del precario consenso aludido al comienzo sobre tan enigmática mujer, muchos entendidos siguen aferrados a la discusión. Son quienes aseguran que la primera que grabó tangos fue Linda Thelma —aunque las fechas objetivas de sus grabaciones les juegan una mala pasada—, así como otros sugieren a Manolita Pino, Lola Membrives, actriz antes que cantante, y hasta a Pepita Avellaneda, que, en realidad, fue una bailarina de cabaré y comediante que alcanzó éxito con algunos estribillos tangueros incorporados, sobre todo, en revistas teatrales.

    Es posible que entre nosotros haya varios de esos disidentes, particularmente estimuladores de la hipótesis de que Pepita fue la primera.

    Quizás, solo quizás, esto se deba a que, si bien nació en Buenos Aires, donde supo ser partenaire de Florencio Parravicini, entre otros grandes de las tablas, su intensa vida artística se inició en 1899 en Montevideo, adonde regresó repetidas veces, bailando y recitando coplas procaces de Ángel Villoldo, quien le habría escrito especialmente a ella la versión femenina de El porteñito —o sea La criollita— y vestida de gaucho o de compadrito, entre el furor del público.