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Confieso que llegué a la nueva temporada de Patriot Act (absurdamente traducida como Patriota no deseado) por pura casualidad. O, mejor dicho, por pura desesperación: en el momento más álgido del encierro, allá por abril, me estaba quedando sin cosas para ver y entonces, rascando en el fondo del cajón de Netflix, el nombre Hasan Minhaj repiqueteó y me metí de cabeza en su programa. Y lo que encontré fue un show que, si bien muestra de inmediato la impronta ideológica de su conductor, presenta al mismo tiempo un sólido contenido periodístico de investigación. Y lo hace sin abandonar del todo la patita humorística y de entretenimiento que es marca de la casa en Minhaj.
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Hasan Minhaj es un comediante y comentarista político que lleva algunos años siendo bastante visible y exitoso en los medios: comenzó en 2014 como parte de The Daily Show, el late night satírico del canal estadounidense Comedy Central, que ha sido conducido sucesivamente por Craig Kilborn, Jon Stewart y Trevor Noah. En 2018, Minhaj dejó el programa y comenzó con su Patriot Act. En las primeras dos temporadas, el programa se mantenía en las cercanías de The Daily Show, como una suerte de espacio para el comentario político humorístico, en vivo y con audiencia. En la tercera temporada, que es la que nos ocupa, a causa de la pandemia Minhaj ya no tiene audiencia en el set y eso lo ha obligado a reformular su show. El resultado es una serie de buenos reportajes sobre temas de la actualidad social y política de Estados Unidos, aunque en ocasiones las temáticas que trata se pueden hacer extensivas a otras latitudes.
Parte de la gracia del programa es que Minhaj, de origen indio y musulmán, encaja cada tanto chistes sobre terroristas y terrorismo, etnias y minorías, que funcionan muy bien. Y eso se debe a que nunca se coloca en el rol de la víctima, sino en el del provocador. Como conductor es dinámico y gracioso, aunque a veces sus movimientos corporales suenan forzados en el nuevo contexto de un set sin público, en donde toda esa gesticulación resuena en el vacío. Sin embargo, lo mejor del show no tiene que ver con el humor o con la gestualidad de Minhaj, sino con su grado de Ciencias Políticas. Esto es, con la clase de resultado que ofrece un programa que se mueve en el filo del entretenimiento y el carácter social y crítico que se le presupone al periodismo de verdad.
Graduado como politólogo en 2007 por la Universidad de California, Minhaj es capaz de completar su comentario político con una masa de información y análisis que resulta bastante inusual en el terreno del entretenimiento. Y, si me apuran, hasta en el terreno del periodismo. Ojo, de acá no se debe deducir que el programa es neutro, científico u objetivo. Se debe deducir que cada una de sus diatribas está sólidamente anclada en datos y en un cuidadoso análisis de aquello que propone. En ese sentido, Patriot Act está mucho más cerca del periodismo de investigación que del stand up o la sátira, aunque eso no impida a Minhaj ser ácido o provocador a lo largo del show.
¿Quiere esto decir que quien firma esta nota esté siempre de acuerdo con las conclusiones a las que arriba Minhaj en cada capítulo? En absoluto. Pero sí que está de acuerdo con el criterio con que son elegidos casi siempre los temas y con la seriedad fáctica que respalda las afirmaciones más o menos graciosas del conductor. La cabeza analítica del politólogo es lo que aflora a lo largo de cada reportaje, y eso permite incorporar un montón de información y datos a un speech mediático sin resultar tedioso o dogmático.
Es verdad, en ocasiones resulta un poco predecible en su perspectiva. Por ejemplo, Trump vendría a ser casi siempre una suerte de diablo blanco, burdo en su discurso y un auténtico incapaz en lo que a tomar decisiones de gobierno acertadas se refiere. Lo interesante es que estas aseveraciones que Minhaj suelta a lo largo del programa por lo general vienen respaldadas por un análisis específico y contrastado de lo que efectivamente hizo o dejó de hacer Trump en el tema en cuestión. Es decir, aun pudiendo estar en desacuerdo con el punto de vista que asume Minhaj, es difícil descartar lo suyo como simple entretenimiento o mera corrección política.
Al mismo tiempo, es evidente su mirada social en la propia selección de temas del show: cómo es que la pandemia puede dejar a cientos de miles de estadounidenses en la calle por no poder pagar el alquiler, por qué la industria de la marihuana en EE.UU. está quedando en manos de algunos pocos privilegiados, con qué intensidad golpeó a ese país el coronavirus gracias a la torpe gestión del problema, por qué el periodismo en serio está muriendo, cómo es que las universidades han abandonado toda pretensión educativa y son máquinas de amasar dinero a cuenta de los estudiantes. Es verdad que el foco casi siempre está en EE.UU., pero muchas de las cosas que ocurren allí, ocurren en mayor o menor medida en otras partes.
La otra razón que ayuda a explicar la solidez argumentativa de Patriot Act seguramente tenga que ver con la presencia de Prashanth Venkataramanujam, principal escritor de la serie. Cómo Minhaj, Venkataramanujam, que es además productor ejecutivo del programa, viene de una familia india que se trasladó a EE.UU. en los 70. Tras recibirse como biólogo molecular en 2009 en la Universidad de Illinois, se acercó al mundo del stand up y allí conoció a su actual socio. Es seguro que su formación en ciencias ayude a explicar el uso extensivo de los datos duros en el programa. De hecho, fue él quien sugirió a Minhaj que, en vez de hacer un show de stand up con una rutina sobre política y sociedad, sería más interesante hacer una serie de televisión.
Patriot Act no siempre logra mantener su nivel y en ocasiones la diatriba de Minhaj se queda en eso, en una diatriba. Pero son poquísimos los programas de televisión que, al mismo tiempo que entretienen, resultan capaces de provocar en el espectador ganas de conocer mejor ese asunto del que se habla y, mejor aún, debatir sobre él. En ese sentido, Patriot Act es una auténtica rara avis en un mundo mediático en donde los contenidos parecen ser cada vez más diseñados para masajear el ego del espectador. El show de Hasan Minhaj es un programa que provoca e invita a pensar. En estos días de pura sentimentalidad ofendida, es un auténtico acto patriótico.