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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá¡Bendito Ejército! Rencillas internas de la “fuerza política”, Adeom… y una cada vez más menguada capacidad de gestión en todos los niveles jerárquicos municipales, han llevado a que la basura hoy constituya un mal endémico para Montevideo.
Las altas temperaturas y el incremento del consumo alimenticio de la población en los últimos días de diciembre, convirtieron los basurales en una amenaza para la salud.
Por tal motivo, y a fin de evitar que el MSP declarase a la ciudad en “emergencia sanitaria”, el señor intendente apeló al Ejército para sacar las castañas del fuego. Y es así que el 31 de diciembre, mientras los funcionarios municipales descansaban, disfrutaban de la playa y se preparaban para despedir el año, los efectivos de Ejército recibieron la orden de salir a la calle a cumplir una tarea que, si bien no los denigra, no les corresponde.
Soldados que viven con míseros $U 12.000 por mes, el 31 y el 1º de enero suspendieron sus licencias y armados a pala, escobillón y tridente, fungieron de basureros. En pocos días eliminaron la amenaza y cumplieron la misión asignada.
Los vecinos, agradecidos y sensibilizados por las fechas, los recibieron con aplausos y les ofrecieron agua fresca, un trozo de pan dulce y un baño.
Los de Adeom, amén de expresar alguna sandez como: “…a nosotros, la presencia de los militares en la calle nos trae malos recuerdos…” (¿?), seguramente, junto a la parrilla y entre copa y copa, habrán evaluado el impacto de la medida en la opinión pública, y analizado las líneas de acción a seguir.
El señor intendente se preocupó por aclarar: “…no se trata de sustituir el trabajo de funcionarios de la Intendencia sino de sumar esfuerzos mediante la contratación de un servicio que presta el Ejército (¿?), no para la recolección habitual que se hace desde la División Limpieza de la IM, sino para que ayude en una tarea puntual producto de la acumulación…”, “…que se trataba de una emergencia y que el Ejército siempre colabora en esas situaciones…”. Enunciado “políticamente correcto” pero poco claro, ante el que cabe precisar: A) que estos basurales son de origen antrópico (humano), dado que se formaron a causa de la omisión de los deberes inherentes a los funcionarios municipales (los que deben educar al ciudadano, los que se niegan a recolectar la basura y los responsables de que ese servicio se brinde en tiempo y forma). B) que no se previó el potencial riesgo, pudiendo y debiendo haberlo hecho. C) que por tanto, la situación no se ajusta al concepto de lo que se considera una emergencia.
Y el Ejército…, siempre está. Está cuando hay que dar una mano porque llueve de más en Artigas, o porque no llueve en San José. Se lo ve pintando una escuelita rural en Paso Centurión, apagando un incendio en Punta de Diablo o instalando un puente sobre el río Cebollatí para restablecer la comunicación por Ruta 8. Se lo encuentra preservando la paz en pueblos que habitan alejadas regiones del mundo, así como comandando una base científica nacional, en la inhóspita Antártida.
Sucede que su organización, su aptitud y su permanente disposición lo hacen confiable, al punto de que habitualmente se lo ve “colaborando” con otros ministerios, con los gobiernos departamentales o con otras entidades estatales, en tareas que no siéndole propias, la realizan con suma eficacia. Brindar la seguridad exterior a las cárceles, apoyar procedimientos de Aduanas, construir viviendas en apoyo a planes sociales del gobierno, realizar un censo de población rural y la eliminación de basurales en Montevideo, son algunas de ellas.
Es así, cuando el deber llama, el Ejército (al igual que la Armada y la Fuerza Aérea) siempre está. Y cada vez que un soldado actúa, sea en operaciones militares o en tareas de protección civil o de apoyo a la comunidad, el soldado llena su mochila de abnegación y desinterés y parte a cumplir la misión resignando sus más preciados bienes: su vida y su familia. Por ello no se le liquidan horas extras, no se le planilla peligrosidad, nocturnidad, o trabajo insalubre. Tampoco él exige mejor paga, ni demanda mejores condiciones laborales. El soldado no anhela más galardón que el oportuno reconocimiento de sus mandos y “el respeto” y la “justa consideración” de sus conciudadanos. El soldado se ejercita en la virtud y obra, según ella.
Es paradójico, porque los mismos que insistentemente lo hostilizan judicialmente, lo acometen presupuestalmente, lo desprecian y hasta tienen el tupé de cuestionar su existencia, en “las malas…” acuden a él.
¡Salud al Ejército Nacional!
Cnel. (R) Luis E. Maciel