Me perdonará sin duda don Gabo por haberle parafraseado el título de su entrañable novela de amor en los tiempos del cólera. No pude evitar la tentación.
Me perdonará sin duda don Gabo por haberle parafraseado el título de su entrañable novela de amor en los tiempos del cólera. No pude evitar la tentación.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáPero, más allá de esta guiñada, aceptemos que el horno no está para bromas. ¿Humor hoy?
Lo cual no quiere decir que no haya lugar para los chistes, que circulan a raudales por las redes, chistes con buen humor, mal humor, humor negro, hasta verde en ocasiones, algunos muy disfrutables.
El que dice que está tan aburrido de su cautiverio que salió a dar una vuelta… en el lavarropas. El que cuenta que los mormones testigos de Jehová que lo han visitado se quieren ir de su casa, pero que los ha convencido de que se queden un rato más, así les muestra su álbum de fotos familiares. Ni que hablar del comunicado de la Asociación de Siquiatras, que recomienda no preocuparse si uno empieza a hablarle a las plantas del balcón, pero que sí debe hacerlo cuando vea que las plantas le empiezan a hablar a uno. O el del que comenta que la gente se está volviendo loca con esto de la cuarentena y sigue diciendo: “se lo comenté hace un rato al microondas y a la tostadora mientras tomábamos un café, y están de acuerdo conmigo. Eso sí, ya no me hablo con el lavarropas: a todo le da vueltas”.
Pero yo me refería al principio al humor de estas columnas. El que se basa en el antiguo común denominador de “no es broma”. ¿Qué es “broma” hoy?
Uno ve cómo desde hace dos meses empezaron a caer como moscas los chinos de Wuhan, después se sumaron los italianos, un poco más tarde los españoles, los franceses, se infectaron decenas de miles de personas, trastabilla la economía mundial, se cierran fronteras, se adoptan medidas, cuarentenas parciales, totales, tomadas a tiempo, tomadas cuando ya era tarde.
En medio de este caldo de cultivo, la mayor parte de la humanidad actúa como una montaña de hormigas locas, separándose de una pequeña porción de hormigas cuerdas, con un común denominador de hormigas asustadas.
Cuando todo empezó, recuerdo haberle contado a algunos amigos una antigua leyenda: en un camino se cruzaron un labriego y la Peste. “¿Adónde vas?”, preguntó el labriego. “A Bagdad, a matar a 500 personas”, replicó la Peste. Al tiempo, volvieron a cruzarse. “Me mentiste” —dijo el labriego—. Dijiste que matarías a 500 y mataste a 5.000”. “Te equivocas —respondió la Peste—. Yo maté a 500. Los demás murieron de miedo”.
Está buena la leyenda, y eso creí yo también al principio. Pero ahora estoy convencido de que la Peste sigue aniquilando mortales, y no solo eso, sino que dejará una secuela de dolor y descalabro que irá más allá de los crematorios, y se instalará en fábricas, empresas, comercios, hogares, ciudades, países. Tremendo.
¿Y cómo reacciona la gente? De muchas maneras. Desde la que asiste al casamiento y le da un beso a los novios y contagia a 500, o el que se embarca en Buquebús y “descubre” su diagnóstico en el medio del Río de la Plata, hasta los que responsablemente se quedan en su casa, los que salen a correr por la rambla, los que siguen compartiendo el mate o creen que son inmortales, unos Highlanders a prueba de coronavirus, inconscientes, irresponsables y asesinos de los demás.
El mundo se ha vuelto una licuadora de todos estos individuos, grupos y especímenes, exhibiendo muy buenos, buenos, malos y muy malos ejemplos.
Desespera ver a los chinos, los norteamericanos y los rusos compitiendo por ver quién es el primero que encuentra la vacuna contra la peste, en vez de juntarse en las universidades o en los laboratorios de cualquiera de los países y unir sus cerebros y sus técnicas sin nacionalidad ni soberanía, cuando lo que está en juego no es una competencia deportiva por la medalla de oro, la de bronce y la de plata, sino la salud de la humanidad. Lamentable.
Da pena comprobar que el otrora líder de las grandes hazañas, los Estados Unidos, se encierra bajo el liderazgo nacionalista de Donald Trump, regalándole la cancha a rusos y cubanos, que llegan con médicos con banderitas de colores a Italia, a procurar ayudar en el mayor foco de la crisis y hacer marketing político, en lugar de aquellas brigadas de soldados valientes que vinieron a salvar a los tanos de Mussolini y de Hitler.
Y por casa, ¿cómo andamos?
Desde nuestras cerradas fronteras para adentro vemos a un gobierno firme, decidido, transparente, valiente, al que le ha caído desde el cielo un rayo inesperado a pocos días de haber asumido funciones. Que ha tomado con firmeza el toro por las astas, y al que lo respaldan no solo sus socios en la coalición, sino también muchas otras personas y grupos que han entendido que esto no es un negocio político para sacar réditos, sino una cruzada por el bienestar y la salud del pueblo uruguayo, sin distinción de preferencias políticas, edades, situaciones socioeconómicas o lo que sea. Tenemos un presidente asiendo el timón con fuerza y sin vacilaciones, y marcando el rumbo, un gabinete que lo respalda, y un equipo decidido y profesional. Pero tenemos también a los Ferreri, Álvaro García, Alfredo García, y muchas figuras de la oposición que han entendido que el asunto es de vida o muerte, y no de un voto más o menos.
Y también están los impresentables. Tabaré Vázquez y el SMU pidiendo cuarentena total, el PIT-CNT al frente de una Intersocial detrás de la cual corren las ovejas de siempre, las negras, las de la Feuu, las feministas, la Onajpu, Fucvam. Piden lo que el gobierno ya dijo que iba a otorgar, pero ya que estamos piden renta social, mascarillas, alcohol en gel, y apagón con caceroleo. ¡Caceroleo! Como cuando castigábamos a la dictadura… No sé cómo les irá, porque esto está escrito antes del miércoles de noche. Como sea que les vaya, es indignante y lamentable.
Pero siempre hubo rinocerontes.
No importa. De la mano de las autoridades, con el sacrificio inagotable y heroico de los médicos y el personal de salud, con la responsabilidad de los ciudadanos, saldremos adelante.
Ya vendrán tiempos mejores, con más humor y menos coronavirus.