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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAnte la noticia de que Evo Morales regaló al Papa Francisco un crucifijo con la hoz y el martillo, vale la pena recordar el pensamiento y las acciones del marxismo leninismo con la Iglesia Católica en la historia.
De acuerdo a Karl Marx, mientras el público tenga fe en la religión no habrá ningún intento serio para entender y superar la verdadera razón de sus sufrimientos, que en su opinión provenían del capitalismo. En ese sentido, Marx consideraba que la religión podía ser definida como el “opio de los pueblos”.
Basado en lo anterior, se instala el denominado ateísmo de Estado, la promoción estatal del ateísmo, ocasionalmente a través de la supresión de la libertad de expresión y de culto. El ateísmo de Estado se ha impuesto históricamente en la mayoría de las ocasiones en países socialistas como la antigua Unión Soviética, China, la Albania comunista, la República Popular de Mongolia o Corea del Norte y Cuba. En dichos regímenes, el ateísmo era considerado inherente al comunismo.
El ateísmo de Estado podía incluir una persecución activa (y, a veces, violenta) de las religiones, sus instituciones, sus líderes y sus creyentes.
¡Qué decir de la Guerra Civil Española! En ella hubo represión en la retaguardia de ambos bandos; en el caso de la zona republicana, los católicos fueron identificados con la población desafecta. Desde el 18 de julio de 1936 (fecha del alzamiento militar de los sublevados), hubo un estallido revolucionario en la zona republicana. La Iglesia Católica se convirtió en esa zona en uno de los enemigos a los que había que eliminar. Así, Andrés Nin, dirigente del partido revolucionario POUM, proclamaba en un mitin llevado a cabo el 8 de agosto de 1936 que habían resuelto la cuestión religiosa: “Nosotros lo hemos resuelto totalmente yendo a la raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias y el culto”.
La diócesis más castigada fue la de Barbastro, en la que fueron asesinados el 90 por ciento de los sacerdotes, incluido el obispo: tenía entre 110 y 120 sacerdotes, y fueron asesinados casi un centenar; al acabar la guerra, solo tenía 12 sacerdotes. Se dieron episodios de gran crueldad y de verdadero sadismo; así, hubo casos en que las víctimas fueron quemadas vivas, terriblemente mutiladas antes de morir o sometidas a verdaderas torturas psicológicas. También hubo quienes fueron arrastrados por coches. Hubo casos en que se entregó el cuerpo de una persona asesinada a los animales para que lo comieran. La persecución de la Iglesia católica fue la mayor jamás vista en Europa occidental, incluso en los momentos más duros de la revolución francesa.
Después de todo lo anterior, trazando un paralelismo con la entrega del crucifijo de Evo Morales, el mismo sentido tendría que le hubiesen entregado como presente a un rabino o a un presidente de Israel una cruz gamada o esvástica.
Roque Gallego Curbelo
CI 970.952-6