N° 1873 - 30 de Junio al 06 de Julio de 2016
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSon muchos los factores que determinan la decisión de inversión por parte de los agentes privados, y entre ellos, la reputación del mercado específico es relevante en el desempeño de una actividad, en la medida en que afectará la decisión de invertir en ella. Un sector cuyo mercado deje dudas sobre el nivel de la competencia, seguramente verá retraída la inversión, porque a nadie le gusta invertir donde su suerte está determinada por quienes dominan un mercado.
A su vez, en una economía tan pequeña como la uruguaya, es frecuente encontrarse con mercados no competitivos, donde existe uno o varios agentes con poder de control del mercado, y donde no se cumplen las reglas de la competencia y los precios no se determinan por el libre juego de la oferta y la demanda, agregando una gran incertidumbre en el cálculo económico. Por ello, es muy importante que la autoridad se mantenga alerta a estas posibles indeseadas situaciones, que le permitan adoptar las medidas necesarias para su corrección.
El mercado de haciendas en el Uruguay es uno de los que más frecuentemente son objeto de cuestionamientos respecto al nivel de competencia, y esa mala reputación tal vez haya nacido cuando durante muchísimas décadas se fijaron normativas de intervención oficial, sistemáticamente en contra de los intereses de la producción primaria. La más elocuente de todas esas intervenciones la constituyó la prohibición de la exportación de ganado en pie, vigente hasta 1991, pero no fue la única. Esta situación de concentración de la demanda se verifica en casi todos los mercados agropecuarios, e incluso el de la carne vacuna es uno de los de menor concentración. La leche, la cebada, el arroz, muestran niveles de concentración mucho mayores. Por otra parte, en la comparación internacional, muestra a un mercado uruguayo más concentrado que el argentino o brasileño, pero mucho menos que el norteamericano.
Recientemente se dio a publicidad por parte de INAC la actualización del valor del “Novillo tipo”, una estadística que se lleva desde 2007, y que permite estimar la participación del productor y de la industria. La información de mayo de 2016 muestra un nivel de participación del productor en el valor final de un 69%, cuando el promedio de 2007 a la fecha es de 75%. ¿Estamos ante una desviación del mercado? La gráfica adjunta permite ver que si bien el valor registrado en mayo es de los más bajos de la serie (hay 13 registros inferiores), no es un valor excepcional; por el contrario, es muy frecuente en los meses de zafra (abril y mayo), cuando la relación de oferta y demanda favorece a la segunda. Frecuentemente en la poszafra (julio-agosto) se registran los mayores porcentajes de participación, debido a que la mencionada relación favorece a la oferta, dado que el ganado gordo es escaso.
En el largo plazo ese indicador parece estar estabilizado con una leve tendencia a aumentar. Cierto es que la proporción del valor que corresponde al sector industrial tiene una altísima participación de costos de mano de obra y de no transables, que con la reciente evolución del dólar se están reduciendo en esa moneda, y eso, que debería reflejarse en las cifras reduciendo el margen de la industria, no se refleja.
La publicación de estas cifras ha llevado a varios de los agentes vinculados al negocio a hablar de la falta de competencia en el mercado. Este mercado ha sido evaluado de oficio por el organismo de Defensa de la Competencia en tres ocasiones (debe ser el sector más investigado de la economía), sin poder comprobar conductas anticompetitivas.
Por ello, denunciar comportamientos oligopólicos o prácticas anticompetitivas sin tener comprobación de ello, lejos de mejorar la situación la empeora por dos vías: por un lado, desalienta la inversión productiva en la fase primaria, reduciendo por tanto la oferta en el mediano y largo plazo, y aumentando los costos de ociosidad del segmento industrial, y por otro, porque distrae la atención de las verdaderas causas de las dificultades que determinan el actual pobre desempeño de la cadena cárnica, que son las políticas públicas.
La ganadería como sector exportador por excelencia ha sido tradicional y sistemáticamente discriminada en forma adversa desde las políticas públicas durante casi todo el siglo XX y continúa siéndolo en la actualidad. La política comercial de corte proteccionista, la tributaria en sus diversas facetas, la salarial, que desvincula la retribución de la productividad, la política laboral en general que limita la libertad del empresario, la política cambiaria y monetaria que han determinado profundas variaciones en el tipo de cambio real desde siempre, y que en la actualidad lo han llevado el extremo más adverso de la historia, etc.
Ahí está el problema y es ahí donde hay que buscar la solución, que no solo es posible, sino necesaria para el país.
(*) El autor es ingeniero agrónomo y consultor privado