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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá¿Diálogo de sordos? Las noticias que recibimos desde Cataluña parecen un diálogo de sordos. Lo exasperante es que este conflicto lleva siglos sin entendimiento definitivo.
En agosto de 1916 José Enrique Rodó estaba en Barcelona y escribió dos artículos que, aún hoy, están vigentes. Uno especialmente: El nacionalismo catalán. Un interesante problema político. Han pasado ciento un años y la realidad que nos describe Rodó es muy similar a lo que vemos hoy en la conflictiva región española. La agudeza de comprensión y propuesta de soluciones del pensador uruguayo siguen impactando.
Rodó conversó, en su breve estadía, con pensadores, políticos, periodistas y gente del pueblo. Uno de ellos le decía que: “(…) y es que en realidad no se trata de un problema esencialmente nuevo, sino la reanimación de una poderosísima corriente secular que pasó por largo desmayo y recobra ahora su empuje. ¿No es el Tucumeno, río de Venezuela, que ya desenvuelto e impetuoso, se soterra durante cierto trecho, y reaparece de súbito, con más caudal y brío que antes? Tal podría ser la imagen de nuestro sentimiento nacional”.
El tema del nacionalismo catalán arranca desde lejos, al comienzo de la era cristiana. Surge y desaparece, para volver a surgir años o siglos después con más fuerza. Cataluña tiene un ser propio que es querido y sostenido por su pueblo. Es una nacionalidad dentro de un estado, de un reino. España misma es un monolítico de nacionalidades. Es recién a partir del s XVI que surge el intento de la España unida, la que hoy conocemos. Las nacionalidades que la integran son anteriores a la unidad política de hoy, el reino de España, con base en los reyes católicos de Castilla y Aragón (s XV). La reconquista del territorio que durante siete siglos ocuparon los musulmanes y la conquista del “nuevo mundo” sumergió a las “diversidades ibéricas” en un impulso creciente hacia una época de crecimiento y riqueza.
La independencia de la última colonia, Cuba, en 1898, reabrió viejos litigios entre los españoles peninsulares. Hasta el día de hoy disputan sobre sus vínculos. En 1668 se separa definitivamente Portugal, convirtiéndose en un reino independiente con los Braganza. Mientras tanto la unidad española subsiste por acuerdos entre distintas naciones, quebrados temporalmente por hegemonías impuestas, como la última de Francisco Franco, entre 1939 y 1975.
El nacionalismo catalán resurge de tiempo en tiempo con más bríos cuando la intolerancia centralista de Madrid aprieta o cuando ese sentimiento profundo busca reafirmarse. Hay motivaciones de diverso tipo las económicas son una de ellas. Pero otros componentes inciden, como su peculiar sentido del derecho consuetudinario distinto al comúnmente aceptado del derecho romano. Su propia lengua, que irrita a los catalanes cuando se la desconoce o menosprecia.
Lo que importa aquí es que no habrá paz mientras no haya reconocimiento mutuo entre el centralismo de Madrid y el independentismo catalán. El ofuscamiento de unos y otros lleva a caminos sin salida. El presente no ofrece las mejores condiciones para aventurar soluciones serias, profundas y duraderas.
Cataluña pasó por diferentes formas de constitución, provincia, región, autonomía y ahora se postula la independencia. Esta actual intención de la mitad de los catalanes se dice rápido pero es de concreción difícil y lenta. Recuerdo el proceso independentista de Quebec, al norte de Canadá. Una provincia con más de 1.800.000 km2 y casi 8.000.000 de habitantes. Recibió la bendición en su momento de entusiasmo de Charles de Gaulle. Quebec es de lengua y tradición francesas, algo más difícil de superar con sus socios canadienses del sur, de lengua y tradición anglosajona. En el Commonwealth recibió la autorización de la Corona inglesa para hacer un referéndum legal vinculante, pero desistieron cuando sopesaron los riesgos que tal independencia conllevaba: generar representaciones diplomáticas en todos aquellos países con quienes quisiera comerciar, pasaportes y documentos de identidad para todos los habitantes, y muchos otros esfuerzos más costosos y de muy lenta implementación. Decidieron seguir integrados a Canadá que les ofrece una situación de privilegio en el mundo, sin perder —es notorio— su tradicional nacionalismo federal.
Muchos catalanes a la hora de decidir están pensando en coordenadas semejantes. Hoy España se recupera y pasa a ser un socio muy importante de la Unión Europea. De Barcelona ya han emigrado cientos de empresas para territorios españoles más seguros, esto trae desocupación y conflictos internos. Sin duda Rajoy es lo peor que pudieron encontrar en esta etapa. La derecha española es el peor interlocutor unitario y centralista para asumir diálogos de fina percepción humana. El rey Felipe VI dijo lo que tenía que decir como jefe del Estado pero se olvidó de que se debe a todos los españoles: no hizo mención al dolor y razones que se elevan de una parte importante de su pueblo.
Hace 101 años Rodó llegaba a la misma conclusión a la que apuntamos nosotros. ¡Españoles, acudan al diálogo prolijo y generoso que los convoca desde una patria capaz de cobijar varias nacionalidades! Recuerden que si esta grandeza de unos y otros se hubiese encontrado a principios del s XIX Hispanoamérica hoy sería una comunidad de casi 500.000.000 de habitantes y otro gallo cantaría para la suerte de nuestra inserción en el mundo!
Lic. Jorge Scuro