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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáReflexiones sobre la Medicina moderna. Desde mediados del siglo XX hasta nuestros días, los avances tecnológicos en el campo de la Medicina han sido asombrosos. Dichos avances se han centrado especialmente en el terreno del diagnóstico, pues si bien los avances en el área terapéutica también han sido notables, distan aún de resolver muchas de las enfermedades actuales que tienen su origen esencialmente en nuestra carga genética y en nuestro estilo de vida.
En términos generales asistimos a un tiempo de profusión tecnológica que propicia más que a buscar soluciones adecuadas a nuestros problemas de salud, a un abuso desenfrenado del uso de esas técnicas, sin que muchas de ellas hayan pasado aún por controles no solo de confiabilidad sino de ubicación en algoritmos diagnósticos y terapéuticos.
Esto genera varios problemas.
En primer lugar, no existe sistema de salud, público o privado, que resista esta escalada en términos de costos que deberán ser pagados por los usuarios. A excepción de islotes de población que disponen de ilimitados recursos económicos, el común de los usuarios del sistema de salud no está en condiciones de encarar tales erogaciones.
En segundo lugar, contribuye también al deterioro de la relación médico-paciente, que ha sido desplazada por el ansia de buscar soluciones mágicas a situaciones que las pueden tener.
En tercer lugar, hace que olvidemos el hecho esencial de que nuestra estadía en este mundo está determinada en tiempo, no más allá de cierta cantidad de años, aún en las mejores condiciones genéticas y avatares en nuestra vida.
Los que llevamos más tiempo, y probablemente también otros colegas más jóvenes en el quehacer médico, observamos con preocupación y desazón, cómo la tendencia actual es a indagar síntomas y signos en forma somera y sin las habilidades pertinentes de la Semiología, lo cual origina la solicitud de una copiosa batería de exámenes complementarios para satisfacer más el ansia de consumo del paciente, que para dar lugar a una adecuada verificación de nuestras hipótesis diagnósticas. Esto genera muchas veces hallazgos de nula trascendencia para la salud del paciente y, lo que es peor, en muchos casos contribuye a malinterpretar los hechos clínicos, conduciendo la situación a un verdadero laberinto diagnóstico sin salida, que enfrenta al paciente a una reiteración al infinito de consultas, consultantes y nuevos exámenes complementarios, seguramente cada vez más innecesarios e injustificados.
Solo el retorno y el fortalecimiento del interrogatorio del paciente (anamnesis), que debe ser utilizado esencialmente para interpretar correctamente las molestias que este refiere, asociado a un adecuado examen físico, que exige un prolongado y pulido adiestramiento en las destrezas semiológicas, puede conducir a correctas hipótesis diagnósticas.
De esta manera se podrán seleccionar y ordenar aquellos exámenes imprescindibles para el diagnóstico definitivo, así como establecer las pautas terapéuticas verificadas por la práctica clínica y ajustadas al conocimiento científico del momento.
Un país se distingue desde el punto de vista de la salud, por la tecnología a la que pueda tener acceso, por la promoción de la salud de sus ciudadanos, por la educación de sus pobladores en la prevención de aquellos factores que inciden negativamente en esta y, sobre todo, por la calidad de su Medicina Clínica, que interpreta, ordena, racionaliza, establece vínculos con el paciente y acompaña a este en el padecimiento de la enfermedad, si es posible curándolo, otras veces mejorándolo o exclusivamente consolándolo.
El Uruguay siempre se ha distinguido por la formación clínica de sus médicos, no perdamos este rico capital acumulado en tantos años.
Dr. Ronald Salamano Dr. Mattías Pebet
Profesores de Neurología,
Facultad de Medicina, Udelar