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    En Uruguay “no hay peajes” y, como con la renuncia de Sendic, “ha dado pruebas hasta exageradas” de lucha contra la corrupción

    Se ve una “alta resistencia a los funcionarios públicos... hasta que hay llamados” para cargos, dice titular del Servicio Civil

    Verborrágico, el director de la Oficina Nacional del Servicio Civil (ONSC), Alberto Scavarelli, habló durante casi una hora en una conferencia virtual sobre La función pública uruguaya: un modelo consolidado —aunque dejó en claro que ese título no fue elegido por él sino por la organización, el Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo (CLAD). Hasta que lo frenaron para darles espacio a las preguntas, que llevaron al menos otra media hora. Durante esa larga charla, entre citas a Mario Benedetti, Alberto Cortez y Enrique Iglesias, admitió que lo “ruboriza” la cantidad de postulantes a llamados para cargos y lo desvela lograr una “reconciliación” de los empleados estatales con la población. También se refirió a cuestiones de política interna: criticó a los “cultores del ‘cuando peor, mejor’” que llevan “al desastre”, defendió al “Estado benefactor”, que “es la filosofía que rige en Uruguay en este momento” —en oposición a las políticas “neoliberales” y al “proceso obsesivo de la reducción del gasto público”—, y destacó la renuncia de Raúl Sendic a la vicepresidencia como una de las “pruebas hasta exageradas” de cómo se enfrenta la corrupción en el país.

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    Rodeado de una escenografía compuesta por una planta, el pabellón nacional, una foto recuadrada del presidente Tabaré Vázquez y un banner institucional, el jerarca apuntó que el título de la conferencia por video, efectuada el martes 6, es “un tanto ostentoso. No lo puse yo. Pero en realidad sí es cierto que Uruguay tiene una política pública en materia de administración”, una “tradición” que trasciende “distintas corrientes” partidarias. 

    Para una audiencia que en cierto momento el moderador estimó en unas 300 personas, Scavarelli describió al principio aspectos de la institucionalidad uruguaya y el proceso presupuestal, para llegar después hasta el tema de los servidores públicos.

    La teleconferencia se interrumpió en un momento. “Esto suena a las comunicaciones del Apolo a la Tierra”, bromeó el jerarca uruguayo, quien además preside el Consejo Directivo del CLAD. Del otro lado, el moderador en Caracas —donde tiene su sede ese organismo— le siguió la corriente, divertido: “¡Adelante, Montevideo!”.

    “Me ruboriza”

    Saltando de un asunto a otro, Scavarelli describió que la ONSC “ha expandido su territorio, llegando a ocupar pisos completos” en la Torre Ejecutiva, y casi en la misma frase habló del “riquísimo proceso de descentralización” y la experiencia de las alcaldías.

    Después entró en el asunto de los funcionarios. Marcó “dos aspectos importantes”: cómo ingresan y la carrera administrativa. El país “está teniendo la felicidad” de contar con Uruguay Concursa, una “ventanilla única” a través de la cual “las personas compiten en pie de igualdad. Se evita todo proceso de selección dirigida. Es una garantía formidable a la que ha llegado Uruguay y estamos expandiendo a todo el escenario”, se congratuló.

    Respecto a la capacitación, resaltó el trabajo de la Escuela Nacional de Administración Pública —que actúa en la órbita de la ONSC— a favor de la “formación continua” y el hecho de que recientemente se les reconoció nivel terciario a algunos de sus cursos. Y afirmó que en “Uruguay, como suele suceder, hay una alta resistencia a los funcionarios públicos... hasta que hay llamados. Cuando hay llamados para vacantes tenemos números que me ruboriza decir, porque en una población de unos 3,2 millones, de pronto en un período tenemos un millón de postulantes”.

    Para Scavarelli, es un desafío contar con el ingreso “de los mejores”, pero el “verdadero drama” es retenerlos. “Tiene que ver mucho con lo retributivo, y también con las garantías de un buen trato humano y la dignificación de la función pública”.

    Abogó porque los empleados públicos actúen con “compasión y ternura” con los ciudadanos. Y enganchó eso con una referencia al Sistema Nacional de Salud de “altísima calidad” que ofrece Uruguay, proveyendo, por ejemplo, “prótesis de rodilla y cadera” sin costo, como parte de un “Estado benefactor” que es cuidado “estrictamente”. Se explayó: “No puede haber función pública sin funcionarios públicos; puede haber función tercerizada, pero esa tercerización requiere de una función pública que marque las reglas de juego”. Más directo, defendió al Estado “regulador, para que no deje al ciudadano sometido a las reglas de la fuerza, del poder, de las asimetrías”.

    Para Scavarelli, es un desafío contar con el ingreso “de los mejores”, pero el “verdadero drama” es retenerlos. “Tiene que ver mucho con lo retributivo, y también con las garantías de un buen trato humano y la dignificación de la función pública”.

    Pero, ante una audiencia mayoritariamente extranjera, aclaró enseguida que el Estado uruguayo no es “dirigista” y que el país “tiene abiertas la totalidad de las posibilidades de competencia”, con “libertad de acción e inversión”. Eso —prosiguió— llevó “a tener en estos días la enorme inversión de US$ 3.000 millones en una tercera planta de procesamiento de celulosa con los controles de sanidad ambiental más sofisticados que existen en el mundo”, en referencia al proyecto de UPM en Pueblo Centenario.

    Apuntó que Uruguay es un receptor “muy importante” de turismo y de inversión que lo “coloca con estándares totalmente diferenciados en la región. Tenemos los índices más bajos de corrupción” y “los índices más altos de corrección de la corrupción”. Y aclaró que los estímulos a los inversores se dan bajo un “estilo nacional (...) donde no hay peajes, no hay sistemas que deban ser alterados ilícitamente para la obtención del resultado”.

    Según Scavarelli, “ya no significa nada invertir en un país corrupto, porque el inversor lo que quiere es tener un negocio rentable que le asegure un orden jurídico firme” que “se da a través de la función pública, del equilibrio de los Poderes, de un Poder Judicial autónomo. (...) Pero todo eso tiene como común denominador al funcionario público comprometido con su gestión (...)”.

    “Me están diciendo que llevo demasiado hablando. Y me quedo con tantas ganas de decirles cosas…”, se cortó. “Si por mí fuera, establecería un diálogo largo... Llevo 50 minutos” de videoconferencia, tomó conciencia.

    Desde Caracas, la instrucción fue pasar a las preguntas. Pero el jerarca siguió otro poco aclarando que su charla “no es la transferencia de un modelo acabado, ni perfecto, ni transportable. Es la visión que tenemos de un país. (...) Y sobre todo, nos queda pendiente, y es nuestra obsesión, la reconciliación del funcionario y la función pública con la población del país. Los que nos están escuchando y son funcionarios públicos, sientan ese enorme orgullo” ante “los términos corrupción y todo eso que está circulando”, que “son patologías”. Continuó: “Uruguay es un país que tiene una lucha permanente contra ese tema. Ha dado pruebas hasta exageradas en esa materia, con algunos casos que han llegado hasta la remoción del vicepresidente de la República, que termina renunciando en un proceso que en otros países no hubiera pasado, más allá del fondo del tema”.

     

    “Cuando peor, mejor”

    Finalmente, la presión desde Caracas para darle paso a la ronda de preguntas dio resultado. El moderador ensalzó al orador diciendo que “aplausos virtuales se pueden escuchar” tras la “magistral conferencia sobre el modelo uruguayo”.

    Scavarelli volvió sobre el asunto de la corrupción tras una de las primeras preguntas. “La matriz ética no se puede construir a partir de la preparación para el acceso a una función. Es decir, si lo llevamos al principio psicofilosófico de la impronta de cómo deber ser desde el ethos, la ética, debemos actuar en función de lo que está bien y está mal, difícilmente tenga como fundamento el desconocimiento de lo que está bien o está mal”.

    “No puede haber función pública sin funcionarios públicos; puede haber función tercerizada, pero esa tercerización requiere de una función pública que marque las reglas de juego”. Más directo, defendió al Estado “regulador, para que no deje al ciudadano sometido a las reglas de la fuerza, del poder, de las asimetrías”.

    Otra pregunta lo llevó al tema de la “brecha generacional” y las edades en el servicio civil, que el director de la ONSC respondió en clave política. “En el proceso obsesivo de la reducción del gasto público, hace tiempo, se decidió que no entraran funcionarios por 10 años” y eso “vació una generación de funcionarios públicos. (…) Podemos tener candidatos y partidos políticos que triunfan en una elección con un Estado mínimo”, desde una “concepción neoliberal”, dijo el abogado, que en 2014 saltó del Partido Colorado al Frente Amplio. Y lo contrapuso con un “Estado benefactor (…), que es la filosofía que rige en Uruguay en este momento”. Para él, “si hay que salir a llamar, hay que salir a llamar. Porque la única carta que queda es la tercerización” y esta “no puede ser la respuesta, es un instrumento de apoyo, pero no un mecanismo de gestión”.

    El remate tuvo, otra vez, tono político. “El ejercicio uruguayo, que está lejos de ser perfecto, ya lo dije, tiene la gran virtud de haber establecido la diversificación del sistema político”, afirmó. Y puso como ejemplo que, tras el reciente fallecimiento de María Auxiliadora Delgado —la primera dama—, el presidente Tabaré Vázquez estuvo “rodeado de la totalidad del sistema político, aun del más antagónico. Cuando en una sociedad logramos eso, está faltando muchísimo, pero tenemos la levadura, la masa crítica a partir de la cual poder construir hacia adelante. En la vida política hay dos grandes familias de formas de actuar: los cultores del cuando peor, mejor, que nos llevan al desastre, y los cultores de cómo podemos hacer mejor las cosas”.