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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAntes de que Donald Trump fuera electo presidente, en una reunión profesional en EE.UU. oía duros comentarios sobre su improbidad presidencial soslayada en hartazgo del establishment político. Trump abrió una puerta para afiliados a payaso político y también a pasar mensajes antiestablishment mirando su ombligo con pretensiones de salvadores populares. O sea, el pueblo se banca tu ombligo hasta que se harta. Ni acá ni en Argentina, Brasil, EE.UU., o donde sea, es una sorpresa.
La clase política se ocupa de asuntos que no son ninguna sorpresa: generar resultados para promoverse durante su reinado y alcanzar al siguiente período, cuidando de malgastar esfuerzo por dejar algún cimiento póstumo de legado. O sea: salir en la foto del lunes, el largo plazo no rinde.
Promover una necesaria disrupción educativa no rinde. Mientras hay agua potable, no rinde desarrollar alternativas modernas e independientes de la danza de la lluvia charrúa que llene una represa.
Para capitalizar caudal político, rinde concesionar peajes en rutas, desarrollar urbanizaciones sobre rutas o sembrar radares como quien siembra cajas registradoras. Los fondos que rinden en clientelismo y asistencialismo dudosamente rinden en tener vías rápidas y seguras con puentes, con urbanizaciones que desahogan situaciones de servicio (vivienda, transporte) y controles que evitan accidentes ayudando a mantener la velocidad, para la que las rutas están diseñadas (la señalización está pintada según la velocidad, que no es cualquiera, el peraltado de las curvas no es cualquiera, ¿acaso nadie lo sabe?).
El discurso de escarmiento moral a la velocidad, con señales puestas para circular en ruta a menor velocidad que en ciudad, y sin explicaciones técnicas con evidencia concreta, pinta además de brutal descrédito a todos los técnicos. Informes sobre cómo el +1% de la velocidad en Inglaterra impacta en el +3% de accidentes de peatones (sí, yo lo oí en la radio: ¿peatones en rutas?, ¿qué hacen ahí?) solo colaboran a crear un sistema que aparece como inexplicable y ridículo.
Y así tenemos un senador que, entrevistado en la prensa, no tiene pruritos en aclarar que no respeta la señalización de velocidad (claro, ¿por qué lo haría si no tiene sentido?).
Entendámonos, mirarse el ombligo es aleccionar con multas a usuarios de sistemas con dudosa finalidad y utilidad. Mirarse el ombligo es que por ser miembro del establishment se obliteren los problemas que se advierten, cuando su cometido específico es resolverlos (¿para qué los votamos?, ¿para pagar multas que sostienen carreras políticas?, mejor poner payasos directamente, ¿no?)
Claro que queda grueso decirlo, pero tener payasos, dictadores u otros mamarrachos gobernando es llanamente la consecuencia de la pobreza de un sistema político realimentado en sí mismo con instrumentos apócrifos y moralina barata. La falta de visión para promover un horizonte de crecimiento y desarrollo, distintos de prohibir y limitar, invita a cambios de escenario que en verdad son todavía peores.
O sea, estimados políticos, tengan a bien recordar que su trabajo no es ganar la próxima elección sino hacerse memorables por sus obras.
Irene Pazos
CI 1.736.292-2