En torno a lo ocurrido en el 2002, para los uruguayos los años “sedimentaron un relato sobre quiénes fueron los buenos y los malos” a la hora de apoyar al país para sortear la crisis de entonces.
En torno a lo ocurrido en el 2002, para los uruguayos los años “sedimentaron un relato sobre quiénes fueron los buenos y los malos” a la hora de apoyar al país para sortear la crisis de entonces.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEntre los primeros quedó Estados Unidos (EE.UU.) porque “la historia contada en libros y entrevistas” es que su Tesoro “le abrió las puertas a la misión uruguaya que viajó a Washington a fines de julio en busca de acelerar un préstamo para hacerle frente a la insostenible corrida bancaria”. Los protagonistas de aquella delegación “hablan de la negativa consistente” del Fondo Monetario Internacional (FMI) a liberar esos fondos a menos que Uruguay tomara una serie de medidas drásticas que el gobierno del presidente Jorge Batlle entendía que empujarían “al país al vacío, al quiebre institucional”. Quien lideraba el equipo del organismo internacional era su subdirector gerente, Eduardo Aninat, quien “quedó rotulado como el enemigo del pueblo uruguayo durante todo este tiempo”. Pero la versión de los hechos del chileno, recogidas por el periodista Diego Zas para su libro 2002: memorias de la crisis, “cuestiona vehementemente este relato”.
El texto, en circulación desde el próximo 1° de agosto, busca “hacer zoom en algunos episodios que marcaron al país en 2002 a través de entrevistas a protagonistas de la época y la recopilación de testimonios de testigos de los eventos más sonados. De la acumulación de voces emerge el revisionismo de algunos relatos asentados en el imaginario colectivo y la irrupción de ciertas historias y novedades que aún se mantenían en reserva”, explica la editorial Sudamericana.
Esa idea revisionista está presente en un capítulo del libro en que se repasa la participación de algunos “extranjeros” en aquellos sucesos de hace dos décadas. La visión que da Aninat es la de alguien que desde un primer momento trabajó para colaborar con Uruguay y que le atribuye al organismo internacional parte del mérito en la resolución de la crisis. Similar enfoque transmitió ese economista chileno a Búsqueda hace algunas semanas, cuando después de aludir a un origen de la debacle relacionado con el “contagio” de Argentina y la “inadecuada política cambiaria” que “fue reconocida a tiempo” por el entonces ministro de Economía Alberto Bensión mencionó como “héroe central de las soluciones” el “mancomunado trabajo de los equipos técnicos uruguayos y del FMI como institución multilateral. Es verdad —también— que el Tesoro de USA cooperó; pero si usted me pregunta, la condecoración del gobierno suyo debió ir antes al norteamericano Tim Gheitner —quien era funcionario alto del FMI— que al muy destacado académico John Taylor. Eso es solo un detalle”.
Alberto Bension habla sobre la crisis económica argentina durante una conferencia de prensa el 12 de julio de 2001. Foto: AFP
En ese capítulo, al que accedió Búsqueda como adelanto, el libro repasa el rol de Aninat con base en el testimonio que le dio al autor. El chileno, quien antes de ingresar al FMI en 1999 fue ministro de Hacienda de su país durante el gobierno de Eduardo Frei, recuerda con algunos baches aquella crisis pero, en líneas generales, son memorias precisas y detalladas, describe el autor.
A fines del 2001 Aninat comenzó a interiorizarse más directamente en la situación de Uruguay y la primera advertencia que les surgió en el FMI fue la fuerte conexión del país con sus vecinos. “Entonces dije: ‘Aquí para nosotros la obligación —se lo dije al presidente del FMI— es tratar de buscar, si llega algún shock externo —como parecía ya venir con fuerza de Argentina—, un sistema para poder ayudar a Uruguay y aislarlo de la volatilidad tan grande que tienen los países del sur, como Argentina, pero también un poco como Brasil’. Y ese enfoque me lo aceptó el presidente del FMI. Empezamos a ver dónde estaban las áreas de vulnerabilidad. Hicimos una misión rápida, no recuerdo la fecha, pero me pasé una semana en un hotel, que es el más funcional y tradicional de Montevideo. Me acuerdo de la pieza, llena de papeles. Vine con otra gente: dos expertos del sector monetario y un experto bancario y del frente fiscal. Y yo lideraba la misión. Básicamente nos preocupó mucho el estado de la banca uruguaya, por la dependencia de los depósitos de Argentina y por la fragilidad que había en algunos bancos, de sobreendeudamiento en un exceso de crédito respecto de lo que es un leverage (apalancamiento) normal para un banco intermedio de países como el nuestro, Chile o Uruguay. Yo mandé a hacer, con colaboración importante del Banco Central de Argentina, (…) una muestra de bancos uruguayos, los ocho o diez más importantes”, y las financieras asociadas y “rápidamente nos dimos cuenta de que no menos de un tercio (…) podían tener una situación muy mala, hasta llegar a una cesación, si seguía el flujo de drenaje de recursos que implicaba el rescate de los argentinos. Para darte una imagen que no me dejaba dormir: yo tenía en mi mente esos famosos remolcadores y los barquitos que iban a Colonia y a los argentinos, ya fuera sacando depósitos por el corralito o rescatando de los bancos uruguayos”, relató el chileno. A partir de eso, dijo, le pidió a su equipo del FMI que hablara con el Banco Central uruguayo (BCU) “a fondo” y él mismo conversó con el ministro Bensión. “Pero volví al FMI y les dije que iban a tener una corrida bancaria importante, o podían tener, nunca decimos ‘van’. Y mi objetivo era ayudar a Uruguay”.
Zas describe que Aninat entendía que si bien había un contagio de Argentina, la crisis, en parte, respondía a algunas ineficiencias del esquema macroeconómico uruguayo: “Tuvimos discusiones en el board (el directorio ejecutivo del FMI), posiciones encontradas: los europeos pensaban una cosa, los americanos otra, los latinoamericanos… Pero logré el compromiso, al menos de los tres managing directors y del presidente (Horst) Köhler, para, en el bottom line, ayudar a Uruguay”.
El subdirector gerente oficiaba de pivot entre el gobierno uruguayo y el departamento programático del organismo en las negociaciones del 2002. Uno de los puntos álgidos fue la política cambiaria, que por entonces era una banda de flotación, con un valor mínimo y uno máximo para la cotización del dólar que se movían de manera preanunciada, pero requerían de reservas para ser sostenidas por el BCU. “Ahí hubo una discusión que fue de semanas, por suerte no de meses, y que creo que el ministro Bensión, con nuestro apoyo y mi apoyo en particular, y el del management del Fondo, la ganó”, aseguró Aninat para el libro. Y desarrolló cuál fue su argumentación ante las autoridades uruguayas y las del FMI: “‘Miren, la política cambiaria es materia de Uruguay, pero si ustedes nos quieren pedir tanta plata…’. Porque estaban pensando en un stand by de un monto alto; comparado con el tamaño del país es una cosa extraordinaria. Yo tuve que poner mi cabeza en la mesa del directorio; me decían: ‘Pero ¿por qué no les dan a países pequeños de África o Asia lo mismo?’. Pero ahí el ministro Bensión, con varias reuniones privadas conmigo, y después yo con Washington, logramos convencerlos de que en algún momento tenían que salirse del cambio fijo y establecer una devaluación ordenada (…). Entonces eso nos llevó finalmente a que él tomó un compromiso, hablado con el presidente Batlle, de, en algún momento, cambiar el sistema cambiario, y lo hizo. Y nosotros no lo pusimos como condición del acuerdo, pero sí lo pusimos como highlight”. El 20 de junio, el gobierno liberó el precio del dólar y esa decisión aceleró el proceso de aprobación del préstamo stand by.
Alejandro Atchugarry y Julio de Brum presentan a los legisladores un proyecto de ley para garantizar la seguridad de los depósitos bancarios, el 3 de agosto de 2002. Foto: AFP
Previo al decreto que instauró la libre flotación del dólar vigente hasta hoy, Uruguay también aceptó la sugerencia del FMI de crear un Fondo de Estabilidad del Sistema Bancario que iba a estar conformado, en parte, por el dinero que el país recibiría de los organismos multilaterales. “Ese era el contexto cuando se dio uno de los episodios más sonados de la crisis: una llamada de Aninat a Batlle que, según el relato oficial, marcó un quiebre en las relaciones entre el FMI y Uruguay y que puso al economista chileno en el bando de los enemigos”, repasa Zas. La versión que dio por entonces el mandatario fue que el funcionario del organismo le pidió que el país diera “quiebra” y “default”, a lo que le contestó que eso no lo harían “jamás” porque supondría un quiebre institucional. Luego Batlle relativizó en una carta a El País el tono que tuvo aquella llamada telefónica.
Aninat, en su testimonio para el nuevo libro, negó categóricamente el relato inicial de Batlle. “Nunca le sugerí un corralito. Está contra mis entrañas, contra mi convencimiento. Y sí le mencioné que tenía que haber flexibilidad cambiaria. Él era un poco voluntarista, ambicioso. Lo digo en el buen sentido. ‘¿Por qué a mí no me dan más pero yo hago menos?’. Una visión política de corto plazo. No quería pasar ciertas reformas, o no podía o no sé lo que le pasaba. Porque él creía que Uruguay tenía que tener el premio siempre. Yo le decía que Uruguay era un país muy respetable, pero era uno en 185 países y todos en el FMI, en el board, iban a votar y ya teníamos problemas por el monto del crédito, que él nunca había reconocido que fue excepcional. Aprovecho este libro para desmentir terminantemente la idea de presionar por un corralito. Nunca se hizo. Nunca fue así. Creo que ahí hubo un poquito de intriga, pero no me voy a meter en eso”, sostuvo.
Según Aninat, “jamás” planteó implementar un canje compulsivo de depósitos a plazo fijo por bonos públicos, una versión recogida en el libro Con los días contados, de Claudio Paolillo. “Nosotros le decíamos: ‘Diversifique su economía, haga más sectores de servicios, ustedes tienen un hub tecnológico maravilloso, aprovéchenlo. Fortalezcan las relaciones financieras y armen complementariedad más grande con Argentina y Brasil’ (…). Pero había en ciertos sectores de la casa del gobierno, no en (Alejandro) Atchugarry ni en Bensión, una idea de ‘lo estamos haciendo bien, ¿qué nos vienen a molestar? Merecemos la plata’. Eso no funciona en el mundo moderno. El FMI no es una institución de caridad. Si hay algún país al que ayudamos con todo, tarde, mañana, fue Uruguay”.
Zas plantea que a partir del episodio de la llamada a Batlle ocurre una bifurcación entre el relato de Aninat y el de las autoridades de la época sobre los eventos de julio de 2002 acerca de “la mano que el gobierno estadounidense le dio a Uruguay en esos días”.
La policía vigila la entrada del Banco de Montevideo el 30 de julio de 2002, después de que las operaciones en los bancos de todo Uruguay se suspendieran debido a la crisis financiera. Foto: AFP
Tras aquella llamada de Aninat, Batlle le pidió a Bensión que viajara a Washington para intentar convencer a los técnicos del FMI de que no podían ir hacia una solución al estilo de la argentina y procurar nuevos fondos para campear la corrida bancaria. Sin embargo, a los días el ministro de Economía fue cesado y la misión terminó siendo encabezada por Ariel Davrieux, entonces director de Planeamiento y Presupuesto, Isaac Alfie más un grupo de técnicos. Según el relato de la misión oficial, el economista chileno les planteó que no habría un dólar más para Uruguay y que ya sabían lo que tenían que hacer: cerrar bancos y declarar el default de la deuda. En el libro, el exfuncionario del FMI afirmó no recordar haber tenido un diálogo de esas características con la misión uruguaya. “Creo que aquí hubo un relato político. Venía un cambio de gobierno y se estaban preparando a ver quién pagaba la cuenta del ajuste. No conocen bien al FMI. Nosotros reportábamos casi todas las semanas a nuestro directorio, a un comité especial, qué se avanzaba y qué se retrocedía y pedíamos más celeridad a las autoridades uruguayas para firmar y sacar la plata y mandar los aviones, cosa que se hizo en julio. Todo ese cuento de lo que me dijo, que no me dijo; la manera más fácil es ver las notas que se toman de todas las reuniones. Es muy latinoamericano decir: ‘Yo hice esto y hablé esto y avancé unos puntos’. Para mí eso es paja molida, no es cierto y no tiene nada que ver. Lo que vale son los resultados, lo que hemos alcanzado juntos. Hemos estabilizado al Uruguay gracias al esfuerzo de los uruguayos y al final se firmó el acuerdo y Batlle lo tuvo que apoyar y todo lo demás es un juego de política interna en el que ni siquiera puedo meterme. Incluso esa supuesta advertencia a ese señor de la dirección de Planificación, que ni recuerdo su nombre, muy nuevo, muy pequeño personaje, no tiene nada que ver. Estaría en las notas del FMI”.
Isaac Alfie habla con los medios de comunicación tras su asunción como ministro de Economía, 19 de agosto de 2003. Foto: AFP
En el relato uruguayo, a partir de la negativa del FMI a negociar, Batlle dio la indicación de que se contactaran con Paul O’Neill, secretario del Tesoro estadounidense. Se abría una instancia de diálogo entre la misión uruguaya y el gobierno de George W. Bush y entraba en escena Taylor, subsecretario del Tesoro para Asuntos Internacionales. Tras esas conversaciones, el Tesoro de EE.UU. proveyó de un préstamo “puente” de US$ 1.500 millones a Uruguay mientras llegaba el desembolso de fondos del organismo multilateral.
Según Zas, dos décadas después Taylor aún recuerda vívidamente aquel fin de semana del verano boreal en que la misión de uruguayos se la pasó dentro de su oficina, repasando detalles. Según las autoridades de la época, el FMI no quería que sus préstamos fueran usados para salvar a ahorristas. “El préstamo vino de Estados Unidos. El FMI no quería hacer esto porque pensaba que era necesaria una gran reestructura de la deuda. Creo que estaban equivocados y quizás la razón (de su postura) era que estaban pensando en Argentina. (La postura era): ‘Hay que reestructurar la deuda, no podemos arriesgarnos más’, Por lo general trabajamos con el FMI, pero en esta ocasión no estábamos de acuerdo”, declaró Taylor para el libro.
Consultado sobre si los vínculos forjados entre los mandatarios de Uruguay y EE.UU. en una anterior cumbre de la OEA influyeron en algo en que su país decidiera ayudar a Uruguay, el exjerarca estadounidense respondió con cautela: “Sabía sobre eso (la buena relación entre Batlle y Bush), pero eso no entró directamente en nuestros cálculos. La política llevada adelante por Batlle era buena y presentamos una solución técnica que ayudaba a un tipo particular de depósitos, y organizamos el préstamo. No puedo decir que no se hizo más fácil por esa relación personal. No tengo conocimiento de cómo funcionó eso”.
En los días posteriores al acuerdo entre el Tesoro, la misión uruguaya en Washington tuvo varias reuniones, de tono tenso, con el equipo del FMI. Según el autor, las consideraciones de Aninat sobre la épica uruguaya de rescatar un préstamo en el último minuto son, como mínimo, tajantes. “Ustedes le dieron un premio a un señor bien famoso, Taylor. (…) Pero el premio se lo tendrían que haber dado a Timothy Geithner. En 2002, Geithner era director de Elaboración y Examen de Políticas del FMI. En el primer gobierno de Barack Obama fue designado secretario del Tesoro. Incluso el presidente Batlle, que no me cumplió, me dijo: ‘Le voy a nombrar una calle en su honor’. Una manera de decir: somos amigos. Me lo dijo en su hacienda, comiendo. Pero después le dieron este premio a Taylor. (…) Para ser franco con mi amigo Taylor, que merece todo el crédito por la regla de Taylor, él ejerció una función política nomás, sobre el FMI, sobre algunos directores, sobre no sé si parte del staff o no. Es decir, Estados Unidos era amigo de Uruguay. Uruguay se porta bien con Estados Unidos. En Naciones Unidas nos dicen: ‘Hay que salvar a Uruguay’. Lo cual está bien. Pero económicamente no contribuyó en nada. El que ayudó mucho fue Tim Geithner, en conjunto con el FMI tuvimos que coordinar traslados de billetes desde Fort Knox a Montevideo, al Banco Central. Porque ustedes estaban drenando los billetes incluso a ese nivel de semicrisis o crisis (…). Y creo que parte del establishment más monetarista, más antiguo, más tradicional no tenía tanto sentido de la urgencia. Y por suerte la urgencia al final venció y se hizo. Porque si yo miro lo que ha pasado desde esa crisis 2002-2003 hasta hoy y le pongo la curva de crecimiento de PBI real a ustedes y la pongo contrastada con los dos mamuts que tienen al lado, lo digo en el sentido del tamaño que tienen Argentina y Brasil, ustedes han progresado mucho más. Había que mirar esto a mediano y largo plazo, que es la única visión que yo tengo. En el corto plazo puede pasar cualquier cosa. La volatilidad es menor, ustedes han ganado en estabilidad e hicieron estas reformas financieras”.
“Ahí es donde la imaginería latinoamericana de repente ayuda y de repente perjudica a los países grandes de América del Norte. Hemos escrito tantas novelas sobre eso. Lo que hizo Estados Unidos fue ejercer una presión legítima, política, en el interior del directorio del board, porque tiene más porcentaje de votos, técnicamente manifestada ahí y políticamente a través de Taylor y los amigos de su gobierno con personeros diversos de Washington para que se apurara y se implementara el programa. Y luego no hizo más que cumplir con un requerimiento monetario, que se paga y se compra, que es llevar dólares al BCU, cosa que ha sucedido en otros casos también. Entonces, decir que Estados Unidos hizo un programa especial y separado del FMI también es un error. Lo que se hizo en Uruguay fue votado favorablemente, por suerte, por la gran mayoría del board, y ahí tengo algún mérito yo y los demás son apoyos indirectos que no influyeron en nada. (…) Es bueno que escribas tu libro para que la verdad salga a la luz. Yo creo que son temas, como decimos en Chile, en el campo, pendejos, de gente que quiere salvar su costo político, que haya tenido o no haya tenido, y que en el fondo lo que hay que ver es antes y después del programa cómo está Uruguay. A mi juicio, mucho mejor, gracias a Dios. ¿Antes y después del programa ha disminuido en algo la dependencia de Argentina y Brasil? Así es. Y, en tercer lugar: ¿ha logrado diversificar su economía? En eso está. Y con eso todos dormimos tranquilos. Lo demás dejémoslo a la memoria del señor Batlle o de ese asesor pequeño. No tiene relevancia. Si vas al FMI y preguntas te van a mirar con ojos de “¿de qué habla este tipo?”.
Aninat también relativizó el peso que tuvo la misión uruguaya a la hora de lograr un acuerdo apuntalado por Estados Unidos al que el FMI tuvo que acceder. “Yo creo que eso fue un pequeño viaje político, básicamente protocolar, de lobby, que lo hacen todos los países. Pero que tú me digas que cambió algo el enfoque y el tamaño del programa del FMI no. El programa que se hizo fue muy similar, si no igual, al programa que habíamos concebido y trabajado con Batlle, Atchugarry y sus asesores. Entonces, yo creo que se construyó un relato para el Congreso de ustedes o para los partidos políticos. Y no digo que no me vino bien que Taylor fuera un par de veces al FMI conmigo y que yo pudiera citar su visita para dar vuelta a algunos de los otros países del board que estaban complicados, particularmente los europeos. No querían esto. ¿Por qué (un préstamo) tan grande para Uruguay? Esa era la pregunta constante. Y ahí jugué mi cabeza, mi corazón y mis pies por eso y lo logramos. Y salió. El viaje fue marketing. Eso fue marketing. Me gustó mucho más el viaje, después de llegado al acuerdo, y funcionando el acuerdo, del presidente (Tabaré) Vázquez”.