Nº 2175 - 25 al 31 de Mayo de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáHay algo importante para poder llegar a ser presidente de la República. Es una condición obvia, pero que de tan obvia a veces pasa un poco desapercibida. Cualquier persona que busque tener posibilidades reales de ocupar el despacho principal del piso 11 de la Torre Ejecutiva tiene que saber captar el humor de la mayoría de los uruguayos. Algunos ingredientes para lograrlo son saber escuchar, tener olfato, intuición y luego poder comunicar de la mejor manera posible lo que muchos quieren oír. Luis Lacalle Pou lo hizo. Le llevó casi una década, en la que fue mejorando año tras año hasta la última campaña electoral, cuando casi no cometió errores.
Lo esencial que entendieron y mostraron Lacalle Pou y su equipo es que había una mayoría que reclamaba cambios. No era muy amplia pero sí suficiente como para ganar, y es a ellos a los que convencieron con aquel famoso slogan de: “Es ahora”. Fue a través de esa sensación de urgencia, de que no se podía esperar más, de que había llegado a su fin un ciclo y que era necesario empezar otro que los convocaron.
Hubo otro punto central también durante la campaña electoral del actual presidente. Algo más relacionado con la estrategia, con la forma de encarar las batallas de aquellos momentos. Lo contó el periodista Federico Castillo en una nota publicada por Búsqueda hace casi un año y tiene su origen en la película Corazón valiente, dirigida y protagonizada por Mel Gibson. “Hold, hold!” (¡Aguanten, aguanten!), grita varias veces en una de las escenas fundamentales de ese filme Wallace, el líder guerrero escocés interpretado por Gibson, a su ejército mientras los enemigos ingleses avanzan a toda velocidad en el campo de batalla. En el momento justo, cuando ya parece insalvable una masacre de los suyos, Wallace ordena el ataque, con un grito más fuerte todavía. Entonces todos levantan sus lanzas escondidas formando una pared de muerte para sus rivales.
Ambos ejemplos muestran una mezcla de la urgencia y la paciencia que en política suele dar muy buenos resultados. Saber esperar pero actuar cuando llega el momento. Lacalle Pou y su círculo más cercano lo incorporaron y así lograron desplazar del poder al Frente Amplio luego de 15 años. “Es ahora”, dijeron, y lo era. “¡Esperen, esperen!”, gritó muchas veces el actual presidente a los suyos y luego les ordenó atacar en el minuto indicado. Fue así como salieron triunfantes.
Luego vino el gobierno y cambió el terreno de batalla. Primero llegó la pandemia a 13 días de la asunción. Había que esperar, se hacía imprescindible, porque las prioridades eran otras muy distintas. “Hold!”, parecía decir Lacalle Pou. Después se sumó la juntada de firmas en contra de 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC) y el posterior referéndum. Otra vez fue necesario retrasar algunos de los planes. Pero todo eso ya ocurrió y finalizó de una forma exitosa para la actual administración. Ahora parece ser el tiempo de levantar las lanzas y son muchos los temas complicados que se están acercando como los ingleses en Corazón valiente.
Es ahora el momento de concretar una reforma educativa importante, una que realmente deje huellas para el futuro. Por más que sus resultados no sean inmediatos, que lo único que se vea en el corto plazo sean las protestas, que se multipliquen las acusaciones de promover cambios inconsultos, de ceder a las exigencias de los organismos internacionales de crédito o de estar hipotecando el futuro de las nuevas generaciones.
Es ahora el momento de tratar de profesionalizar la estructura estatal y hacerla mucho más coherente con lo que es la situación actual del país. Hace décadas que se viene arrastrando la supuesta “madre de todas las reformas” y es muy poco lo que han hecho los últimos gobiernos. Las administraciones pasan y cada vez hay más ministerios, oficinas y funcionarios públicos con una lista de privilegios que apenas se ha reducido.
Relacionado con lo anterior, también es ahora el momento de aprobar una profunda reforma previsional como forma de no seguir cargando, gobierno tras gobierno, con un Estado fundido. Cambiar los números estatales también puede servir como para encarar una nueva estructura tributaria, que implique un alivio a los que más trabajan y producen. No puede ser que el debate sea si se suben o no los impuestos y casi nadie esté hablando de bajarlos. El instante preciso para ello también es ahora.
Es ahora a su vez el momento de sumar nuevos mercados, de abrir Uruguay al mundo, de despegarse de alguna forma de las trancas regionales y del Mercosur. Lacalle Pou y su gobierno se pusieron ese objetivo y, entre otros asuntos, ese fue uno de los principales asuntos de la visita que realizó el presidente en estos días a Londres. Se acerca el tren y el momento de tomarlo es ahora.
La lista es más larga, aunque si se concretan algunos de esos ítems ya sería un cambio significativo. Llegó el momento de hacer, de ejecutar, de subir las lanzas. Ya parece suficiente el tiempo de la espera. Y si eso implica sustituir alguno de los integrantes del gabinete ministerial, puede llegar a ser una buena oportunidad para hacerlo.
Sin embargo, las prioridades parecen ser otras. Da la sensación de que los reflejos no están tan activos como antes. El oficialismo ya empezó a discutir internamente sobre los posibles candidatos y posicionamientos con respecto a 2024 y está ocupando más tiempo en eso que en lo que queda por hacer. El error puede ser pensar que la próxima elección la gana solo con nombres y no con gestión. A priori, parece ser un acto de soberbia y exceso de confianza.
Es cierto que en la vereda de enfrente la oposición se encuentra dando los últimos retoques al menú electoral. Parece un hecho que los intendentes de Montevideo, Carolina Cosse, y de Canelones, Yamandú Orsi, están a un paso de integrar la fórmula presidencial y que el orden será decidido por las urnas. También aparecen otros posibles postulantes, como Mario Bergara y Fernando Pereira, con un poco menos de fuerza aunque sumando.
Pero están en una posición diferente y lo entendieron bien. Escarmentaron durante los últimos dos años y se dieron cuenta de que para volver a ganar tienen que mostrarse como una alternativa sólida y real de gobierno desde ya, sin necesidad de recurrir a la gestión.
Lacalle Pou utilizó una fórmula similar en el pasado. El expresidente Tabaré Vázquez y una parte importante del Frente Amplio lo subestimaron y lo catalogaron de “pompita de jabón”. Mientras, él se dedicaba a formar equipo y a promover medidas gubernativas alternativas. Vázquez no. Vázquez criticaba mucho pero hacía poco en su segunda administración. No había casi nada significativo para mostrar al terminar los cinco años. Y perdió. Por eso el momento del oficialismo para actuar es ahora, si quiere evitar que esa historia se repita.