El negocio de la producción de ovinos está en una “situación estable”, luego de una serie de cambios registrados en cuanto a la “caída del stock” de ovejas y a la “modernización de la explotación agropecuaria”, dijo a Campo el presidente de la Sociedad de Criadores de Corriedale, Pablo Narbondo.
Señaló que el sector “tocó un piso y ahora se está recomponiendo”, de acuerdo con la “concientización de los productores de que es necesario modernizarse y tender a la intensificación”.
Ese productor se mostró optimista respecto a la posibilidad de revertir la tendencia de reducción del stock ovino de años recientes. De los 25 millones de cabezas registradas a fines de los ochenta, el rodeo ovejero cayó en picada durante la década de los noventa y los primeros años de la década de 2000, quedando en unos 10 millones. Luego, en 2005 y en 2006 hubo una recuperación, pero en los años siguientes volvió a caer.
En 2012 y 2013 se registró un leve repunte del stock ovino y desde 2014 retomó la tendencia a la baja, quedando en 6,5 millones de cabezas en 2016.
La raza Corriedale es la que tiene mayor participación en el rodeo lanar, con algo más del 60% del total.
Si bien los números de la producción ovina “siempre fueron buenos” y considerando que con el capital invertido “fue una actividad rentable”, “frente a la competencia de otros rubros del agro este negocio perdió campo” en los últimos 15 años, comentó Narbondo.
Explicó que pese a ello “si el productor intensifica la cría y el engorde de sus ovejas puede obtener una rentabilidad interesante”.
Eso no depende de la especialización de los productores ovinos, ya sea los que decidan solamente producir carne o lana, o apostar a ambos productos, indicó.
Para Narbondo, en ese aspecto “no hay una verdad rotunda dentro del sistema productivo adoptado por el productor, aunque puede haber algunas limitaciones por las condiciones” del predio. También “es lógico que un productor de la raza Merino se concentre en el mejoramiento de las lanas para obtener las más finas, mediante la aplicación de tecnología y la incorporación de genética”, dijo.
“Tengo una producción de cabaña y comercial, y haciendo genética poblacional aplicada al medioambiente, considerando que trabajo en un campo de basalto en Artigas, me da muy buenos resultados”, contó.
En ese establecimiento realiza un ciclo completo de producción de corderos, que son comercializados al cabo de un año y medio como corderos de diente de leche y entre la venta de la carne más la del vellón de lana, ese productor obtiene precios favorables que significan una “rentabilidad interesante”, reconoció.
El origen de la producción de ovinos en la familia Narbondo se remonta a 1860, y actualmente es la cuarta generación la que mantiene ese actividad en una unidad productiva integrada por varios hermanos.
A fines del siglo XIX llegaron a Sudamérica dos hermanos de apellido Narbondo procedentes de Francia, uno se instaló en Artigas y otro en Sarmiento de Junín, en Argentina.
El emprendimiento productivo apuesta a que los lanares tengan “la lana lo más fina posible dentro de lo que son las características de la raza Corriedale, y que en condiciones de pasturas naturales engorden sin problemas”, señaló el productor.
Esos animales alcanzan un peso de entre 50 y 60 kilos en estado adulto.
Después de muchos años el precio de las lanas finas se tonificó y mucho, llegando a valores de entre U$S 7 y U$S 8 por kilo.
Este año hubo una baja en el precio de la lana de la raza Corriedale, debido al retiro de China en la demanda de lanas de calidad media y el aumento del valor de las lanas finas.
Pero dentro de esa raza, si el productor consigue lotes finos, puede lograr precios por encima de U$S 4 el kilo, aclaró.
En cambio, el precio de la carne ovina registró un descenso en este año, porque sigue la tendencia del valor del novillo, que también bajó, además de la menor faena de ovinos en los frigoríficos.
En cuanto a la incidencia de la caída del stock en la venta de ese tipo de carne, Narbondo le restó dramatismo, porque ese producto “es colocado en nichos de alto valor, que siguen demandando esa carne” uruguaya, por lo que se trata de una apuesta a la calidad y no a la cantidad.
Consideró que un factor de “preocupación” en ese negocio es que “la diferencia de precio entre el cordero y la oveja se achicó en este año, entonces muchos productores decidieron vender sus ovejas”. Esa categoría “es la fábrica de corderos para el futuro”, advirtió.
Opinó que eso puede influir en las cifras finales de las estadísticas oficiales del stock de ovinos.
Más allá de esa situación, el presidente de la Sociedad de Criadores de Corriedale planteó que lentamente se irá dando una reversión en la tendencia de disminución del rodeo ovejero, porque el precio de la carne ovina se mantiene por encima del valor del novillo.
Otro cambio que puede ser favorable para lograr una recuperación del número de cabezas de lanares es que “a diferencia de lo que sucedió durante décadas cuando los técnicos que iban a trabajar al campo tenían una visión negativa” del negocio ovino, ahora “las nuevas generaciones vuelven a valorar” esa actividad.
En las últimas décadas los técnicos se concentraban en la ganadería, en la agricultura o en la forestación.
Hay emprendimientos de pequeños productores de ovinos en el interior profundo que si avanzan en la intensificación de su actividad podrán ayudar a recomponer el stock de ovejas en Uruguay, valoró Narbondo.
