En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Medio centenar de personas se agolpa en una esquina de la plaza de Las Piedras, junto al monumento a Julio Sosa. Hay cámaras, micrófonos, periodistas, está el intendente Carámbula y varios señores de traje que lo acompañan. Unos cuantos veteranos rodean a una mujer de unos 60 años que concita la atención. Detrás, muchos curiosos siguen la escena con prudencia, mientras se cruzan los cables de los equipos sobre la vereda. Mientras comienza a lloviznar, caminan hacia la mitad de la cuadra. La dama entra a un comercio. Una panadería. Allí, cuando era un salón de baile, en los años 40, había debutado El Varón del Tango. Estamos a fines de noviembre de 2013, cuando se cumple un nuevo aniversario de la muerte de Julio Sosa, ocurrida en 1964.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Rato antes, el grupo había pasado por el cementerio y luego de la parada en la plaza, la comitiva enfiló hacia el renovado Hipódromo de Las Piedras, donde la Intendencia instaló un museo dedicado al gran cantor tanguero uruguayo. Allí se realizó un homenaje oficial a Sosa, al que asistieron varios allegados a su familia y algunos amigos pedrenses que lo conocieron en su juventud. ¿Quién es esa mujer a quien todos seguían? Ana María Sosa Ulfeldt, la hija que Sosa tuvo con la argentina Nora Edith Ulfeldt, de la que muy poco se ha sabido. ¿Quién es uno de esos camarógrafos que seguían el borbollón? Gabriel Szollosy, un documentalista uruguayo con una decena de filmes realizados, que ha proyectado su obra al exterior y ha cultivado un llamativo bajo perfil en su tierra.
Szollosy filmó un retrato del gran bandoneonista argentino Rodolfo Mederos (El otro camino); siguió a un farero de la Isla de Lobos desde su casa en Playa Pascual hasta un lago del Congo que le tocó patrullar como Casco Azul de la ONU en la Misión de Paz (El destello); contó la historia de Stalinvaros, la ciudad húngara fundada para acunar al esperado “hombre nuevo” (Stalin City Cantata); relató la vida de Tibor Weiner, el arquitecto húngaro formado en la Bauhaus que diseñó la utópica Ciudad Stalin (Confesiones de un ciudadano); la de un candombero uruguayo en Viena (Arriba el sur); registró la inmersión de un bailarín de tango en un club de ancianos montevideano (Domingueando); y mostró la vida de la pintura húngara Eszter Gyory radicada en Miami, donde se ha transformado en una referencia cultural (Gyory).
Este hombre que expresa sus ideas e inquietudes a través del cine documental, está rodando una película sobre la hija de Julio Sosa, quien contará su versión de la historia, la de la hija que apenas conoció a su padre. Luego del divorcio de Sosa y Ulfeldt fue criada por su madre, en total ausencia del tanguero. El realizador se propone registrar el modo en que la mujer vuelve a tomar contacto con el país y con la vida de su padre, lo cual requiere una gran proximidad e intimidad con el personaje, cualidad que constituye el común denominador de su obra. En forma indirecta, pretende arrojar una mirada diferente sobre el cantor a través de los ojos de su hija. La película será estrenada a fin de año, cuando se cumpla medio siglo de la muerte de Sosa.
“Cada una de mis películas implica un acercamiento extremo a un ser humano para intentar desentrañar su manera de entender el mundo, la forma en la que establece sus relaciones. Creo que se puede decir casi cualquier cosa y contar cualquier historia con una cámara y un micrófono, no preciso más”, asegura mientras junta leña en su casa y se oye desde lejos el murmullo de las olas del mar.
En el bosque.
Szollosy estuvo casado con la productora audiovisual húngara Anna Jancsó, con quien tiene una hija, hoy adolescente. Ese vínculo le permitió vivir y desarrollar gran parte de su trabajo en Europa. Desde hace unos tres años vive solo en una cabaña que se construyó en el balneario Biarritz, poco antes de Cuchilla Alta, en medio del bosque. Para llegar allí desde la ruta hay que atravesar un sendero estrecho, entre árboles frondosos y mata espesa. En el entrepiso, la sala de edición de Librecine. Allí concibe, proyecta y produce este hombre de 45 años, con quien casi cualquier tema de conversación puede conducir a una idea de documental.
Szollosy, Jancsó y su padre Nyika Jancsó —un director de fotografía de extensa trayectoria en Hungría, hijo del recientemente fallecido Miklos Jancsó— fundaron en 2003 la productora internacional Librecine, plataforma afincada en Montevideo y Budapest sobre la que el cineasta ha producido prácticamente toda su obra.
En la web www.librecine.com y en el canal de Librecine en Vimeo se pueden apreciar algunas muestras del trabajo de Szollosy, cortometrajes como Un minuto en la feria de Tristán Narvaja, Niteroi o El acordeón de Mingo y bocetos de proyectos como Caminos del viento, trabajo en desarrollo que prevé el registro de la vida de varios niños en países de las tres Américas.
La lejanía de su residencia durante los inicios de su filmografía, además de su natural perfil bajo y su obsesión por producir todo el tiempo explica la escasa difusión local que ha tenido su trabajo. Por lo general, antes de concluir una posproducción, ya está trabajando en la siguiente. “No me preocupo demasiado por promocionar mis películas. Lo que más me interesa es hacerlas”, dice con tono despreocupado.
El destello, estrenada en 2010 y traducida al inglés como “The Flicker”, sigue la vida de Horacio Pereira Zipitría, un soldado uruguayo de 45 años, dependiente de la Armada, que se desempeña como farero de Isla de Lobos. Vive en una casa humilde de Playa Pascual y padece problemas de salud que pueden forzar su retiro como militar. En la extrema soledad y rodeado por 250.000 lobos marinos, sueña con instalar un taller de reparación de máquinas de coser en el fondo de su casa, para abrir una esperanza de futuro a su hija pequeña. Para conseguir el dinero se alista como integrante del contingente de soldados uruguayos que viaja al Congo, en las fuerzas de paz de la ONU. Y con él viajó Szollosy, para retratar al militar, de raza negra, mientras patrulla un lago en zona de conflicto y cuando recibe un homenaje de parte de un grupo de pobladores en agradecimiento por su labor humanitaria.
La película, escrita y dirigida por Szollosy, ostenta una cinematografía conmovedora, que refuerza el ánimo del personaje. Es la única en toda su obra que no editó, tarea que hizo Fernando Epstein, ex codirector de la productora Control Z, responsable de la edición de “25 Watts”, “Whisky” y “Gigante”, entre otras.
Szollosy cuenta que, más allá del buen resultado cinematográfico obtenido —elogios en el Bafici de Buenos Aires y en el festival de MovieCenter—, el viaje a África, en 2009, le cambió la vida, y no precisamente para bien. “No estaba preparado para ver lo que vi, y creo que muy poca gente lo está. Mirás a los ojos a esos niños y lo que ves es muy triste. Hay muy poca esperanza en esa gente. Lo primero que te viene a la mente es la muerte”, relató.
Esa experiencia vital fue determinante para la concepción, en 2012, de Adagio, un filme testimonial antropológico aún no estrenado que registra la forma en que tres hombres recompusieron su vida luego de pasar por experiencias trágicas. Según el autor son “tres sobrevivientes a tres episodios surreales que le tenía deparado el destino”. Szollosy parte de la tesis filosófica del conocimiento como destino primordial del ser humano y de que “para llegar a él solo hay tres caminos posibles: el arte, la filosofía y la ciencia”. Por ello sus protagonistas son un artista, un filósofo y un científico. La cinta está basada más que nada en entrevistas, pero retrata a estos hombres en su mundo cotidiano. El artista la define como “una reflexión original sobre la historia reciente del Uruguay, desde la perspectiva de tres buscadores del conocimiento”.