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En un año en el que no abundan las buenas noticias en el Uruguay agropecuario, las últimas cifras de intención de siembra de cultivos de invierno dan cuenta de un espectacular incremento en la superficie sembrada de cebada cervecera. De acuerdo con los datos de la Dirección de Estadísticas Agropecuarias (Diea), los agricultores locales sembraron 191.000 hectáreas de cebada.
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¿Qué es lo que explica la preferencia de los agricultores uruguayos por ese cultivo? Existen varios factores que dan cuenta de profundos cambios ocurridos en un sector que supo contar con una visión poco favorable de quienes tenían que decidir qué sembrar.
En Uruguay el cultivo de la cebada cervecera se dedica mayormente a la producción de malta. El grueso de la malta se exporta y una pequeña parte se utiliza en la producción local de cerveza. El proceso de malteo es básicamente forzar al grano de cebada a que germine en condiciones controladas para hacer que la naturaleza haga el proceso normal de desdoblar los azúcares presentes en el almidón del grano en azúcares más solubles. Para ello se hace germinar el grano y luego se interrumpe el proceso en un punto deseado y se deshidrata para su almacenaje. Es un proceso que requiere un alto grado de estandarización del grano que ingresa al malteo, ya que las diferentes variedades de cebada se segregan por calidad (en función de tamaño de grano y contenido de proteína). Dado este requerimiento de la industria, toda la cebada para malteo en Uruguay es producida bajo contrato, que asegura la trazabilidad del grano y la existencia del mercado al productor que planta. A su vez, el productor tiene asegurada una forma de comercializar el grano que suele referirse a un precio futuro que le permite un manejo del precio a lo largo de toda la temporada en que se desarrolla el cultivo.
Tradicionalmente, las exigencias de calidad eran consideradas una molestia por los agricultores, quienes tenían en el cultivo competidor (el trigo) una alternativa comercial más flexible. Asimismo, se le criticaba a la cebada la falta de flexibilidad en términos de precios con relación al trigo a lo largo del año. De la mano de la competencia entre la exportación y la industria molinera local, los precios tenían cierta competencia y eso era un diferencial respecto al cultivo de la cebada.
En los últimos dos años, la producción de la cebada ha tomado la delantera en forma significativa con importantes avances en las condiciones que ofrece a los agricultores locales. En primer término, les ofrece que el precio que se paga al productor es por el grano puesto en la planta más cercana donde la maltería en cuestión tiene recibo y no puesto en el puerto o en el molino. Un segundo aspecto a considerar es la evolución de los planes comerciales que presentan las malteras a sus productores, donde la fijación del precio se hace sobre una referencia transparente, como es el trigo soft red winter que cotiza en la Bolsa de Chicago. Estos dos factores han colaborado para generar una corriente favorable a la cebada en un año donde el trigo enfrenta enormes dificultades en el plano local, que lo llevaron a una fuerte baja en el área sembrada de 330 a 220.000 hectáreas entre el año pasado y el actual.
Si bien los precios del trigo en el mercado local siguen débiles, la cebada logró comercializarse en forma anticipada en el entorno de los U$S 200 por tonelada y el trigo Chicago repuntó en el mercado internacional. Aunque representan un pequeño porcentaje de la producción total, son un salvavidas importante para los agricultores que sembraron cultivos de invierno sin muchas expectativas y muy posiblemente con retornos negativos esperados en su producción.
La cebada parece haber aprendido lecciones que el trigo se resiste a aprender. La forma de lograr un buen relacionamiento con el productor es ofrecer al menos lo mismo que sus competidores en condiciones comerciales y en precio.
