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Sentado en el hall del hotel, Sergio Renán cierra el libro “Operación dulce” de Ian McEwan y recibe a Búsqueda, pocos días antes del estreno de La visita, versión de “La visita de la vieja dama”, del suizo Friedrich Dürrenmatt (en cartel en el Solís de jueves a domingos), una tragicomedia muy brechtiana sobre una mujer que regresa a su pueblo natal para cobrarse justicia por la humillación que recibió en su juventud. La puesta, notablemente basada en proyecciones sobre planos y volúmenes en escena, reúne 30 artistas y un quinteto instrumental en vivo, como una ópera evidentemente popular. A los 86 años y con un cáncer de laringe a cuestas, Renán logró llevar a buen puerto esta verdadera superproducción escénica.
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La enfermedad forzó un severo tratamiento que le enronqueció la voz y lo obliga a accionar una válvula para hablar. “No es un espectáculo agradable... Pero tengo que convivir con esto. Es una vida nueva. Pude ensayar una obra con tanta gente y tuve que hablar mucho. ‘La visita’ fue una experiencia muy particular en mi vida. He debido probarme, fue un gran desafío incursionar en un espacio inédito para mí. Y pude hacerlo gracias a la enorme calidad de los artistas uruguayos con los que trabajé. La mía es una carrera muy larga, pero esto es diferente a todo lo anterior”.
Su documento, fechado el 30 de enero de 1928, reza Samuel Kohen, pero antes de ser famoso se rebautizó en honor al filósofo francés que se atrevió en el siglo XIX a definir a Cristo como “un anarquista”. “En aquella época un aspirante a galán debía tener un nombre seductor. Soy muy futbolero y de joven me asombraba la cultura de los uruguayos, que tenían un jugador de nombre Schubert. No lo podía creer. Y además, Gambetta no era precisamente un melodista, ¡era un duro! Después conocí un par de uruguayos de nombre Renán”.
Desde que leyó “La visita de la vieja dama”, no dudó en que su puesta sería en clave popular. “Desde el vamos supe que, como en todo mi trabajo, la música sería protagonista excluyente, como una ópera. La anécdota central de esta obra es fuertísima, pero sentía que la versión debía ser lo más popular posible, por eso el trabajo fue enorme. Quería un idioma bien cercano. Y una actuación artificiosa y exagerada, todo lo que yo odio y combato habitualmente. Para eso necesitaba un elenco con la versatilidad, talento y profesionalismo de este. Más allá de los protagónicos (Jorge Bolani y Andrea Davidovics) hay algo conmovedor en la actitud de estos grandes artistas frente al hecho de no hacer nada, de hacer papeles pequeñitos, pero con una gran alegría”.
Para Renán este era un trabajo especialmente difícil y resultó ser inolvidable. “Es un momento particular de mi vida. Había que ver si era posible hacerlo para alguien como yo, quizá con un orgullo exacerbado. El hecho de tener que emitir este sonido, de tocarme el botón para hablar, algo que sospecho no va a cambiar, me provocaba sensaciones desagradables. Encontrarme con un elenco que frente a este sonido y frente a este dedo reiterado respondía con naturalidad, sin hacerme sentir mal nunca, como sí me ocurre en Buenos Aires cuando alguien escucha mi voz y se le transforma la cara y hasta se desata el llanto. Para mí era todo un tema, y nunca olvidaré este regalo de la Comedia, esta respuesta maravillosa, divertida, afectuosa”.
Aunque la tragedia sobrevuela la historia de principio a fin, el tono grotesco de esta caricatura concede una inequívoca dimensión festiva al espectáculo. Renán interpone su modestia cuando se le pregunta si esta obra puede convertirse en una fiesta de la actuación. “En un elenco grande, lo más difícil es lograr un estilo parejo. Si cada actor tiene una índole diferente, es grave para el espectáculo. El concepto de verdad, requerimiento inmediato en el naturalismo, realismo y todas sus variantes, acá prácticamente desaparece. Entonces, lo que pedí fue exageración, artificiosidad, hipocresía, cinismo, pero siempre con convicción y entusiasmo. Obviamente, no debo juzgar el espectáculo públicamente, pero tengo una visión. No suelo ser de los que aman incondicionalmente lo que hacen, tengo serios reparos con muchos de mis trabajos, pero estoy seguro de que este es de una gran vitalidad”.
Desde que fue convocado por Margarita Musto, directora de la Comedia Nacional, previo nexo del programador artístico del Solís, José Miguel Onaindia, Renán comenzó a venir con frecuencia a Montevideo a ver a la Comedia y algo de teatro independiente. “El nivel promedio del teatro uruguayo es altísimo. No es una novedad. La vida cultural uruguaya y su proyección pueden tener etapas mejores o peores, como en cualquier país, pero Uruguay siempre ha producido personajes poderosos en narrativa, teatro, poesía, pintura. Sin ser ofensivo, es algo asombroso por la dimensión del país y su cantidad de habitantes. Con la Comedia me quedé tranquilo porque el nivel promedio de sus productos fue de correcto a extraordinario. Lo de Bolani en ‘Variaciones Meyerhold’ fue conmovedor”.
Me cambió la vida.
Cuarenta años atrás, Renán ya era un renombrado actor y director teatral, gracias al éxito de “Las criadas”, de Genet, su primera puesta en escena. En 1973 estrenó “La tregua”, su ópera prima cinematográfica, con Héctor Alterio, Ana María Picchio, Norma Aleandro y Walter Vidarte. Fue un punto de quiebre en su carrera. “Esa novela de Benedetti fue tan movilizadora que de inmediato pensé que esa sería mi primera película, pero no imaginaba lo que sucedería. Me cambió la vida. Hoy me sigue desconcertando. Pero más allá de ‘La tregua’, mis últimas películas, ‘La soledad era esto’ y ‘Tres de corazones’, que fueron las menos exitosas, son las que me parecen mejor contadas. Me gustó mucho hacer ‘El sueño de los héroes’ porque me permitió por primera vez hacer un gran espectáculo, filmar con 1.500 extras para mostrar los carnavales porteños de los años 30. Es mi película más fría y quizá la mejor hecha”.
Este hincha acérrimo de Racing de Avellaneda vivió en un escenario la noche de la máxima gloria de la Academia, y la recuerda como si fuera hoy: “Vi los partidos finales de la Libertadores de 1967 contra Nacional, en Montevideo y Santiago y fui a la final intercontinental contra Celtic en Buenos Aires. Pero el desempate en Montevideo me encontró actuando en ‘Vuelta al hogar’, de Pinter. Se me ocurrió pagar todo el expolio para suspender la función y poder ir al partido, pero el productor no aceptó. Estando en escena con mi cabeza dividida entre Pinter y el Chango Cárdenas, empecé a escuchar los bocinazos que me indicaban el triunfo de Racing, y se me borró totalmente la letra. No sabía ni cómo me llamaba”.
“Me siento muy mal”, dice Renán sobre la polarización política y social que existe en Argentina. “No es posible sustraerse a eso en tu vida cotidiana, en la relación con los amigos. Hay una enorme irracionalidad, se ha puesto en primer plano lo peor de la emotividad por encima del razonamiento. Se ha modificado la vida cotidiana, se han roto vínculos para siempre ¡por algo absurdo! Más allá de que un gobierno genere adhesión o rechazo, siempre está el entendimiento como posibilidad. Se ha desatado la peor violencia emocional que yo recuerde en Argentina”.